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Investigar o someterse: he ahí el dilema

ATRIO se concibió desde el principio para dar cobijo libre a toda reflexión sobre lo sagrado -o fundamento último de toda realidad- sin estar sometida a los recintos eclesiáticos. Parece que este éxodo de teólogos creativos se está produciendo hoy a gran escala, como cuenta Juan G. Bedoya en un reportaje de hoy en EL PAÍS, que sometemos a la consideración de nuestros lectores.

Investigar o someterse, he ahí el dilema

– Grandes pensadores cristianos se refugian en centros laicos ante la censura del Vaticano – Roma ha perdido el monopolio teológico

JUAN G. BEDOYA 04/01/2011

La Teología, con mayúscula, la disciplina académica que presumía antaño de ser la emperatriz de las ciencias, aparece hoy encerrada en una capilla de catequistas repitiendo lo que el Vaticano decide en cada momento. Es solo una apariencia. Grandes pensadores cristianos producen su obra cobijados en centros universitarios laicos, o publican en editoriales libres de control eclesiástico. Un ejemplo es el teólogo suizo Hans Küng, perito del Concilio Vaticano II junto a Joseph Ratzinger (hoy papa Benedicto XVI). Execrado sin contemplaciones por Roma, que le retiró incluso la categoría de “teólogo católico”, Küng sigue siendo una referencia mundial. El próximo mes de enero será investido doctor honoris causa por la Universidad a Distancia (UNED), a propuesta de su Facultad de Filosofía.

En España funcionan ya una docena de centros superiores donde la Teología o las ciencias de las religiones no tienen tufillo eclesiástico alguno. Son cátedras creadas sin interferencia religiosa y dirigidas por profesores de plantilla de las propias Universidades. Entre otras, cuentan con centros de ese tipo las Universidades Complutense y Carlos III (Comunidad de Madrid), la Pablo de Olavide (Sevilla), la Pompeu Fabra de Barcelona, la Universidad de Valencia y la cátedra de Filosofía de la Religión e Historia de las Religiones en la propia UNED.

La pérdida del tradicional monopolio teológico de la jerarquía católica ha sido pacífica. Nadie discute ya la competencia del Estado para crear facultades de Teología, y mucho menos la existencia de Universidades católicas con igual fin. No siempre fue así. La sabiduría popular, la más afectada por las feroces guerras de religión que asolaron Europa durante siglos, acuñó la expresión “¡Y se armó la de Dios es Cristo!”, para escenificar las consecuencias de las disputas teológicas sobre si Jesús de Nazaret era hijo de Dios, y no un simple mesías.

Viejos recuerdos de la Inquisición, entre otros. Ahora, la Iglesia de Roma tiene un núcleo irrenunciable de doctrina y lo guarda con siete llaves, sin discusión, pero sin violencia. Hacia fuera, sin embargo, florecen teólogos que escapan de la caverna, liberados de amenazas de tortura u hoguera. Son pocos, pero suelen tener el favor del público. Es la atracción de la disidencia.

Entre los que en España han pagado por la osadía de ser libres destacan en los últimos años José María Díez-Alegría, José María Castillo, Benjamín Forcano, José Antonio Pagola, Juan Masiá y Juan Antonio Estrada, apartados de la docencia mediante sinuosos procesos. El último caso es el del teólogo franciscano José Arregi, obligado a abandonar la congregación de Francisco de Asís para evitar males mayores a sus superiores.

“Humiliter se subiecti”. Se ha sometido humildemente. Esta era la fórmula de sometimiento de los censurados por Roma. Persiste. El Vaticano II suprimió en 1965 el Santo Oficio de la Inquisición, pero ha resurgido con fuerza, ahora con el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe. También hay un latinajo para enunciar la nueva intransigencia. “Roma locuta, causa finita”. Una vez que Roma se ha pronunciado, el asunto queda zanjado. Es difícil encontrar otra institución que trate de modo tan desdeñoso a quienes defienden otros puntos de vista en sus filas.

El Vaticano II proclamó que se habían acabado los métodos del Santo Oficio -crueles, muchas veces criminales, con decenas de miles de personas quemadas vivas o asesinadas por otros medios-, ante el escándalo de que tres de los principales papas del pasado siglo hubiesen sido molestados por el inquisidor de turno como sospechosos de herejía o desviaciones pastorales. Fueron Benedicto XV, Juan XXIII y Pablo VI. Grandes teólogos del famoso concilio también sufrieron lo indecible en las garras del Santo Oficio. Décadas más tarde, observaron con estupor que uno de los mejores peritos del Vaticano II, el alemán Joseph Ratzinger, iba a resucitar algunas de las prácticas inquisitoriales repudiadas en 1965.

Fue el cardenal austriaco Franz König quien dio la voz de alarma, y expresó bien alto su perplejidad. Lo hizo cuando Ratzinger cayó sobre el teólogo jesuita belga Jacques Dupuis por “desviaciones doctrinales” en el libro Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso. En una disputa con Ratzinger muy jaleada en los medios católicos, el gran König salió al quite. “Mi función no consiste en aconsejar a la congregación doctrinal, pero no puedo permanecer en silencio, porque se me parte el corazón cuando veo hacer un daño tan obvio al bien común de la Iglesia de Dios. La Congregación tiene perfecto derecho a salvaguardar la fe -aunque aún lo haría mejor si la promueve-. El presente caso, sin embargo, es un signo de que se están extendiendo la desconfianza y la sospecha respecto de un autor que tiene las mejores intenciones y que ha adquirido grandes méritos en su servicio a la Iglesia católica”, escribió en un alegato titulado En defensa del P. Dupuis.

König, uno de los grandes aperturistas del Vaticano II, tenía motivos para decirse escandalizado. No solo se estaba pisoteando la proclamación conciliar de la libertad religiosa y de conciencia, sino la idea de que se debía proteger el trabajo de los teólogos. König llegó a recordar a Ratzinger el discurso de Pablo VI a la Curia romana en pleno concilio: “Tenemos que aceptar con humildad la crítica, con reflexión y también con reconocimiento”.

Ratzinger sostenía entonces la misma idea. Escribió en 1968: “Aún por encima del Papa se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica. Lo que hace falta en la Iglesia no son panegiristas del orden establecido, sino hombres cuya humildad y obediencia no sean menores que su pasión por la verdad, y que amen a la Iglesia más que a la comodidad de su propia carrera”.

Estas palabras se las llevó el viento nada más acceder Ratzinger, en 1981, a la presidencia de la Congregación doctrinal, convertida poco a poco en férrea policía de la fe. Desde entonces, la Teología es tratada como la criada del magisterio episcopal.

Obediencia y unidad son las palabras que lo justifican todo. Y, también, la voluntad de Dios. Pero los teólogos no hacen caso. Siguen en esto al Evangelio, más que a sus superiores. Lo sostiene Hans Küng, compañero y amigo de Ratzinger cuando coincidieron como docentes en la Universidad alemana de Tubinga. “Tampoco Jesús obedeció a ciegas. Ya con 12 años, en el templo, demostró que no obedecía ciegamente a sus padres”.

La verdad os hará libres, proclama Jesús. Es en nombre de esa libertad que el teólogo Küng se rebeló. “No podía seguir otro camino, no solo por la libertad, que siempre me fue querida, sino por la verdad, que está por encima de mi libertad. Si lo hubiera hecho, habría vendido mi alma por el poder en la Iglesia”.

Durante siglos, la Iglesia romana se opuso a la traducción de los textos sagrados a las lenguas de cada pueblo. Cuando Lutero publicó la Biblia en alemán, el Papa arreció en sus exigencias de que le llevasen a Roma la cabeza del monje agustino. Con las ideas de Jesús en manos del pueblo, Roma no podría justificar su poder terrenal, ni sus pompas y vanidades, ni el afán de dominación, o la marginación de la mujer. Por eso, como sostiene Küng, “parece que Jesús goza de mayor estima fuera de la Iglesia que dentro de ella”. Añade: “Nunca se pregunta qué hubiera hecho o dicho Jesús; tal pregunta resulta en ese contexto tan extraña, que la mayoría la juzgaría poco menos que absurda”.

Lo destacó bien alto el teólogo José María Díez-Alegría, expulsado de la Universidad Pontificia Gregoriana, de Roma, y refugiado en una de las chabolas del Pozo del Tío Raimundo, junto al mítico José María Llanos. “Jesús entró en Jerusalén a lomos de un borrico. Los Papas viajan coronados con la tiara pontificia”.

No ha habido un solo aspecto de la vida en que la Iglesia no se creyese con derecho a dar su dictamen e imponerlo. Monarcas autocráticos, los Papas practicaron durante siglos la doctrina de Gregorio VII en Dictatus Papae, de 1075: solo el romano pontífice puede usar insignias imperiales, “únicamente del Papa besan los pies todos los príncipes”, solo a él le compete deponer emperadores, sus sentencias no deben ser reformadas por nadie mientras él puede reformar las de todos.

El último de esos emperadores (o así se creía), fue Pío XII, soberano entre 1939 a 1958. Obsesionado con el protocolo tradicional, los funcionarios debían arrodillarse cuando el Papa empezaba a hablar, dirigirse hacia él arrodillados y salir de la habitación caminando hacia atrás.

Son recuerdos del brasileño Leonardo Boff, forzado a abandonar la orden franciscana. “Mi experiencia de 20 años de relación con el poder doctrinal es esta: es cruel y despiadado. No olvida nada, no perdona nada, exige todo. Y para alcanzar su fin, se toma el tiempo necesario y elige los medios oportunos”.

Boff nunca olvidará que incluso intentaron quemar sus libros. Después de muchas disputas, silencios y humillaciones, llegó el día en que tuvo “la sensación de haber llegado ante un muro”. Entonces, abandonó también el sacerdocio. “Hay momentos en que una persona, para ser fiel a sí misma, tiene que cambiar. El mismo Jesús fue muerto por decir que no todo es lícito en este mundo. No todo es lícito en la Iglesia. Existen límites intraspasables: la dignidad y la libertad de la persona. Dejé el ministerio sacerdotal, no la Iglesia. Me alejé de la Orden Franciscana, no del sueño tierno y fraterno de san Francisco de Asís. La Iglesia jerárquica no posee el monopolio de los valores evangélicos ni la orden franciscana es la única heredera del Sol de Asís”.

El hoy papa Benedicto XVI fue profesor de Boff en Munich (Alemania) e incluso le dio de su bolsillo dinero para que pudiera publicar la tesis doctoral porque la consideraba una gran aportación teológica. “Ratzinger es una persona muy compleja y, a la vez, muy negativa para la Iglesia. Es un hombre muy influido por la teología agustiniana, con una visión pesimista del ser humano. No es un hombre que ilumine el camino, sino que lo oscurece, impidiendo transitar por él. Dudo que crea en el ser humano y, por tanto, dudo también que se fiase de mí. Por eso me condenó”.

“Gestapo eclesial”, “máquina de estrangular”, “camarilla indecente e ignorante”… He aquí algunos calificativos contra la inquisición romana en boca del dominico francés Yves Congar. Apartado de la enseñanza, mandado al exilio, humillado, Congar llegó a sentirse destruido, al borde del suicidio. “Se me ha desprovisto de todo aquello en lo que he creído y a lo que me he entregado”, dijo. Resistió y venció. Como compensación a los años de silenciamiento y en reconocimiento a su profundidad teológica (uno de los grandes inspiradores del Vaticano II), Juan Pablo II lo hizo cardenal en 1994. De Congar es esta frase: “Se puede condenar una solución, pero no se puede condenar un problema”.

El jesuíta Juan Masiá, expulsado de la cátedra de Bioética en la Universidad Pontifica de Comillas, sostiene que la Iglesia católica habla de derechos humanos hacia fuera, pero no los respeta dentro. “Renunciar al espíritu inquisitorial es una asignatura pendiente. Cuando impera un sistema de pensar -en realidad, de no pensar- estrictamente regulado por los cánones de la ortodoxia, quien quiera medrar en su escalafón no tendrá otro recurso que callarse. La perfecta ortodoxia llevada al extremo daría sobresaliente al silencio y notable a la repetición de papagayo; un aprobado por los pelos a quien insinúe tímidamente preguntas prohibidas. Y, desde luego, un suspenso a todo disentir, por muy fiel, responsable, inteligente, meditado y ponderado que sea”.

9 comentarios

  • h.cadarso

      Me encanta que nos hayamos encontrado en el camino, amigo Luis G. Morán; me encanta que te duelan los abandonos de tantos que se han sentido incómodos en esta mesa redonda, guirigai o como quieras llamarle de Atrio. Todos deberíamos tener las espaldas más anchas, y la cintura más flexible. Pero somos tan celtibéricos!
      Tu esperanza, y la definición de Peguy que aportas, creo que es la misma que la mía, más próxima a Sancho y don Quijote y Unamuno que a Peguy. Pero es lo mismo. Otro abrazo.

  • Luis González Morán

    Querido Honorio:
    Martes y trece: ya sé que hoy es once de enero, pero tu aportación en este hilo de 11 enero 2010 – 11:54 tiene precisamente trece líneas y me ha proporcionado una de las mayores alegrías morales de los últimos tiempos, porque representa la imagen de una persona a la que yo conocí cuando los dos éramos mozos y que después de una vida llena de luchas, esfuerzos y trabajos, conserva limpia e intacta (quizá incrementada) la frágil esperanza de la que con tanta ternura habló Charles Peguy:
    “Lo que me asombra, dice Dios, es la esperanza,
    Y no salgo de mi asombro.
    Esta pequeña esperanza que parece una cosita de nada.
    Esta pequeña niña esperanza,
    Inmortal”.
    Me uno a tu esperanza y a la pobre y tierna esperanza, incluso desesperanzada, de todos los hombres del mundo: el sol sigue saliendo cada día y sigue saliendo limpio y animoso. Dentro o fuera de la institución Iglesia (ella no es lo importante, sino “el Reino” y el “Proyecto de Jesús”) importa seguir luchando por el hombre y porque todos los hombres alcancen su verdadera estatura humana y moral. Puede que podamos hacer pocas cosas, pero con las pocas o muchas cosas que podamos hacer, hay que volcarse en razón y co-razón.
    Y la esperanza tiene un componente activo de rebeldía prístina y de justicia insustituible. La meta no es llegar, sino seguir caminando: el propio camino ya es meta en sí mismo. Y EL viene con nosotros y cada uno debe descubrir su camino junto a EL y ELLOS,      que radicalmente son NOSOTROS.
    Gracias y un abrazo para ti y para todos sin excepción: en el camino ya nos estamos encontrando.

  • h.cadarso

      Amigo Gundín: Andan por ahí unos locos de atar pregonando que otro mundo es posible…andamos por aquí otros locos de remate pregonando contra viento y marea que otra iglesia es posible. Y convencidos de que nuestro trabajo y terquedad va en la buena dirección y a largo plazo dará resultado. Y además, ya ves qué majaras estamos, nos sentimos felices con este dar cabezazos contra la pared. Masocas que somos…
      Lo último que le queda al ser humano es la esperanza; es lo que le salva…Yo ya sé que muchos soltaron la mano del arado y se fueron a sus cosas y sus ilusiones, yo ya sé que muchos excuras, muchos militantes de movimientos cristianos, se declaran agnósticos y no creen en casi nada.  Y sé que, al dejar ellos el frente de lucha y acción, los poderosos y los capitostes se han movido a sus anchas y se han declarado victoriosos y han proclamado el fin de la historia y el poder absoluto de los mercados y de los cuatro sinvergüenzas que los manipulan…Y en la iglesia campan a sus anchas los “jerarcas” y pontífices y anases y caifases de turno..
      Allá cada uno con sus ilusiones y sus felicidades, con sus desengaños y sus cerrazones de mollera. Y que Dios reparta suerte. Y sarna con gusto no pica. Y al que Dios se la dió San Pedro se la bendiga, y a lo mejor igual que a Sancho, un día nos toca gobernar una ínsula Barataria…

  • X. Gundín

    Hace cuarenta y un años -era un adulto joven- que deje ese sufrimiento en el que os revolveis. Decidí que si había de conocer el infierno no sería  en vida.  Cuando lo dejé me sentí liberado y, con el lastre que con el tiempo fui soltando, aligerado.  Me equivoqué y equivoco en muchas cosas, antes y después de dejarlo, pero en dejarlo acerté. Al menos esta es la experiencia de 41 años.  No está en mis previsiones volver a ese infierno en el poco tiempo que me queda. Al contrario, quiero estar lejos de el; libre, ligero.
    Nadie gana esa guerra. Todos los bandos juegan a perder-perder.  Todos perdeis.
    A nadie tengo yo que decirle lo que tiene que hacer, pero me duele -¡recuerdos!- ver gente que ahí todavía hoy se abrasa, y no de amor.
    Dad el salto a la libertad mansa. Dejadlos, por vuestra propia salud.

  • Antonio Vicedo

    Bueno es que se airee cuanto a l-s prestigios-s teólog-s les ha sobrevenido por el afán inquisidor y controlador de la verdad eclesiástica por un ministerio clerical enfangado en corruptelas de poder y prestigio falsamente representativo de Quien envía como ha sido enviado por el Padre a lo largo de los tiempos y, en especial, últimamente en el posconcilio V.II.
    Pero siendo esto tan necesario y oportuno para contrastar actitudes a nivel de calidad teológica, quisiera que no nos quedáramos preocupados solamente por lo que pasa en ese nivel,  llamémosle teórico-técnico científico, sino que ensanchemos la mirada sobre lo acontecido en niveles de reflexión sencilla de parte de muchos fieles y no fieles, que han querido, en sus prácticas vitales,  tomarse en serio a Jesús,  junto a mucho clero de base que con aquellos se comprometieron en conciencia  y libre compromiso en el serio intento de actualizar en sus concretos ambientes la práctica de Jesús, sobre todo,  en el terreno de la búsqueda de la Justicia del Reino de Dios en todo lo humano.
    Cuantas personas que se comprometieron, más o menos radicalmente, en humanizarse y humanizar sus familias, ambientes y estructuras  en los planos:
    – culturales
    (Institución Libre de Enseñanza  y magisterio en colegios públicos de Primaria y Secundaria);
    – laborales (Organizaciones sindicales de clase proletaria > “mis más pequeños hermanos, para Jesús);
    – políticos (Los Partidos de izquierda,  demonizados porque buscaban promoción humana sin la tutela de una iglesia implicada en los poderes fácticos siempre opuestos a la verdadera promoción y libertad humana de las gentes sencillas y buscaban intervenir con eficacia de gobierno para  afianzaran los derechos humanos fundamentales);
    – ambientales (Pequeños autónomos, más o menos creyentes o practicantes, resistentes al afán de absorción o vasallaje de los latifundistas caciques, beatos interesados en cubrir sus injusticias con prácticas de culto y beneficencia de remiendo. Movimientos feministas y de homosexuales, incomprendidos y atacados);
    -eclesiales ( Clero comprometido en  pastoral de encarnación con los últimos y con cuantos buscaban verdad, justicia, libertad y subsistencia suficiente y digna y  detestado y calumniado de desviación ministerial por la propia jerarquía eclesiástica: JOC. HOAC. ACO. ACLI. Curas Obreros  y  animadores de Comunidades de Base Liberadoras,  etc.)
    Clérigos zarandeados con traslados intempestivos y acosados hasta hacerles imposible  la permanencia en el clero y seglares ninguneados para confiarles responsabilidades  consideradas eclesiales 
     Todo esto, está también ah, í como situación que confundió buenas disposiciones  y simpatías cristianas,    frustradas,  por esos pueblos y barrios de ciudades con grave escándalo para las sencillas gentes a  cuya conciencia libre y honrada provocan asco y rechazo  las incoherencias evangélicas eclesiales.
     Pronto el aire fresco del Concilio, que suscitó esperanzas, se convirtió en ambiente cargado de falso  conservadurismo tradicional  desencarnado, alienante y para muchísimos motivo de indiferencia o resabio. 

  • Jaume PATUEL

    Convendrìa citar nombres y apellidos de muchos teólog0s como teólogas que han sido “silenciad@s”. Un llibro cuyo título no recuerdo exactamente : La traición al Vaticano II. Ed. Sígueme. Donde hay muchos nombres. Es de hace años. Y la cosa ha ido en aumento, desgraciadamente. 
    Es importante  lo del teólogo Ratzinger:” Aún por encima del Papa se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica. Lo que hace falta en la Iglesia no son panegiristas del orden establecido, sino hombres cuya humildad y obediencia no sean menores que su pasión por la verdad, y que amen a la Iglesia más que a la comodidad de su propia carrera”. A no ser que Benedicto XVI la ponga en entredicho y la condene.  No lo creo. en su libro “Luz del mundo”, p. 77 y 143 son de apertura al lenguaje. Por lo tanto, hay que avanzar contra corriente.
    Con todo, es teológicametne cierto: El Espíritu Santo continua llevando la nave y soplando donde el quiere. Y la esparanza  hacia el futuro  no es en balde. No és cuestión de “kronos” sino de “jairós”. 

     

  • Carmen (Almendralejo)

    Parece que no solo el Vaticano censuran…
    Hay muchas TEÓLOGAS, que han sido CENSURADAS desde el principio, ni quiera han tenido aquel apoyo del principio porque no se les tuvieron en cuenta ¡JAMÁS!
    Tanto en Latinoámerica como en España o Europa, sin dejar a las de EE.UU e Inglaterra.

  • Sarrionandia

    La esquizofrenia eclesial consiste en proclamar el seguimiento de Jesús -eclesiásticamente, de Jesucristo- y contradecirlo en la práctica dominante de lo religioso.
    Nada se gana con criticarla. Los eclesiásticos buscan su seguridad como cualesquiera otros. Con buena o mala voluntad, como los demás. Lo importante es reflexionar por cuenta propia en busca de la verdad que conduce a la libertad que nos desnuda de sumisiones pueriles.

  • Parece que el Espíritu de Jesús anda rompiendo las cadenas que mantienen el  pensamiento teológico preso de una autoridad eclesial desconectada del Jesús de la Historia y del mundo contemporáneo. Las columnas del templo que son las doctrinas construidas sobre modelo de sociedades reales, dictatoriales, autocráticas se están cayendo. Vuelve el Jesús de la Historia   recordando quien es y que espera de sus seguidores, discípulos y profetas. Nos dice que El sigue siendo siempre la Cabeza de su Iglesia y que su Espíritu distribuye sus dones como bueno lo entiende. Nos recuerda que el  Papa como el más humilde cristiano siguen teniendo como referencia principal a Jesús de Nazaret, imagen perfecta del Padre. Quien me ve, ve al Padre. ¿Podemos decir lo mismo de la institución eclesial? ¿Verla es realmente ver a Jesús? ¿Puede Benedicto XVI y  todos estos cardenales de la Curia romana, envueltos de sus ropas largas, de sus zapatos finos decir: quien nos ven, ven a Jesús, ven a sus apóstoles, ven a sus profetas? Todos y todas estamos pendiente del mando de Jesús que dice que el mas grande se haga el mas pequeño, que el maestro se haga el servidor y que en el camino de la evangelización que se lleve consigo no mas que lo necesario… La vuelta de Jesús en la consciencia del mundo de hoy, deja la institución eclesial en la sombra del Reino de Dios. Momento extraordinario del despertar de la consciencia y del andar hacia esa verdad que da siempre más libertad.