Siguiendo el desarrollo del Congreso de Teología celebrado en Madrid, publicamos hoy íntegra la ponencia que desarrolló el viernes 9 de septiembre Giovanni Franzoni, padre conciliar, teólogo y ex abad de San Pablo Extramuros (Roma). Su ponencia y su presencia a lo largo de todos los actos constituyeron un hecho especialmente relevante de ese Congreso.
Queridísimos amigos y amigas, queridos, queridas compañeras de viaje,
Es para mí un honor y una alegría haber sido invitado a España para participar en vuestro encuentro. Os lo agradezco sobre todo por que, a pesar de las dificultades y aunque los tiempos no parezcan propicios, seguís manteniendo encendida la llama del Concilio Vaticano II y con tenacidad seguís sosteniendo la necesidad de una reforma evangélica de la Iglesia romana.
¿Qué entiendo por tiempo poco propicio? Un tiempo vacío de valores éticos, frente al cual da tristeza ver a las jerarquías eclesiásticas, precisamente en esta ciudad, exaltarse por la reunión espectacular del la Jornada Mundial de la Juventud, ignorando las críticas ponderadas del Foro de más de cien curas de Madrid, que ponían en evidencia las contradicciones, con respecto al evangelio, de muchos aspectos, incluso de financiación y pastorales, de la organización de esas jornadas.
1,¿POR QUÉ PARTICIPÉ EN EL CONCILIO?
Tenéis ante de vosotros a una persona anciana, nacida en 1928, que cuando era joven tuvo la suerte de participar en el Concilio Vaticano II. En ese evento tomaron parte unos 2.500 padres, pero a cincuenta años de distancia, casi todos han muerto. Yo soy uno de los poquísimos “padres” sobrevivientes (en Italia, junto con mi amigo, Monseñor Luigi Betazzi, obispo emérito de Ivrea). Por lo tanto tenéis ante vosotros a un testigo directo. Subrayo este aspecto porque han sido frecuentes en estos últimos años los congresos dedicados al Concilio donde teólogos e historiadores, que quizá en los años sesenta del siglo pasado eran chiquillos o ni siquiera habían nacido, reflexionan sobre el evento pero, como norma, sin sentir la necesidad de escuchar a alguno de los padres conciliares todavía vivos.
No es que nosotros, viejos y a menudo enfermos, poseamos la verdad o seamos indispensables, pero algo interesante podremos decir como testigos del contexto (humores, esperanzas, temores, desilusiones, indignaciones) en el que se discutieron y se redactaron los documentos. Un contexto que ninguna crónica oficial, y menos aún los mismos documentos, pueden presentar.
En 1964 yo, monje benedictino, fui elegido abad del monasterio benedictino de San Pablo Extramuros de Roma. Aunque no era obispo, como abad de San Pablo –una abadía nullius– tenía derecho a participar en el Concilio junto a otros abades con la misma condición jurídica. Yo era uno de los padres conciliares más jóvenes, ¡sólo tenía 36 años! Así, en el otoño de 1964 participé en la tercera sesión del Concilio y en el otoño siguiente en la cuarta y última. Recuerdo que ya al iniciarse la tercera sesión, el Secretario del Concilio, monseñor Pericle Felici sugirió, porque así lo deseaba Pablo VI, que aquella fuera la última sesión del Concilio.
¿Qué “etiqueta”, como padre conciliar, podéis asignarme?
Yo había entrado al Vaticano como “moderado” en muchos de los puntos que el Concilio debería tratar, pero en muchos otros era “progresista”, y en este camino fui despertado al Concilio por la presencia y las intervenciones de cardenales como el belga Leo Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas, o Giacomo Lercaro, arzobispo de Bolonia, o patriarcas como el griego melquita Máximo IV Saigh. Tímido como era nunca tomé la palabra, sin embargo, cuando la Conferencia Episcopal Italiana hizo una reunión para reflexionar sobre la colegialidad episcopal, tratada en el tercer capítulo de la Lumen Gentium, tomé la palabra en la asamblea. En aquella ocasión, monseñor Antonio Poma, entonces obispo de Mantova, expresó muchos temores sobre la colegialidad episcopal, sosteniendo que oscurecía el primado del papa. Entonces me levanté y tomando justamente el ejemplo de la Iglesia católica de rito oriental, conducida en forma sinodal, afirmé que el primado papal no se disminuye sino que se fortalece con la colegialidad episcopal. Recuerdo que varios obispos me felicitaron por mi intervención, y de hecho, desde aquel momento, el episcopado italiano en su conjunto, exceptuando algunos obispos tradicionalistas, fue menos rígidamente contrario a la colegialidad.
2. EL COMPORTAMIENTO AMBIVALENTE DE PABLO VI
Y, de la crónica de aquel tiempo, voy a tratar de responder ahora la pregunta que es el meollo de la cuestión que me habéis presentado: ¿Por qué nos parece que el Concilio, empezando precisamente por los papas, ha sido desatendido, vaciado de contendido y traicionado?
Hoy en muchas partes, incluso en nuestros ambientes, se afirma que fueron Juan Pablo II y luego el cardenal Joseph Ratzinger, Benedicto XVI desde 2005, quienes pusieron freno a los fermentos postconciliares e impusieron una interpretación minimalista y restrictiva del Concilio Vaticano II. Sin embargo, en mi opinión, fue el propio Pablo VI quien sentó las premisas para que el Concilio pudiera ser, en parte por lo menos “domesticado” y el post concilio “enfriado”.
Cuando, en noviembre de 1964, el Concilio finalmente se preparaba a aprobar solemnemente la constitución sobre la Iglesia, el papa Montini obligó a anexar al texto una “Nota explicativa” previa al tercer capítulo de la Lumen Gentium, precisamente el que abordaba el tema de la colegialidad, o sea, las relaciones entre el primado papal y el poder del colegio episcopal. La nota reitera en modo exagerado el poder papal, dándole una interpretación que vaciaba el contenido de la colegialidad episcopal afirmada en la Lumen Gentium (…). La nota repite cien veces que el colegio no puede nada “sin su jefe”, o sea, el Sumo pontífice. Salvo excepciones, la curia romana sostuvo siempre que la tal “Nota previa” era un acto del Concilio. Pero no es así, fue un acto papal, de la sola responsabilidad de Pablo VI. El Concilio simplemente la incluyó en actas, pero sin hacer suyo formalmente tal texto.
Siempre a propósito de la Lumen Gentium, cuando se llegó a la discusión del capítulo octavo, que habla de la Virgen María, el episcopado polaco, guiado por el cardenal Stefan Wyszynski, se batió enérgicamente para que en el texto la Virgen fuera proclamada “Madre de la Iglesia”, título que la mayoría de los padres conciliares consideraba teológicamente insostenible, puesto que preferían imaginarla “en” la Iglesia, como madre de Jesús, y no “sobre la Iglesia”. Los polacos insistieron y los otros también. En conclusión, en el texto final el discutido título no aparecía.
¿Qué hizo entonces Pablo VI? En su discurso del 21 de noviembre de 1964, el mismo día en el que el Concilio aprobó solemnemente la constitución Lumen Gentium, él proclamó “Madre de la Iglesia” a la Virgen María… “y queremos que con tal título suavísimo de ahora en adelante la Virgen sea aún más honrada e invocada por todo el pueblo cristiano”. Y así, de un solo golpe, el pontífice pasaba por encima del Concilio que, en su gran mayoría, había rechazado aquel título, y lo hacía además mientras se aprobaba un texto que afirmaba la colegialidad episcopal. ¡Atención!, parecía decir el papa, discutid cuanto queráis, pero al final la decisión será mía. De hecho, mientras con el Concilio proclamaba la colegialidad episcopal, él le daba una interpretación personal reducida al mínimo y una actuación truncada.
Otro escenario: cuando con el decreto Prebysterorum ordinis, en la cuarta sesión, nos preparábamos para discutir sobre el ministerio y la vida sacerdotal, se debía tratar sobre la obligación del celibato para los sacerdotes de la Iglesia latina. Surgieron intervenciones completamente favorables a mantener la ley en vigor, pero también alguna intervención que preveía la hipótesis de los que más tarde serían llamados viri probati, o sea, hombres maduros, con una vida profesional y padres de familia, que podrían ser ordenados sacerdotes. Estas intervenciones “progresistas”, si bien raras, turbaron al papa que escribió entonces una carta al consejo de la presidencia del Concilio pidiendo que se informara a la Asamblea que el papa se reservaba la cuestión del celibato sacerdotal. Así pues, la discusión del Vaticano II sobre el celibato sacerdotal se truncaba. Mas tarde, en 1967, el papa Montini publicó la encíclica Sacerdotalis caelibatus, en la que rechaza cualquier hipótesis de cambio de la ley en vigor. Pero todos sabemos que desde entonces, durante todos estos cincuenta años, la cuestión del celibato ha provocado infinitos debates, mucho malestar, mucho sufrimiento.
Si el papa hubiera dejado plena libertad al Concilio quizás se hubiera abierto la brecha hacia una reforma. (…)
También sobre la Gaudium et Spes el papa hizo una intervención autoritaria que tuvo consecuencias graves. Cuando se discutía sobre los medios moralmente legítimos para regular la natalidad, numeroso padres -Suenens y Máximos entre otros- sostuvieron que a los conyugues se les debería dejar libertad de conciencia, tesis contradicha por otros padres, menos numerosos pero más combativos. Decididos a afirmar la Casti Connubii, la encíclica con la que en 1930 Pío XI declaraba ser culpa grave impedir el normal proceso de procreación del acto conyugal, los padres “conservadores” se opusieron por todos los medios a las anunciadas aperturas y novedades. Los “progresistas” confirmaron que se había descubierto la píldora poco tiempo antes, que no era sabio oponerse a la ciencia y emitir sentencias en campos tan opinables. Parecía claro que la mayoría del Concilio era favorable a la tesis abierta. Intervino entonces Pablo VI reservándose para sí la determinación de los medios moralmente lícitos para regular la natalidad. Lo hizo con la encíclica Humanae Vitae, de la que hablaremos más tarde.
Recordaré, por último, que muchos padres fascinados por el debate conciliar y conscientes de lo que se estaba poniendo en juego, esperaban que, después de la cuarta sesión, hubiera otras. Pero en la apertura de la cuarta sesión, el Secretario del Concilio, monseñor Pericle Felici, tras explicar a los padres el programa de los trabajos, anunció que la cuarta sesión erit ultima, será la última. Obviamente, lo había decidido Pablo VI que temía que al alargarse el Vaticano II habría dado sombra a la autoridad papal. Así, lo que al inicio de la tercera sesión había sido solo una sugerencia, se convertía ahora en una dura imposición.
De estos pocos ejemplos (se podrían presentar otros), resulta bastante evidente que fue Pablo VI quien tomó decisiones que amputaron potencialidades al Concilio, sentando las bases para una interpretación reductiva de los documentos del Vaticano II. Así, Wojtyla y Ratzinger pudieron más tarde referirse a él para llevar adelante una actuación restrictiva y limitada del Concilio.
Pero –y esta es la otra cara de la medalla– Montini no sólo hizo estas intervenciones. Hizo otras y de distinta orientación. Aquí recordaré una, que me pareció entonces y me parece ahora, de gran significado histórico, teológico y eclesial. Un obispo italiano intervino un día observando que invocar una “Iglesia de los pobres” no decía nada nuevo, ya que la Iglesia había sido siempre de los pobres. A continuación tomó la palabra Máximos IV Saigh que, en una breve y seca intervención de respuesta, dijo que era verdad que la Iglesia había sido siempre “para” los pobres, pero los había dejado siempre pobres. Y dado que ya estaba en auge un fuerte movimiento de rescate de la pobreza, el patriarca concluía diciendo que era oportuno que la Iglesia estuviera “con” los pobres.
Pues bien, pocos días después Máximos celebró en San Pedro una liturgia de rito bizantino. Sentado en un pequeño trono en la parte derecha del crucero Pablo VI asistía a la misa con la tiara en la cabeza. En el ofertorio, el papa se quitó la tiara (…), se levantó, atravesó todo el presbiterio y la puso sobre las rodillas del patriarca. Yo vi en ese gesto –y estoy seguro de que así lo entendía el pontífice– la decisión de concluir la era del poder temporal de los papas, un poder que está representado en una de las tres coronas de la tiara (…). No era un gesto cualquiera, sino una decisión estratégica meditada. Debo precisar que ningún papa después de él se ha atrevido a presentarse en público con la tiara en la cabeza. Pero las excrecencias del poder papal heredadas de la historia, que son algo muy distinto del carisma petrino, desafortunadamente no han sido abandonadas, por el contrario, Wojtyla y Ratzinger las han aumentado.
Cierto, hay que admitirlo, el papa se encontraba en una situación incómoda: debía intentar mantener unido el Concilio, agitado por tendencias opuestas. Desde este punto de vista, se puede comprender su intento de aguar los textos conciliares al punto de hacerlos aceptables por las minorías conciliares, firmes en sus posiciones eternamente conservadoras. Sin embargo, también hay que destacar –a mi juicio- que a menudo esta obra de mediación acabó limitando o cancelando la libertad del Concilio, y sobre todo, difirió al futuro problemas que reventarían más tarde produciendo consecuencias desastrosas. Montini estaba obsesionado por conseguir la unanimidad moral de todos los textos conciliares: noble propósito, que solamente habría adormecido, pero no cancelado, tensiones punzantes.
3. LAS CONTRADICCIONES DE LOS TEXTOS CONCILIARES
En los textos conciliares –especialmente en la Lumen Gentium– se sobreponen dos visiones eclesiológicas una, ligada al Concilio de Trento y al Vaticano I, que ve la Iglesia como una sociedad perfecta, casi una pirámide, con el romano pontífice en su vértice –digamos una visión jurídica de la Iglesia–; la otra, por el contrario, veía la Iglesia como comunión, como pueblo de Dios en camino en la historia para anunciar el evangelio, dando la mano a todas las personas de buena voluntad, decidida a hacer su parte, sin pretender la primogenitura, para favorecer la paz y la justicia en el mundo.
Más que escoger entre estas dos visiones, el Concilio las superpone, las mezcla. Pongamos un ejemplo: en el primer esquema sobre la Iglesia, preparado sustancialmente por la Curia romana, el segundo capítulo estaba dedicado a la jerarquía, el tercero al pueblo de Dios. Pero al final, la Lumen Gentium cambió el orden: el pueblo de Dios en el segundo capítulo, la jerarquía en el tercero. Pero mientras el segundo capítulo abre amplios horizontes y parece calcado de la eclesiología de la comunión, el tercero tiene un sabor distinto, otra angulación, está marcado por una visión jurídica, por lo que, aunque afirma la colegialidad episcopal, la limita por todas partes. Además, los documentos conciliares están plagados de limitaciones: los obispos podrán hacer si el papa lo permite… los laicos podrán hacer si el obispo lo consiente… esto y aquello se podrá hacer si los tiempos lo permiten…
Establecidas estas premisas, ¿qué sucede cuando los padres, terminado el Concilio, vuelven a casa? Algunos consideraban que lo que había afirmado el Vaticano II era lo máximo que se podía conceder, y por lo tanto se aplicaron en terminar con toda perspectiva innovadora. Otros, por el contrario, eran de la opinión que el Concilio había dicho lo mínimo que se podía decir para que todos lo aceptasen, dejando después a las iglesias locales dar ulteriores pasos hacia delante. Los unos y los otros podían encontrar en los textos conciliares frases que sustentaban sus tesis.
4. EL POSTCONCILIO: DESILUSIONES, CONTRADICCIONES, ESPERANZAS
(…) En conjunto la Curia romana, bajo Pablo VI, hizo de todo para normalizar la situación y debilitar el Concilio. Especialmente se le quitó poder a la actuación de las Conferencias episcopales: de hecho el Sínodo de los obispos, instituido por el papa mientras iniciaba la cuarta sesión, sustrayendo al Vaticano II un debate sobre un argumento tan capital, no es una verdadera actuación de la colegialidad episcopal (…). Pablo VI concibe el Sínodo como un organismo para “aconsejar” al papa, que continúa libre de acoger o rechazar las propuestas de la Asamblea. En la práctica, las asambleas sinodales han sido articuladas de manera a atenuar la libertad de los obispos, aunque a veces, como en el Sínodo de 1971 que trataba el tema del sacerdocio ministerial, algunos padres tuvieron el coraje de hablar de argumentos tabú, como los viri probati, e incluso de los ministerios femeninos.
Aún más: nada se ha hecho para concretizar la afirmación conciliar de la Iglesia como “pueblo de Dios”. Sería totalmente lógico que, establecida la premisa, se instituyera una especie de Senado de la Iglesia católica, donde estuvieran representados obispos, sacerdotes, monjes, monjas, laicos, hombres, mujeres, para debatir juntos los problemas mayores. O mejor, que junto a cada conferencia episcopal, que reúne a las iglesias locales de una nación o de un territorio determinado, existiera un Senado local, que enviaría un representante al Senado de la Iglesia católica.
A falta de tal organismo representativo en la Iglesia universal, algunas conferencias episcopales han escogido diferentes vías para poner en práctica de manera seria el Concilio Vaticano II. La Iglesia holandesa tuvo incluso el valor de convocar un concilio pastoral que se atrevió a plantear temas tabú como el celibato opcional de los sacerdotes, por lo cual fue obligada por Roma a dar marcha atrás. En Alemania, los obispos quisieron un Sínodo que, de hecho, contestó la Humanae vitae. En Estados Unidos los obispos escribieron una carta sobre la mujer, pero tuvieron que corregirla en varios pasajes que, según la Curia romana, podrían abrir puertas a los ministerios femeninos. En otros países hubo iniciativas análogas. O sea, en muchas partes se intentó aplicar los principios generales, aunque abstractos, lanzados por el Concilio.
Pero debido a la yuxtaposición de las dos eclesiologías que recorre los textos del Vaticano II, mientras una parte encontraba fuerza en algunas afirmaciones, la otra, o sea, la Curia romana y los obispos conservadores, se hacían fuertes con otras, y se inició como consecuencia esa tensión que dura hasta hoy entre unos y otros, todos apoyados en las palabras del Concilio.
Se equivocarían quienes considerasen suficientes las categorías de “progresistas” y “conservadores” para identificar las divisiones manifestadas en el Concilio. No siempre se trataba de bloques contrapuestos en el modo de ver, más abierto o más tradicional. Se trataba en algunos casos de divisiones transversales, derivadas del contexto en el que obraba cada episcopado. Podía suceder que algunos padres “progresistas” en unos temas, se revelaran conservadores en otros. (…)
El paradigma de todas estas contradicciones ha sido, en mi opinión, el asunto de la Humanae vitae. Precisamente el método escogido por Pablo VI (impedir al Concilio un debate libre sobre el control de la natalidad, nombrar una comisión de estudio que le sirviera de ayuda, negar las conclusiones de dicho organismo porque demolían las tesis apreciadas por la Curia romana, decidir autoritariamente imponer sobre la conciencia de los cónyuges pesos que el evangelio no impone) es la prueba evidente, la prueba eclesiológica de la incapacidad de Montini de acoger el sentido del Concilio. En él –y más tarde aun más con Juan Pablo II y Benedicto XVI– permanece firme una idea absolutista y monárquica del papado, una idea que contrasta con las raíces del ministerio petrino como aparece en el Nuevo Testamento y como, desgraciadamente con gran timidez, el Vaticano había tratado de hacer intuir.
Por no negar el magisterio papal –un magisterio reciente pues se remonta a Pío XI– Pablo VI negó de hecho el Concilio. En su opinión, sin duda, el magisterio papal es más que un Concilio.
Debo añadir a lo que he dicho tres observaciones: 1) La Humanae vitae pide a los confesores tratar con misericordia los cónyuges que no acepten dicha encíclica, y pide explícitamente no excluirles de los sacramentos. Esto no era algo que se daba por descontado. (…). 2) El papa no definió su tesis de modo infalible, como pedía una parte de la Curia y algunos obispos conservadores. 3) Pablo VI se sintió de tal manera turbado por la ola de críticas –de teólogos de varios grupos, incluyendo incluso algunas conferencias episcopales, desde Holanda hasta Indonesia– que en los diez años sucesivos de su pontificado no volvió a emanar ninguna nueva encíclica.
El papa Wojtyla, por el contrario, con la valiosa ayuda del cardenal Ratzinger, pretendió de hecho una absoluta obediencia a esta encíclica, “como si” fuera un pronunciamiento infalible. Y así por ejemplo, retiraron de la enseñanza al teólogo estadounidense Charles Curran que abiertamente contestaba aquella encíclica técnicamente “falible”, ya que el propio papa no la había querido “infalible”.
Un punto en el que tanto Montini como Wojtyla siguieron la línea del Concilio es el compromiso por la paz y la justicia en el mundo. Con la encíclica Populorum progressio, en 1967, Pablo VI admitió incluso la insurrección armada para derrocar dictaduras. Y en la primera Guerra del Golfo, en 1991, así como en la segunda, en 2003, Juan Pablo II elevó alto su voz contra aquella “aventura sin retorno”.
Pero cuando los teólogos de América Latina intentaron aplicar a la situación concreta de su continente ya fuera la Gaudium et Spes o la Populorum progressio, y sacaron las consecuencias operativas de las fuertes afirmaciones de la Conferencia de Medellín sobre las “estructuras injustas de la sociedad” que generan inevitablemente pobreza y opresión, Pablo VI de modo incipiente, y Juan Pablo II y Ratzinger de modo sistemático truncaron autoritariamente la Teología de la Liberación. Leonardo Boff e Ivone Gebara han sido las víctimas más ilustres de esta política vaticana. Además, a partir de Wojtyla, la Curia romana ha llevado a cabo una política sistemática para sustituir a los obispos “progresistas” con obispos “conservadores” y, sobre todo, “anti-liberacionistas”. (…)
Aún más dura fue la represión de los papas postconciliares contra los teólogos que, con sus tesis eclesiológicas (bien radicadas en las Escrituras y con enganches en el Vaticano II) pretendían cuestionar la estructura de poder de la Iglesia romana. Las mayores víctimas (no las únicas) (…), han sido el suizo-alemán Hans Küng, el alemán Bernard Häring, y el teólogo cingalés Tissa Balasuriya.
En fin –procediendo siempre por rapidísimos flash– pienso que, sobre todo en un punto, los papas postconciliares han olvidado el Concilio o lo han interpretado de manera reductiva y desviada: me refiero a la relación entre normas éticas proclamadas por el magisterio católico y leyes del Estado sobre “puntos sensibles” (es decir, sobre temas relacionados con la sexualidad, la familia, el final de la vida). En Italia, como sabréis, se programó en 1974 un referéndum para decir Si o No a la derogación de la ley sobre el divorcio. Se trataba de discutir sobre una ley civil, no sobre un sacramento. Pues bien, la Conferencia episcopal intentó imponer moralmente, no sólo a los católicos sino a todos los ciudadanos, el voto a favor de la derogación. Yo –permitidme una referencia personal– me opuse públicamente a esta pretensión y, en un pequeño libro, sostuve la libertad de voto de conciencia de los católicos. ¡Y por eso fui suspendido a divinis!
El 12 y el 13 de mayo se votó, y aquella Italia que según las estadísticas vaticanas era católica en un 98%, votó NO en un 60% a la cancelación de la ley sobre el divorcio. Fue un gran golpe para el papa y los obispos, pero ni entonces ni después se rindieron. En un referéndum de junio de 2005 sobre la procreación asistida, hicieron campaña pública invitando a todos a no votar. (…). Las jerarquías eclesiásticas están convencidas de que solo el magisterio católico puede pronunciar palabras de verdad sobre la “ley natural” y sobre “temas sensibles”, y por lo tanto comprometen a los católicos a hacer que las leyes civiles mantengan el punto de vista de la doctrina católica oficial sobre el tema del que se trata. El concepto de laicidad es completamente extraño a las jerarquías, o mejor, la nombran pero precisando que la laicidad debe ser “sana”, o sea, que acoja las tesis vaticanas.
Último flash: En estos 50 años también se ha planteado en la Iglesia romana cada vez con mas fuerza el tema de la mujer: ¿cuál es su papel? ¿es pensable un ministerio femenino? Primero pablo VI y luego Juan pablo II truncaron todo posible debate sobre la mujer sacerdote: pero hoy tampoco las mujeres quieren ser sacerdotes puesto que tampoco quieren hombres-sacerdotes. El sacerdocio, de hecho, no existe en el pensamiento de Jesús. Él dice otras cosas: habla de una comunidad de hermanos y hermanas, de servicio recíproco, el Nuevo Testamento habla de “supervisores” (obispos), “presbíteros” (ancianos) y “diáconos” (servidores). Pues bien, a esta Iglesia se oponen hoy las jerarquías decididas a mantener una estructura machista y patriarcal para salvaguardar su poder sagrado (…). Nosotros sin embargo, soñamos esta Iglesia sin sacerdotes ni sacerdotisas, pero en la que hombres y mujeres, solteros o casados, ejerzan los distintos ministerios al servicio de la comunidad eclesial. ¿Utopía? ¿Herejía?
5. ALZAD LA MIRADA, LA MIES YA ESTÁ MADURANDO
(…) Queriendo ahora sintetizar, describiría así el nudo del contraste que pesa sobre la Iglesia católica desde hace decenios: Para Wojtyla y Ratzinger el Vaticano II es visto a la luz del Concilio de Trento y del Concilio Vaticano I. Para nosotros, por el contrario, estos dos concilios se deben leer, y relativizar, a la luz del Vaticano II. Por lo tanto, dado este divergente modo de ver, los contrastes no son eliminables, y cada día, en cascada, vemos salir de la cátedra romana normas, decisiones, interpretaciones, que según nuestra opinión están en conflicto radical con el Vaticano II.
¿Qué hacer entonces?
Pienso que sin presumir de tener en el bolsillo todas las soluciones buenas, debemos asumir de manera comunitaria la respuesta al evangelio, y después, sentados a la mesa con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, intentar entender juntos qué podemos hacer por la paz, la justicia y la salvaguarda de lo creado: el programa del proceso conciliar lanzado en 1983 por la Asamblea general del Concilio Ecuménico de las Iglesias celebrado en Vancouver (Canadá).
Yo creo que cada vez que los cristianos y cristianas celebramos la Eucaristía, celebramos casi una ordalía: en ese momento, en esa mesa con Jesús, somos juzgados sobre si estamos cumpliendo un rito falso y consolador o un compromiso real y coherente. Si como Jesús, a pesar de nuestros límites y nuestras contradicciones (…), nos empeñamos en ser una Iglesia-para-los-otros, como nos ha enseñado Dietrich Bonhoeffer, entonces la Eucaristía que celebramos será para nosotros fuente de bendición y salvación, un verdadero viático en nuestro camino hacia el Reino.
Si, por el contrario, detrás del rito no hay nada, y trabajamos por una Iglesia-para-nosotros, nuestra Eucaristía será nuestra muerte y nuestra maldición (I Cor 11,28). Pero como dicen muy bien los rabinos comentando los dos primeros capítulos del Génesis, cuando el Señor maldice a la serpiente que había tentado a Eva, en realidad la bendice, y de hecho –anotan sagazmente– obligándola arrastrarse, el Señor le permite huir del peligro y esconderse en los agujeros de la tierra. Así, si nuestra Eucaristía no es sincera, el Señor nos invita a la metanoia, a la conversión, a retomar el camino con humildad y coraje.
Me preguntareis: ¿Tienes confianza en el futuro de la Iglesia?
¿Qué os podría contestar? Si el mundo está tan mal ¿podría la Iglesia estar en buen estado? No pensemos en el futuro, pensemos en el presente. En este presente tan trágico y atormentado, tan trastornado por males espantosos y envuelto en tinieblas, he aquí que nos enteramos, para poner un ejemplo, de que en la central nuclear japonesa de Fukushima algunos técnicos, sabiendo que van al encuentro de la muerte, entran en la central para intentar enfriarla. Esas personas no eran cristianas, quizás no sabían nada de Jesús, y sin embargo aceptaban la muerte simplemente para salvar otras vidas. Viendo esto me conmuevo y digo que todavía se puede seguir esperando en el ser humano.
Y me vienen a la mente las palabras de Jesús: “Alzad la vista y mirad los campos, ya están dorados para la siega” (Juan 4,35). Es cierto, en un mundo que desborda cizaña y malas hierbas, aquí y allá, gracias a Dios, madura el grano dorado. Madura allí donde hombres y mujeres se empeñan por la paz, la justicia y la salvaguarda de lo creado, allí donde se convierten en samaritanos para ayudar al hermano desconocido que cae víctima de los bandoleros.
Mis queridos amigos, queridas amigas, una vez más os agradezco vuestra invitación, y si puedo permitirme expresaros un deseo, es el siguiente: seguid adelante con coraje, con humildad y con generosidad. Oponeos al poder eclesiástico, pero mirad con misericordia a los custodios de ese poder. Intentad construir en vuestras comunidades, día a día, esta Iglesia-para-los-otros que tiene mil motivos para fundarse en el Concilio Vaticano II. Y después id más allá: allí donde hombres y mujeres buscan respuestas difíciles a problemas arduos. Ensuciad vuestras manos en el fango, con ellos, para construir ese mundo nuevo que espera nuestro aporte insustituible. Sembremos –lo dice también el evangelio– en las lágrimas; otros, en su día, cosecharán en la alegría.
[Traducción para ATRIO del texto original de la ponencia en italiano, que ha sido publicado por la Agencia ADISTA, en su número 72 del presente año. Sustancialmente coincide con la que se leyó en el Congreso]
Antonio, gracias por tu comentario y tus palabras….he leído con admiración tu polifacética e interesante vida….creo que estas en un buen momento de fe y hay que aprovecharlo….te deseo lo mejor
Estoy de acuerdo con mucho de lo que escribiste…..sobre todo con la sintonía con la comunidad eclesial…pues toda definición no es mas que la aclaración de una verdad que tiene ya el asentimiento de la comunidad de los fieles…tal pasó -como tu dices- con la proclamación de la Asunción de Maria (o para los orientales la Dormición de la Virgen)….cuando Pío XII consultó previamente a todos los obispos del mundo antes de la definición solemne de esta verdad que ya existía en el consenso de los fieles desde los primeros siglos….
Sin embargo, lo que yo recalcaba,en el comentario previo,era que el hecho de que es necesario que el Colegio Espiscopal tenga una Cabeza y que sin esta no puede tener éste ninguna autoridad eclesial,fue aprobado y recibio el PLACET de los Padres Conciliares cuando se aprobó la Lumen Gentium….y no fue un ADDENDUM de Paulo VI como parece quiere decir Giovanni Franzoni..la “nota explicativa” del Concilio simplemente aclara la definición conciliar sobre el verdadero caracter de COLEGIO del episcopado, recalcando la primacía de Pedro como de naturaleza apostólica…sin menoscabo de su caracter colegial..POR LO DEMAS, es una verdadera pena que no se estudie concienzudamente los decretos del Concilio Vaticano II, verdadero modelo de apertura dentro de la Iglesia, sin salirse de lo “recibido” desde el principio como el mensaje verdadero de Jesús, y dentro de la linea de la tradición inmemorable de la iglesia de Cristo….pero tambien en la línea del “aggiornamiento” tan querida por la figura piadosa de Juan XXIII….un abrazo de Santiago Hernández
Intentas expresarte bien y con profundidad, Santiago, pero las cosas, en realidad, son más simples y simplificados quedan los problemas de INFALIBILDAD por Magisterio extraordinario que se limita, y mucho, a cuestiones muy concretas y claras, después del recurso a la cuasi uniformidad de la Comunidad Eclesial, como sucedió en la declaración dogmática de la Asunción de María en cuerpo y alma, (pero no así de la muerte o dormición natural como algunos pretendían) El ejercicio solemne de la autoridad infalible del sucesor de Pedro (Pio XII), se avino al casi completo y universal consenso eclesial sobre la Asunción y NADA MAS.
Si bajamos al MAGISTERIO ORDINARIO PAPAL o EPISCOPAL con el PAPA, resulta, creo que en buena dimensión de fe y de doctrina, que, si ellos, por la razón que sea, no ven oportuno, conveniente o legítimo, comprometer su máxima autoridad infalible, con todas las circunstancias de respeto y motivaciones responsables, tampoco pueden exigir MÁXIMO COMPROMISO DE OBEDIENCIA y SUMISIÓN a los fieles, sabios o gentes sencillas, a quienes el Padre se complace concederles, porque sí, contenidos y aspectos relativos a lo que ha quedado en terreno libre de interpretación en la Iglesia con fundamento en la PALABRA y la TRADICIÓN.
A ver cuando nos percatamos de que la NUEVA DE JESÚS va dirigida principalmente a los POBRES, no solo de bienes materiales, sino de conocimientos enrevesados e ilustres sapiencias. Porque lo que se nos pide como seguimiento y coherencia con el testimonio y mensaje de Jesús ( EMANUEL) es la aceptación de la PATERNIDAD DIVNA: “PADRE”; y la VIVENCIA PRÁCTICA de la HERMANDAD HUMANA UNIVERSAL en AMOR, llenando de contenido y verdad ese “NUESTRO” con el que calificó Jesús al “PADRE CELESTIAL” para que así le invocáramos y sacáramos consecuencias vivenciales de IGUAL FILIACIÓN y de UNIVERSAL HERMANDAD HUMANA.
No se me escapa la importancia de no tomar, a la ligera, esto de movernos con libertad responsable en lo no definido , pero esto también vale para el Papa y los Obispos, cuando quieren presumir del carisma magisterial y resulta que se escoran hacia aquello de: ” cargar fardos pesados sobre hombros ajenos y ellos, ni siquiera permiten que les presionen los dedos de sus manos,
La real comunión con JESÚS en SU COMUNIDAD o IGLESIA, no se rompe por cualquier bagatela, como a veces se ha intentado hacérselo ver a las gentes con amenazas y miedos tremebundos, cuando no, so pena de torturas, expolios y aun muertes aquí, o fuegos eternos allá.
Jesús fue tajante en esto, con su testimonio de considerarse ÚLTIMO, SERVIDOR y SALVADOR, acogiendo, curando y perdonando.
EL CONCILIO VATICANO II no fue traicionado, ni ha sido perdido…sino que todo consiste en su aplicación..Esta puede ser lenta, como ha pasado con otros concilios…PERO como iglesia existe desde hace 21 siglos…. no se precipita…ya que ningun “viejo” suele actuar en el momento…El que quiera ver en el Concilio una “revolución” completa de todo lo que existe en la iglesia, quedará defraudado…El Concilio completa admirablemente la tradición de la iglesia…y muestra la parte mejor de ELLA que es la caridad de Cristo..que es a su vez terrenal y escatológica puesto que el “reino” trasciende a este mundo….va mas alla del nuestro..
POR OTRO lado parece, sin duda, que el ex-abad de San Pablo Extramuros olvida que en la importante constitucion LUMEN GENTIUM la “nota explicativa” firmada por el Secretario del Concilio Pericle Felice no añade nada nuevo al documento…ciertamente es solo una explicación mas precisa de lo que los PADRES CONCILIARES decidieron al dar el PLACET a la primacía de Pedro junto a la Colegialidad Apostólica, dos cosas que no tienen porque oponerse puesto que las dos se dirigen al mismo fin que es el bien de TODA la iglesia y asi yendo a la traducción castellana de LUMEN GENTIUM en el NUMERO 22 dice:
“EL colegio o cuerpo episcopal…no tiene autoridad si no se considera incluido el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo, quedando siempre a salvo el poder primacial de éste…En cambio, el orden de los obispos,….en quien perdura continuamente el cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta cabeza, es tambien sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia Universal, potestad que no puede ejercitarse sino con el consentimiento del Romano Pontífice” (Mt 16,18-19)…Y en la misma LUMEN GENTIUM mas adelante en el Numero 25 se lee: “Aunque cada uno de los prelados por si no posea la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre si y con el sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer….en este caso anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo”….Y…”La infalibilidad prometida a la Iglesia reside tambien en el cuerpo de los obispos cuando ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro” Y…”Cuando el Romano Pontífice, o junto con el el cuerpo episcopal,definen una doctrina, lo hacen siempre de acuerdo con la Revelación, a la que deben sujetarse y conformarse todos, la cual……….se nos transmite íntegra,y en la Iglesia se conserva y se expone con religiosa fidelidad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad” (LUMEN GENTIUM 22 y 25)
Y a Pablo VI, el Papa del Concilio, admirado y combatido a la vez por conservadores y progresistas, le tocó la dificil tarea de ser el Pastor de todos, a pesar de sus titubeos y deficiencias humanas….PERO su gran amor por la Iglesia,que llevó como una cruz hasta su muerte,le llevo a decir estas palabras -apoyando la espera de la definicion de la doctrina acerca del episcopado- por la que el sentía verdadera admiración- con ocasión de la apertura de la TERCERA SESION del Concilio Vaticano II, el 14 de Septiembre de 1964:
“Porque si a Nos, como sucesor de Pedro…compete el oficio de ser , aunque indigno, vuestra cabeza, esto no es para defraudaros de la autoridad que os compete; somos, por el contrario, los primeros en venerarla….Podemos recordar …..las palabras de Pio XII: “Esta union (del colegio episcopal) y esta oportuna comunicación con la Santa Sede no nace de un afan de reducirlo todo a concordia y unidad, sino del derecho divino y de un principio elemental propio de la misma constitucion de la Iglesia de Cristo”..PERO esta forma no sacrifica, antes al contrario, FORTALECE la autoridad EPISCOPAL, lo mismo si se la considera individual que colegialmente”
La iglesia no terminará sino hasta el final de los siglos…todavia falta aplicar correctamente lo que enseña el Vaticano II……un saludo cordial de Santiago Hernandez
Puesto que se habla del Concilio Vaticano II, indicar que el pasado día 4 se presentaron en el Colegio Mayor Chaminade, en Madrid, ellibro que contiene las ponencias, que a lo largo de todo un año, fueron expuestas en la XXX Catedra de Teología de la Fundación Chaminade, con excelentes ponentes, algunos muy cercanos al Consejo Editorial de Iglesia Viva
Sugiero que en el tablón de anuncios de ATRIO se vayan recogiendo las sucesivas convocatorias quincenales del presente Curso 2011-2012, de convocatoria libre y gratuito( en Fe Adulta se hacen eco del mismo, en la entrada de Convocatorias-Cursos)
Mis deseos de paz
¡Hombre! A, Fueyo ¿A qué profesión mía te refieres, desde la tuya?
Porque las mías han sido muchas: desde aprendiz de campesino de más niño y labrador ya a los 8 años cuando militarizaron a mi padre; pasando por pocero a turno con mi padre ; carretero cuando había que arrimar piedra y materiales para intentar levantarnos una casa; para levantarla, tuve que llenar cimientos y hacer pared al lado de un maestro albañil; estudiar, por la noche después de la jornada de trabajo, el primer curso a los 16 a. y después, .. en el seminario; allí de librero, montando una librería oficial, para que de la renta de mi trabajo, se cobraran mi pensión; ejercer de cura en cuatro parroquias; ser profesor de religión en un Instituto; jornalero, con otros obreros, en las huertas de donde era cura, los días que había pleno empleo; los otros, tapicero y tricotador en casa, con mi hermana, para comer de ello, habiendo renunciado a pagas de Estado, de Curia y aranceles; vendimiador emigrante con collas de feligreses en Francia dos temporadas; un año al paro clerical: consiliario de la HOAC emigrante en Suiza 9 años por contrato de aquel episcopado, después del año en paro, aquí; mozo de almacén de muebles, al regreso por otros 9 años, con doble campaña de vendimia en Francia aprovechando vacaciones (después de nueve años sin readmisión clerical, me casé enamorado y llegue a ser padre) y hasta la jubilación, en lo que ahora estoy,
Como ves hay mucha diversidad en mis ¿profesiones? para sacar conclusiones diferenciadas a tu profesión ¿?.
Lo de los obstáculos episcopales, se refiere a los puestos donde él podía ponerlos y los puso, que no en mi voluntad a la que creo, Alguien, la ayudó a mantenerse libre de sumisión a toda otra obediencia que no fuera, aunque imperfecta y deficiente, hacia su Voluntad.
Lo de la Palabra de Dios, creo que la misma ha estado disponible para ambos, aunque yo he tenido la suerte en la HOAC de escucharla proclamada y comentada por much*s de l*s que pertenecían a esa gente sencilla a la que el Padre revela, porque así le place, LO QUE esconde a sabi*s y entendid*s.
Y me hizo mucho bien escuchar y dialogar, desde su mismo nivel de hermandad.
De otros regalos por el camino ¿para qué hablar?
Pero sí pude constatar con dolor que aún perdura en lo profundo de mi ser aquello a lo que se refiere Jesús: “Herirán al pastor y se dispersarán las “ovejas” espantadas o escandalizadas.”
Así aprendí a valorar la recomendación de Pedro para entender lo complicado a la luz de lo más claro y no, al revés.
Pero no pasa nada con que discrepemos; lo interesante es hacerlo en clima de AMOR con lo que convergeremos en coherencia con Jesús y sus HERMAN*S para gozo del PADRE.
“Concilio traicionado, Concilio perdido”, de Giovanni Franzoni, ex abad de San Pablo Extramuros, en Roma. Creyente, militante, teólogo octogenario al que, simplemente por respeto a su persona que no conozco -aunque no sé si de pasada lo nombra Ernesto Cardenal en su autobiografía Vida perdida al referirse a una ola de secularizaciones que hubo en la vida monástica católica a raíz del Concilio; lo dejamos ahí-, no lo llamaría progresaurio, como seguro que sí lo harían no pocos católicos de derechas y aun integristas. Pero tampoco poco en solfa lo que estos hacen, proponen y defienden; allá cada cual…
Lo que sí me permito sostener, con todo respeto, es que esa Iglesia desclericalizada y desjerarquizada en cuyo nervio o corazón lata la realidad de una comunidad fraterna de iguales en el Señor, el único Maestro, ya se encargan el Papa y la mayoría de los obispos católicos de hacerla inviable, imposible. No sé por qué lo hacen, no soy tan culto ni adivino, pero el caso es que es así, es un secreto a voces que es así.
N0 me imagino a la mayoría de los obispos católicos “bajándose de su cátedra” al encuentro igualitario, solidario y fraterno -literalmente, “de tú a tú”, sin ilustrísimas ni eminencias reverendísimas, títulos que se me han antojado siempre como inimaginables e irreconciliables en relación al espíritu humilde y subversivo de Jesús de Nazaret- del pueblo de Dios, en su mayoría compuesto por seglares. La historia de la Iglesia, salvados sus tres primeros siglos, y salvadas loables excepciones de comunidades cristianas que sí han hecho realidad el sueño fraterno e igualitario de Jesús de Nazaret, es la historia de la consolidación del modelo jerárquico o piramidal de desarrollo-administración del poder sagrado: el obispo de Roma o papa como garante del poder máximo en la Iglesia, revestido de plenos poderes, de todos los poderes, asistido por cardanales, arzobispos, obispos… Así las cosas, los jerarcas de la Iglesia católica -no digamos los de la Iglesia Ortodoxa, estos son como si dijéramos carcas casi por oficio y beneficio- prácticamente desde siempre han actuado como autoridades que han buscado el sí servilista y reverencial del pueblo de Dios. Nada de igualdad, derechos humanos, comunidad fraterna de iguales en el Señor… Es más, estoy seguro de que mi planteamiento, que tampoco es que sea el de un católico progre al uso -porque rechazo el divorcio, el aborto, etcétera, sin que por ello me mole la movida de la tercera boda de la duquesa de Alba, por cierto, porque soy simpatizante de la causa libertaria, entre otras razones-, escandalizaría al común de los católicos actuales, que lo reputarían poco menos que de irrespetuoso, herético.
Y lo mismo harían con el del ya veterano pensador y militante Giovanni Franzoni. Sólo que mientras tanto, a lo que íbamos: las tendencias predominantes actualmente en la Iglesia católica , eclesiales, teológicas, pastorales y hasta ideológicas, no hacen razonable el concebir o abrigar excesivas esperanzas de que ese sueño eclesial que expone el italiano Giovanni Franzoni en su artículo “Concilio traicionado, Concilio perdido”, vaya a pasar de ser eso, un sueño, una quimera.
Si no, veamos la nueva “oportunidad” perdida por el papa Benedicto XVI en su reciente visita a España con motivo de la JMJ. El Papa volvió a ser tratado, normal, obvio, como Jefe de Estado, con toda clase de honores y reverencias. Cierto que tuvo el gesto de comer con varios jóvenes, si bien no fueron precisamente del Movimiento 15 M, no sea que a estos les hubiera dado por hacer preguntas indiscretas al sucesor de Pedro o por invitarlo a tomar una cervecita o, incluso, un porrito, prácticas muy habituales entre los jóvenes del 15M . En realidad, esa comida que compartió el Papa con algunos jóvenes bien elegidos no puede sino hacer pensar en las que compartió Jesús de Nazaret. A éste lo llaman los Evangelios “comelón y bebedor de vino”, pues a su mesa no excluía a nadie, y sobre todo tenían un lugar muy especial los pobres, los excluidos, los publicanos, las prostitutas…
Sospecho que mucha gente, sobre todo de fuera de la Iglesia, ya muy “quemada” con las cosas de la Iglesia católica, sigue viendo estas tremendas contradicciones entre el mensaje de Jesús y la realidad de la Iglesia actual. Hasta el extremo de que ven algo así como una mera o insalvable contradicción entre el sueño de Jesús y el sueño de la que llaman su Esposa. Exactamente lo que acaba de poner de manifiesto José María Castillo en dos artículos suyos recientes reproducidos en Redes Cristianas.
Con todo, no puedo dejar pasar una especie de “queja”: la Iglesia católica en la actualidad me parece tan altamente hipócrita en bastantes de sus instancias y aparatos de poder, y tan mundanizada por no pocos secularizantes que empero viven gracias a ella, que ya ni siquiera creo con especial entusiasmo en el sueño de esa otra Iglesia posible.
El Espíritu Santo, que suscito el concilio, suscito hoy, desde donde nosotros vemos sólo oscuridad, el nacimiento de un tiempo Nuevo…Gabriel
Agradezco las argumentaciones de Antonio Vicedo, y entiendo la relevancia que les da; sin embargo, en mi vida diaria concreta el deseo de hacer el bien no es obstaculizado en modo alguno por nadie, por ningún obispo que se interponga en el camino, por contra la lectura diaria de la Palabra de Dios es un acicate para actuar en la dirección de poner en práctica la misma; de hecho me es de indudable ayuda las reflexiones diarias de un obispo, Vicenzo Paglia, de la Comunidad de SantEgidio (también hoy el comentario de JA Pagola, en su libro sobre el evangelio de san Mateo)
Mi profesión está muy alejada de la de Antonio Vicedo, nuestras experiencias son diferentes, y nos separan también veintitres años; con mis dificultades para expresarme en términos teológicos y filosóficos, lo que he tratado de expresar es que con premisas diferentes es lógico que lleguemos a conclusiones diferentes, a planos diferentes, diría Ana, pues en función de donde pongamos el énfasis en la selección de las premisas el punto de destino diferirá.¿Es que acaso no cabe una integración de las premisas, desde la óptica de la misericordia hacia uno mismo y hacia los demás?
Soy “discípulo”-a distancia- del cardenal Martini, cuya obra creo conocer bien tras mi encuentro casual con un libro suyo sobre Abraham-cuya festividad se celebra hoy- hace ya más de quince años, y como seguidor del mismo , siguiendo su criterio, omito cualquier réplica tomada de los Evangelios, pues en ellos siempre hay alguna para ser usada en el “combate” con el otro; también aspiro como él , a dejar de soñar con una Iglesia diferente….y…. tan solo rezar para que el Espirítu sople con más intensidad, pero dentro de una profunda confianza en creer que el nervio amoroso de Dios atraviesa todas las situaciones, lo que nos hace ser esperanzados, nos da coraje para la acción, nos hace más fuerte en un contexo de desierto, en donde las circunsatncias aplastan al débil(Foucauld), e ir sin demora hacia tantas personas que sufren en el acontecer diario y tan cercanos.
Mis deseos de paz, un fruto que no debemos dejar de implorar a Dios nos sea concedido.
Abelardo
De acuerdo totalmente con Antonio Vicedo y no tengo ni una palabra más que añadir a lo dicho por él. No mezclemos niveles de consideración y análisis.
A. Fueyo: “-se requeriría cuestionarse a fondo cada uno de nosotros sobre nuestras propias dificultades para poner en práctica, en el día a día, el modo de proceder de Jesús, las dificultades que experimentamos, como el “joven rico”.
Hay que suponerlo y cada cual, no sólo darlo por supuesto, sino estar atent* para no fijarnos en la paja de ojo ajeno, mientras nos ciegan las vigas sobre los nuestros.
Pero cuando de hacer análisis de una realidad estructural y de la repercusión que sobre ella tienen y ejercen quienes, en ella y sobre ella, tienen poder, influencia y garantía de eficacia, arrogándose no presencia individualizada, sino REPRESENTATIVA de AQUEL en quien fundamentan SU FUNCIÓN y de la TOTALIDAD DE MIEMBROS implicados en dicha estructura, la cosa cambia cualitativamente, sin que excuse dónde y cómo se fundamenta la crítica, denuncia o rebeldía, sin que ninguna de estas actitudes quede fuera o excluida del ingrediente fundamental del AMOR.
Es más, todos sabemos por experiencia propia y ajena cuanto de proporción negativa hay en el proceder de los bien intencionados y dispuestos a la generosidad, sobre todo incipiente, cuando tropiezan y han de dijerir y sobrepasar dificultades estructurales o personales provenientes de jefaturas poderosas, en ambientes donde se ha sacralizado la OBEDIENCIA y SUMISIÓN.
En el Evangelio hay expresiones de Jesús que son muy claras, valientes y oportunas respecto a esto.
Llama a algunos de estos procederes: “Raza de víboras”; Ciegos que se aprestan a conducir a otr*s; Asalariados a quienes poco les importa la oveja, sino su rentabilidad; y provocadores de escándalo para l*s pequeñ*s.
La misma Comunidad, Pueblo o lo que consideramos Gentes , con su actitud recriminadora próxima y con su inclinación a la comprensión , al perdón y al olvido de las faltas o deficiencias de alguien igual, o próxim* a ell*s, nos está mostrando que no es igual a cuando se trata de quien intenta y presume estar situad* por encima de ell*s.
Además no creo que sea necesario, sobre todo, en ambiente abierto de opiniones, forzar a quienes las exponen con libertad, a que presenten memorial de sus particulares actitudes y comportamientos. Porque puede, y no es mi caso, que quienes más dura y fuertemente critican, al ser cuestionad*s de esta forma, podrían aducir semejante aportación a la de Pablo defendiéndose de interpretaciones y actitudes negativas como ataque personal.
De todos modos gracias por la alusión general que a tod*s nos puede y debe servir para no dejar desconsiderado el espejo que nos refleja la imagen de nuestra realidad.
Realmente interesante.
Es de agradecer el contenido y la forma: “el tono”.
Y el consejo: “seguid adelante con coraje, con humildad y con generosidad.”
Leo atentamente la ponencia del padre conciliar, Giovanni Franzoni, y agradezco su selección en Atrio, siendo además un verdadero modelo del difícil “arte de criticar sin herir”, con un final de esperanza, que debiera ser un compromiso que todos debiéramos practicar.
Sus conclusiones están enraizadas en un valor clave del Evangelio, que es la misericordia, en particular hacia los que no opinan como nosotros, de alguna forma una variación de lo que serían los enemigos, refiriéndose en concreto a los que son custodios del poder eclesiástico.
Nos recuerda nuestra continúa necesidad de conversión , a retomar el camino del servicio para los otros, con humildad y coraje.
En determinados aspectos , sus conclusiones están muy en línea con el pensamiento del cardenal Martini, en particular con sus reflexiones en “Coloquios nocturnos en Jerusalén”(2008), argumentando que el sentido de la vida radica en que “estamos llamados a existir para otros”, cuando alude a la tendencia a apartarse del Concilio Vaticano II , que lo comprende desde las posiciones de los conservadores y sus miedos, pero no duda de su indudable repercusión positiva , o cuando apela a una Iglesia más en dialogo con el mundo, que asuma riesgos, como Abrahán y David, que tenían el coraje para la decisión ,…”pues solo los audaces cambian el mundo hacia el bien”( la alusión a la necesidad de coraje es una constante a lo largo del libro, siendo quizás una de las palabras que más utiliza ); también el cardenal considera que la Humanae Vitae, que salió de la pluma de Pablo VI, a quién le tenía gran estima y por tanto le resulta doloroso que haya quedado recordado de forma tan negativa en la opinión pública , “ha ocasionado un gran perjuicio, puesto que ha hecho que muchas personas se alejen de la Iglesia , y la Iglesia de los hombres, que no la consideran ni creíble ni competente en tales materias” (pp 142 a 145), posiciones que después de cuarenta años le parece que bien requieren de una nueva perspectiva; también su opinión, está vez extraída de sus diálogos con Verzé, en el libro “Estamos todos en la misma barca”(2009), en conseguir un gobierno de la Iglesia más participativo y descentralizado de los organismos romanos
Por último respecto a la opinión de Antonio Vicedo “de que no hay coherencia de MISIONES entre la de Jesús y la de quienes asumen su representatividad”, creo que para entenderla, de manera misericordiosa, en la línea de Franzoni, se requeriría cuestionarse a fondo cada uno de nosotros sobre nuestras propias dificultades para poner en práctica, en el día a día, el modo de proceder de Jesús, las dificultades que experimentamos, como el “joven rico”, que se alejó de seguir la invitación que le hizo Jesús con tan solo cinco palabras( en particular vender sus bienes y repartirlos a los pobres) , o como en tantas ocasiones actuamos como los dos personajes que pasaron de largo ante el hombre malherido-léase enfermos, parados, encarcelados, …- y que solo un samaritano se comprometió a ayudarle con decisión
Y es que como dice Carlo María Martini (“Preguntas con Respuesta”, Sal Terrae 2011),…” la Iglesia depende de cada uno de nosotros, de nuestro compromiso de cada día, ….de “la fidelidad del sacerdocio de los laicos”…amando a Dios en nuestro ámbito, con humildad y verdad ….recordándonos que solo de nosotros depende que la Iglesia del futuro sea de los pobres y de los poderosos.
Mis deseos de paz para todos
Abelardo
Por la ya visto y aquí expresado, el movimiento de renovación que dio origen a la convocatoria del Concilio, junto con éste, está anulado y sellado de forma oficial.
Pero, por lo mismo, visto lo visto y vivido lo vivido, tenemos una visión cristiana cada vez más clara y unificadora de verdad, de que nada ni nadie va a hacer por cada uno/a de nosotros, los que intentamos seguir a Jesús, aquello que cada uno/a experimenta en su interior con máxima confianza, sintiéndose libremente impulsado, centrándose en el ser humano, respetándole, viéndose en él y trasmitiéndole el amor inagotable que se nos da, regala incondicionalmente. Para esto nos sobran leyes, jerarquías y edificios. Lo que nos une no se palpa en el papel, ni en el poder ni en el tener.
Hola!
En América Latina y Caribe la presión de la opresora Central romana
se fue haciendo sentir cada vez más.
* El Vat. II termina en 1965.
* Medellín (Conferencia – 1968) fue la instauración del Vat. II en A.L.
(Copió hasta la cantidad de Documentos: 16)
* Puebla (Conferencia – 1979) ya empieza la “cuesta abajo”.
* Santo Domingo (1992) ya es el parate.
(- no se permitió la participación ni de laicos ni de asesores)
(- las “Conclusiones” tuvieron que esperar que Roma hable)
* Aparecida (2007) hay un repunte. Pero lejísimo del Vat. II.
(- el documento preparatorio de J.B.Libanio, 22 págs., no pasó el examen)
………….
En fin, todo esto es un tufo de timoratos encerrados en su cómoda posición profesional de religiosos:
Muchas reformitas y nada nuevo
en un mundo que revienta.
¿Habrá algo de esto?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Esclarecedor y tremendo testimonio… Señor, cómo se han ido cerrando tantas ventanas abiertas y opacando tantas luces radiantes… ¿dónde ha quedado el esfuerzo y vigor teológico de tantos teólogos y obispos conciliares? Sigo creyendo en Ti como Señor de la historia, pero qué difícil es creer contra corriente, contra la esperanza e ilusión fallidas nacidas del “visionario” Papa bueno… Cada vez siento más lo de “siervos inútiles”, pero sigo soñando con una ráfaga de Espíritu SANTO
Bello texto que ofrece sugerentes interpretaciones de los casi 50 años que han pasado desde el Concilio Vaticano II. Probablemente de podrá discutir largo y tendido sobre lo ajustado de la interpretación, pero considero que en líneas generales es bastante plausible. Pero sobre todo me quedo con el párrafo final que nos anima a seguir con coraje, humildad y generosidad (añadiría con amor) la tarea de construir una Iglesia más viva y más fiel al Evangelio.
Leo:
-“Jesús habla otras cosas:
* una comunidad de hermanos y hermanas,
* de servicio recíproco“-
Y también leo:
-“Nosotros soñamos
* Iglesia sin sacerdotes ni sacerdotisas,
* en la que hombres y mujeres, solteros o casados,
* ejerzan los distintos ministerios
* al servicio de la comunidad eclesial.”-
Pareciera que en ese final de “al servicio de la comunidad eclesial”
aparece una hilacha de clerical ¿no?
¿Por qué no hablar de la comunidad humano-mundanal, y listo?
¡Voy todavía! – Oscar.
Después de una rápida lectura y, compartiendo con el hermano Giovanni Franzoni vivencias coetáneas; nacimos el mismo año y compartimos etapa eclesial, él en Roma, y yo en Elche en una barriada obrera pobre, con porcentaje considerable de gentes atrapadas por la miseria, he percibido como una bocanada de aire fresco y limpio revigorizante por lo que supone de convergencia teórico práctica (salvado el distinto nivel) esta exposición y su fundamentación, enfoque y orientación. de lo que nos supuso el Vaticano II y lo que empezamos a percibir concrétamente terminado el mismo, sobre todo en una diócesis en la que nuestro obispo permaneció afianzado a la inmovilidad de fondo próxima a lo que Giovanni atribuye a Pablo VI, aunque quisiera envolverlo en oropel de formas reformistas, administrativas y litúrgicas.
Quienes, esperanzados por como percibíamos el desarrollo del Concilio, aclarando valores de encarnación y comunión, potenciándolos destacando la riqueza evangélica y eclesial de la Comunidad de las gentes sencillas, y su carácter de depositarias, en comunión con todas las demás, del patrimonio de la fe en Jesús, y en coherencia con ello intentábamos la coherencia del vivir humano con el Jesús de nuestra fe, empezamos a ser considerados elementos peligrosos, a sufrir controles y represalias, hasta ser desprestigiados y como peligrosos, apartados de nuestras entusiastas entregas solidarias y fraternales hacía aquellos a quienes habíamos sido enviados como evangelizadores.
Para no ser largo ahora, que ya es tarde, o mejor, pronto, adhiriéndome a la exposición de Guiovanni, me reafirmo en que de donde no se quiere salir, qu es donde nunca se debería haber entrado es en minimizar el valor que Jesús, al hermanarse humanamente con los humanos, concedió a la HERMANDAD HUMANA como proyecto divino del Padre.(Todos los seres humanos iguales en valor, dignidad y finalidad última)
“A NADIE, consideréis, ni llaméis padre sobre la tierra, pues UNO SÓLO LO ES, CELESTIAL”. Por eso Pedro, solo cuando te conviertas, aceptando la fe en Jesús que es patrimonio de la ASAMBLEA=COMUNIDAD DE HERMAN*S, CONFÍRMALOS EN LA VERDAD”
De MONO-PODER =MONARQUIA SAGRADA, nada de nada en la MISIÓN confiada por el Padre a Jesús (Vino, SIN PODER, a SERVIR; no a SER SERVIDO); y nada de nada en ese COMO y ASÍ que identifica la MISIÓN del Padre y la de Jesús a sus enviados.
No entender en ese sentido eclesial la INFALIBILIDAD PAPAL, es vaciarla de todo contenido de coherencia con la fe en Jesús. Lo que en la Comunidad Eclesial no es aceptado con común generalidad, no puede ser contenido de declaración infalible. Aún siéndolo potencialmente habrá que poner todos los medios de aportación, reflexión, debate y cuasi total aceptación, previos al compromiso declaratorio de la autoridad infalible.
Pedro, también necesitaba y necesita CONVERTIRSE a Jesús en la Comunidad,antes de atreverse a CONFIRMAR.
Y aparece claro que, con todas esas reservas previas papales en el pre-concilio,(Cuestiones excluidas a pesar de estar ya como problemas en las Comunidades), en el mismo concilio y después del concilio, no hay coherencia de MISIONES entre la de Jesús y la de quienes asumen su representatividad. Porque lo de la COLEGIALIDAD EPISCOPAL, sin la real COMUNIÓN con la COMUNIDAD, tampoco queda claro anulación de la mayoría de fieles.
Otro rato añadiré o concretaré algo mas: Buenas noches , o Buenos días.