¿Atrevido al hablar del amor en nuestra cultura actual? No lo sé. La idea me ha venido a raíz del título de un libro de Lytta Basset: Aimer sans dévorer o Amar sin devorar (Albin. Paris, 2011) y de la respuesta de una alumna de la Universidad que al decir yo en clase (14.10.2011) un refrán: “Hay amores que matan…”, ella lo completa “…y que nunca mueren”. Hablar del amor en una sociedad hedonista, consumista de sexo no creo sea fácil, al menos, para mí. Así y todo, creo poder aportar alguna reflexión. No pienso ni quiero ir más lejos. Además, amar es inherente al ser humano.
Tomo como punto de base una etimología no técnica, pero válida como simbólica del origen de la palabra amor. De todos es bien conocida la palabra muerte.
La muerte es destrucción, no-vida, desaparición. La muerte es aniquilación de la forma de vida de todo ser humano. Ahora bien, si consideramos que la vocal “a” como prefijo tiene una significación de privación o sacar una cosa, tenemos entonces la palabra “a-mor”. No hay muerte, por lo tanto, hay vida, realización, construcción, crecimiento, relación. Donde hay amor no hay muerte. Donde hay muerte no hay amor.
Además, la experiencia humana queda aglutinada o condensada en proverbios o refranes de cómo comportarse o saber de las cosas amorosas. Entre muchos, tenemos, por ejemplo: Quien bien te quiere, te hará llora. Importante, tal vez, para el mundo de la educación.
Pero el cuodlibeto o la cuestión a dilucidar es saber qué contenido se le da a la palabra amor. Amor es una etiqueta que se pone pegada en una caja hermosa, delicada y encantadora. Pero, ¿qué hay dentro de la caja tan atractiva y deseada? Ciertamente, y esto es importante, el amor es experiencia, es vida. No es teoría. No es especulación, No es una marca de un cofre. Quien no ha amado, quien no se ha enamorado le será costoso y difícil explicar qué es. Además, amar es experiencia, es vida, como decía. Y eso es lo que contiene el interior del cofre. Por eso es un tena tan hablado, tan escrito, tan videado como cinematografiado o teatralizado. Los mitos, las leyendas los refranes nos hablan muchísimo de él. Una vida sin amor es una vida, triste, apagada, deprimida.
Es un tema que todos siguen. Todos hablan de él tanto con alegría y felicidad como con tristeza y dolor. De aquí, y se puede comprender bien, la anestesia afectiva o el encerrarse consigo mismo. Y esto es también muy general, más de lo que podemos imaginar. ¿Quién cree en el verdadero amor o estimación? Un amor que no devore, no coma, no posea. Un amor libre, no de esclavo, de sumisión, Quien realmente ama, deja siempre en libertad al otro o a la otra. Si amar es vida, debes permitir al otro que haga su vida. Pero, ¿cuál es la realidad?
Si tenemos en cuenta que nadie puede amar en totalidad porque la capacidad humana es limitada, cada uno amará no como quiera sino como pueda. Y a pesar de ello, hay la capacidad, aunque relativa de hacerlo. Capacidad que debe integrar todas las dimensiones del ser humano: biológicas, emocionales, afectivas y racionales. No se pueden o no se deberían separar. Hacerlo genera problemas en el cuerpo, en el corazón y en la cabeza, expresados corporalmente y mentalmente.
Toda persona tiene este aliento de verdad y de fuego. Amar y ser amado, pero sin dejar de amar-se. Esto sí, amar siempre comporta riesgo. Y por no afrontarlo se reduce amar a lo corporal. Las grandes pasiones, bien expresado en un libro: “Amores trágicos” (Barcelona 2010). O las grandes pasiones de entrega como Teresa de Calcula (1910-1997), Albert Schweitzer (1875-1965), enfermero/as, educadore/as como tantos otros y sin saber su historia.
Nuestra lengua está limitada en término para indicar el amor. Usamos el mismo término para objetivos diferentes: amor maternal/paternal, amor fraternal, amor amical, amor de entrega, amor educativo. Siempre es amar en diversos grados o niveles. Amar es ir más allá de la pasión, del enamoramiento, del afecto. No puede quedar sólo reducido a estas reacciones psicosomáticas. Hay otras dimensiones. No es preciso creer que una cosa es amar al prójimo, otra a dios y otra a sí mismo. Es una separación o distinción didáctica o pedagógica, pero la realidad amorosa es la misma, Es preciso recordar el libro que fue muy leído y reeditado de Erich Fromm: El arte de amar. Un psicoanalista que supo ver oriente y occidente como dos pulmones o dos expresiones del amor: inspirar y expirar. Amar es respirar.
Amar, podemos decir, no es fácil. Además, es un riesgo, pide esfuerzo, lucha, control
Valorar el cuerpo del placer como el placer del cuerpo. Comprender la imaginación de creatividad como la creatividad de la imaginación. Expresar los sentimientos de ternura como la ternura de los sentimientos. Saber aceptar el sufrimiento por no ser correspondido/a. Fuerte para soportar el dolor que uno puede producir y que no puede evitar. Y tantas otras cosas que la experiencia de la persona lectora puede sentir en esos momentos. Y eso es lo que hay dentro de esa caja etiquetada con la palabra amor. Y amar siempre es humano y al mismo tiempo divino. Ho hay distinción. Aunque Freud dijera que los sentimientos de amor y temor de dios no tiene su origen en dios, sino en los seres humanos. Son sentimientos de frustración dirigidos por el hombre a un ser imaginario que pretende ser su padre, Freud olvida no que el imaginario es realmente un producto humano sino que el aliento de vida es más que un producto del ser humano. Es el mismo ser humano. La explicación o la proyección no es el aliento. La realidad o el real no queda nunca atrapado en las palabras. Es más que las palabras Toda palabra es reductora. El peligro es que se convierta en reduccionista.
Y no en vano hay un proverbio que dice Obras son amores que no buenas razones sino seria un amor esquizofrénico.
No en vamos los antiguos, tomado después por Agustín de Hipona, lo expresaban así: Amor omnia vincit, o sea, El amor todo lo vence, pero acompañado silenciosamente del dolor, que hace fuerte a la persona que ama. Esto no es la etiqueta del cofre (palabras) sino el contenido del que hay adentro (Hechos, actitudes, valores).
No hay rosas sin espinas. Lea la persona lectora el bonito libro de la Biblia: El cantar de los cantares.
[BLOG PERSONAL de Jaume PATUEL i PUIG
- Pedapsicogog i psicoanalista
El amor es algo tan profundo y tiene tantos matices que sería muy largo hacer un estudio como hizo Erich From por ejemplo. Lo leí en mi juventud y lo recuerdo intensamente por muchos motivos.
Me parece que cuando estamos contentos y felices no nos expresamos o bien su intensidad es menos profunda. Pero cuando hemos perdido nuestro amor, amor paterno, filial, amor de amigo, amor a nuestros semejantes, amor al ser que idolatramos…. Cuando lo hemos perdido tenemos las elegías como Miguel Hernández a su amigo Ramón Sigé, o bien Jorge Manrique a la muerte de su padre…
Con el amor a la persona amada, además de amar un imposible como Bécquer y todos los románticos alemanes, franceses y españoles, los románticos bordan los sentimientos.
Aunque permitidme ir a Nicaragua y a un poeta modernista que entendía el romanticismo como nadie escribiendo
Románticos somos… ¿Quién que Es, no es romántico? Aquél que no sienta ni amor ni dolor, aquél que no sepa de beso y de cántico, que se ahorque de un pino: será lo mejor… Yo, no. Yo persisto. Pretéritas normas confirman mi anhelo, mi ser, mi existir. Yo soy el amante de ensueños y formas que viene de lejos y va al porvenir
¿Hace falta decir quién era Rubén Darío?. ¿Se puede decir algo más intenso con menos palabras?.
Un saludo para todos
El AMOR, que por tal se entienda, es VERBO=ACCIÓN entre SUJETO y COMPLEMENTO o TÉRMINO DIRECTO solo PERSONALES, sin admitir complementos o términos indirectos o circunstanciales.
Cuando estos aparecen intentando condicionarlo, el AMOR deja de ser AMOR, convirtiéndose en nada u otra cosa.
Ah, he caido en la cuenta que, como en su blog, Jaume escribe en catalán, quizá tenga sentido, puesto que, creo, que en catalán muerte se dice mort y al traducir el texto pierda sentido la palabra “mor”.
Querida María Luisa, lo que quise decir que la palabra etimología sobra. La explicación de que el amor es lo contrario a muerte, es válida, claro que sí.
Querida Ana, no creo que tomar el aspecto simbólico de la etimología de la palabra amor conduzca a una falsedad, el autor ha elegido ese “modo” no técnico pero correcto como base y desarrollo para su reflexión.
Tres discrepancias con lo escrito en este post: no entiendo la pregunta inicial que hace el autor “¿Atrevido al hablar del amor en nuestra cultura actual?” Asimismo tampoco estoy de acuerdo con la siguiente afirmación “Hablar del amor en una sociedad hedonista, consumista de sexo no creo sea fácil,” Y finalmente, tampoco creo correcta la etimología que hace el autor d la palabra amor, si bien él mismo lo afirma como “etimología no técnica”, por tanto innecesaria. Se podía haber llegado a la misma conclusión sin recurrir a una etimología falsa.
Respecto a la primera y a la segunda, pienso que el hedonismo, el sexo y todo lo que gira entorno al mismo, son una constante en las sociedades de todos los tiempos. Lo que ocurre es que en otras épocas las conductas relacionadas con el sexo se quedaban en la intimidad o en la ocultación, y ahora los medios difunden en toda su amplitud lo positivo y lo negativo de las conductas relacionadas con el mismo. Y en este tema la sociedad actual es igual que la de otras épocas. Si no ¿a qué viene el sexto mandamiento del Antiguo Testamento y toda la moral desarrollada por la Iglesia entorno al sexto mandamiento?
Por otra parte el título del post queda como ambiguo, puesto que hay muchas clases de amor (también lo señala el autor): amor de filial, paterno, materno, matrimonial, homosexual, heterosexual, a los y las amigas, a la familia, a los desvalidos, incluso a los enemigos,(según recomienda el evangelio) etc. etc. El amor no tiene épocas mejores ni peores, porque, en definitiva, es lo que sostiene la supervivencia de la humanidad en toda interacción humana. El amor junto al sexo es una variante más, y el sexo sin amor, pues eso, no es amor, al igual que lo hacen los animales y no por ello tienen amor.
Por otra parte el amor es algo individual, y por tanto, no se puede juzgar a una sociedad, como colectivo que es, si no es por la suma de conductas individuales. Creo que el amor tiene buena salud porque desconocemos cuántos individuos lo viven y lo practican.
La sociedad puede ser solidaria o justa, junto a otros atributos que sumen individualidades, pero no podemos medir el amor de una sociedad.
En fin, yo hubiese preferido que se hubiese hecho un análisis del “alma” humana para entender los condicionantes, los engaños, la necesidad, la satisfacción o gratificación de quien lo vive, las características para poder decir cuándo es amor y cuándo es interés propio, las manifestaciones, etc. etc.
SE ME OLVIDÓ, NO OLVIDAR
Olvidé que tras las lluvia
Corre el agua,
Y que el viento siempre le acompaña,
Para dejar al árbol vacio de las secas
Palabras, de aquellas hojas
Cantarinas, de ese vestido
Que lo engalana.
Olvidé que las nubes pesan
cuando están dentro del alma,
que cerrarlas dentro hace
que la vida sea más amarga…
Olvidé romper el cristal donde
guardaba el oro de mi
lluvia salada, olvidé no olvidar
que escuchar llover no es igual
que se desgarre odre del alma…
¡Se me olvidó, olvidar!
Olvidé que el otoño esconde su color,
tras el cofre de los secretos,
y que no siempre guarda
a la risa del ayer,
los días de vino y rosa,
donde las nubes no tenían color,
ni pesaban… ¡Olvidé!
Olvidé decir tantos ¡Te quiero!
Que se me acumulan dentro
Sin remedio, tan solo a la espera
Del devenir de aquella esquina
Dónde se perdieron…
Olvidé que para amar,
No hace falta nada,
Solo decir te quiero,
Y las nubes dejan paso a la lluvia
Se haga del mar un río surcando
Tu piel en fértiles meandros.
Me olvidé, de olvidar… para seguir
Aprendiendo, pero no de amarte
Sin tener miedo.
El AMOR es lo úrico válido y permanente en la vida del ser humano. El AMOR, sin sustitutos. diviniza la Humanidad y cuanto menos se hable y más se actúe mejor.
Hay que ver cómo se le ha dado la vuelta al asunto! El amor en lo que todo “Lo Que Hay” conviene y hace que sea, se le cerca por la vía del ser , etimológicamente. No creo que esa fuese la intención de autor del artículo.
Gràcies, Jaume.
Hola!
Por lo que yo he leído, Rodrigo anda acertado:
– “más creíble es que la raíz etimológica venga de una lengua indoeuropea, vinculada a la palabra amma, madre.”-
Aunque más radical que madre es su “función alimentaria” llamadas “mamas” (hoy, para los adultos: “las lolas”)
Es que además de la raíz indoeuropea (Letra M) hay la raíz germánica (Letra L).
Si les pareciera interesante le damos paso a esta última (cosa que ya hube comentado en Atrio hace un tiempito)
Entonces: acerca de la raíz “L” (lenguas germánicas); es decir … hablemos de las “LoLas”
¿se ríe o se sonríe? Veamos algunas cositas:
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1) “love” en inglés, “Liebe” en alemán, “liefde” en holandés, están ligados a la “L”, provenientes todos de un monosílabo formado por ese sonido y una vocal que se articula en un gesto análogo al que efectuamos al lamer.
La raíz indoeuropea relevante aquí es “leubh” (amar, desear).
en sánscrito “lobháyati” (desear); en griego “lipto” (desear vivamente); en anglosajón “lioef” (querido), y “lufu” (amor); en latín, finalmente, “lupa” (prostituta -de donde nuestro “lupanar”); el verbo “líbet” (placer, agrada, gusta) ; y “libido” (ansia, deseo intenso).
De la misma raíz “leubh” provienen también otras palabras que significan alabanza (alemán “lob”, holandés “lof”, francés “louange”, y, a partir del latín “laudare”, “loar”, “loa”).
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2) Otro grupo enlazado con la misma raíz se relaciona con verbos que implican crédito, creencia y confianza:
inglés “believe”, alemán “glauben”, holandés “geloven”. “Lubains” significa esperanza en antiguas lenguas germánicas.
De agradable, desear y amar a alguien, se pasa fácilmente a la de alabar y, probablemente, por la vía de “estar satisfecho con“, a confiar, creer y esperar en esa persona. Porque se ama se encuentra agradable, porque se encuentra agradable se alaba, y uno tiende a confiar o creer en aquellos que son loables y agradables.
El amor y el deseo se apoyan en la admiración y en la confianza, no sólo en la dependencia materno-infantil de la experiencia lactante, como en el caso anterior.
También la raíz “leubh” es responsable de derivaciones que indican permisividad o autorización para una actividad determinada, como el antiguo inglés “leaf” (permiso), o el holandés “verlof”, y el alemán “erlauben”.
El amor cree, confía y otorga, es lo que parecen decirnos estas derivaciones.
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3) La “L” primitiva irradia un conjunto de correspondencias eróticas que no parecen casuales.
El griego “lilaiomai” significa desear vivamente, hacer esfuerzos, amar con pasión.
“Lenaios” es el dios del lagar, sobrenombre de Baco; “lenis” es bacante, y “lichnos”, goloso, curioso, ávido, codicioso.
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4) Del amor vamos deslizándonos a la esfera del placer. Porque la “L” no se relaciona sólo con el amor, sino con la lascivia y la lujuria. Una raíz indoeuropea “las”, irradia la noción de avidez.
En latín la encontramos en “lasciuus” (de donde nuestro lascivo): juguetón, petulante -cualidad que se aplica a los animales y a los niños. Pasa a significar provocativo, irritante, y en consecuencia “que provoca el deseo, lascivo, licencioso.
En alemán encontramos “Lust” (placer, deseo, diversión), y “lustig” (alegre, travieso, juguetón).
Los nombres de la lascivia en muchas lenguas coinciden en mostrar una “L” inicial:
El inglés “lewd” (licencioso); “lecher” (libertino); “licker” (lamedor) y “lecherous” (lujurioso).
En griego: “lekaleos” (obsceno); en italiano “leccare” (lamer, adular); y “leccume” (golosina).
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5) “La metáfora, originalmente asociada con los placeres de la mesa y de la cama, se apoya en la lengua como órgano de gratificación sensual”
La “L” de los términos germánicos que traducen el amor: “love”, “Liebe”, provienen de esta misma “L” de lamer, y sería una expresión onomatopéyica de ese acto, presente desde el origen en el amamantamiento, pero que también puede representar la obscenidad, la gula y la adulación.
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6) Hay, además, otro grupo de raíces indoeuropeas con la consonante básica “L” y estructura parecida, con sentidos sugerentemente “afínes”:
“leb” (labio) (“labrum”, “lip”); “lei” –con vocal breve- (viscoso, pegajoso); “limo”, “linere” en latín (untar, linimento); lei -con vocal larga- (fluir, manar).
En griego “leibo” o “leipso” con un sentido próximo al del latín “libare” (chupar, rozar, extraer, libar, probar un líquido); “leigh” (lamer), en otras derivaciones indoeuropeas (apetito, goloso). “Leip” es pegarse, adherirse; el griego “lipos” significa grasa, y “liparos”, gordo, rico.
Lo evocado apunta a la esfera de lo gustativo y lo alimenticio, en la que lengua y labios juegan un papel fundamental.
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7) Pero a veces la “L” remite a lo simplemente placentero:
“leid” significa jugar y deriva en el latín como “ludus”, de donde tenemos lúdico, ludibrio.
“Ludir” es “frotar una cosa con otra o pasar una cosa por otra restregando” y también “retozar amorosamente”.
La presencia de la “L” en todas estas palabras nos remite a un mundo experiencial en donde una boca-lengua acechante busca su camino de placeres y seducción.
Desde una perspectiva fisiológica -la lengua, a la vez un órgano gustativo y sensual- se van desarrollando los nombres y calificativos que designan actividades licenciosas, glotonerías censurables o la búsqueda excesivamente ávida de poder a través de la obsecuencia o la lisonja –“lisonja”, otra palabra que exhibe una “l” sospechosa- Los pasajes de uno a otro sentido son impactantes. Por ejemplo, en alemán “Lüsternheit” significa lascivia, concupiscencia, pero también codicia y avidez. Un mismo centro desaforado de ansiedad e insatisfacción parece centrifugar estas pasiones desde un misterioso nudo convergente.
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8) Pero la “L” del deseo y del placer parece brillar en todo su esplendor sugestivo en los términos relacionados con la “leche”.
Aun cuando no hay un nombre común en indoeuropeo para la leche, encontramos la raíz “(g)lak”, donde la “g” representa un prefijo intensivo.
En griego se deriva “gala”, “galaktos” (leche – de donde galaxia o Vía Láctea; y recordemos que la Vía Láctea fluye del
pezón de Hera en la mitología griega).
En antiguo noruego la palabra para amar es “ala” (nutrir, concebir, criar), y se relaciona con el latín “alere” (alimentar, criar –“alumno” es alguien a quien se alimenta)
Acaso los nombres de la leche -como ocurre con los de la sangre- fueron cayendo bajo un cierto tabú, dada su importancia primordial. Importa retener que la “L” y la “M” son representantes fisiológicas del lamido y de la succión, respectivamente, que nos reconduce a una escena primitiva difícil de erradicar en la memoria ancestral del amor.
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Que la leche ocupe un lugar primordial en los términos referidos al amor físico se vuelve patente entre nosotros, que llamamos al esperma leche; una manera obvia -a través de la equivalencia pene-pezón- de recomponer el equilibrio sexual desnivelado por el lugar primordial, anterior, de lo materno- Y la mala leche, al parecer, se predica sólo del esperma. El mamar y la relación son términos equivalentes en nuestro lunfardo; y en el mamarse -en el sentido de emborracharse- probablemente se busque la beatitud y el olvido que provocan los primeros éxtasis de la lactancia.
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En una de las lenguas semíticas (no indoeuropea), el hebreo, encontramos correspondencias. Ejemplos: “lakak” y “lajak” (lamer); “laham” y “lahat” (arder, inflamar). Leche es “jalab”.
También y acaso no arbitrariamente, en los nombres de la pasión en hebreo asoma la “L” del paladeo y el lamido: “lahat” (pasión, frenesí, entusiasmo, calor, hervor), y como verbo (calentar, hervir, entusiasmarse, apasionarse); “lehitut” (pasión, entusiasmo, frenesí, avidez); y “lahatut” (magia, hechizo, brujería, encanto).
Agreguemos de paso que mientras “dad” es pezón, seno, pecho; “dod” es amigo, amante, querido, tío)
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¿Hay una mera casualidad en estas correspondencias?
El signo lingüístico, menos arbitrario de lo que se solía suponer, apunta con insistencia a un mismo horizonte pasional en que lactancia y erotismo se fusionan en la memoria y la esperanza del placer.
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Seguramente es lo menos importante, pero derivar la etimología de amor como no-muerte es equivocado.
A como “no” o “ausencia” es un prefijo griego, no latino.
Mor o more, no puede ligarse con muerte… lo más cercano sería con costumbre (misma raíz etimológica de moral)
No hay actualmente acuerdo de la etimología de amor en latín; la más creible es que la raíz etimológica venga de una lengua indoeuropea, vinculada a la palabra amma, madre.
Saludos
1Co. 13,1-13… Lo que amamos, es ofrecido en oblación al otro…y dicen algunos místicos que eso es lo que resucita, lo que retenemos, lo que nos donamos, se pudre…Como el Mana acumulado…. Y esto no separa, de ninguna manera, el eros del ágape, sino que los integra…Gabriel