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Metro, currelo, entierro

Metro, currelo, entierro” podría ser la traducción de este grito de guerra de los manifestantes parisinos en la movida anti-retraso de la jubilación durante los meses de setiembre, octubre y lo que va de noviembre. Una ligera variante de la de mayo del 68 que era “Metro, boulot, dodot“, o sea “Metro, currelo y a dormir”.

        Este nuevo slogan refleja el cambio que se ha producido en las condiciones de trabajo desde aquella Primavera hasta este Otoño. Hoy, el trabajo es tan exigente e inhumano, que después de él queda ya, no el descanso del sueño, sino la muerte.

         Nada más lógico, por otra parte. Un sistema de trabajo que ha hundido a la humanidad en una crisis como la que padecemos, no ha podido ser engendrado por un sistema de trabajo de dimensiones y rasgos humanos. Presentamos aquí el resultado de investigaciones sociológicas efectuadas por el Gabinete de estudios de la Universidad de París Oeste-Nanterre-La Defense, cuya responsable es la profesora Danièle Linhart, extraído de Le Monde Diplomatique“.

         El estudio se refiere al mundo laboral francés, dejamos a cada uno de vosotros apreciar hasta qué punto esa situación se da también entre nosotros. Es cierto que el mundo laboral español no está tan adelantado como el francés. Pero el capitalismo no reconoce fronteras…

         El progreso tecnológico ha aliviado tal vez las penalidades físicas del trabajo de otros tiempos: el sector terciario de servicios suma ahora los dos tercios del trabajo que se hace, se ha generalizado la semana de 35 horas… Y sin embargo, para el francés de la calle el trabajo se asocia a la imagen de la muerte, de la privación de la vida. En un juego de palabras, los manifestantes de este año dicen que “no queremos perder la vida en el trabajo para ganárnosla”. O “Metro, boulot, tombeau.”..

         Los franceses tienen miedo de no aguantar en su trabajo por culpa de unos horarios exigentes que perturban el sueño, de tareas repetitivas que desencadenan irregularidades musculo-esqueléticas, de la exposición a la intemperie, de la presión de los clientes, de la intensificación del trabajo y todo lo que puede calificarse como detalles penosos del mismo.

         Los franceses temen no estar equipados para un trabajo que conlleva una presión constante y siempre pide más y más, de no alcanzar los objetivos imposibles decretados de espaldas a la realidad por unos mandos intermedios tan cambiantes que ignoran a menudo la función o actividad concreta de sus subordinados; miedo de evaluaciones que por idénticas razones no miden ni consideran los obstáculos que se han podido encontrar en el trabajo ni los esfuerzos realizados. Temen verse obligados a hacer mal su trabajo, a irregularidades de signo profesional impuestas desde arriba, a desembocar en un grado de incompetencia que los vuelva vulnerables, los exponga a la pérdida de empleo y les devuelva una imagen devaluada de sí mismos.

         

         Efectivamente, para asentar su poder y poner a los operarios en situación de autoexplotarse, los nuevos gestores de recursos humanos practican la desestabilización sistemática, mediante la creación de un clima de trabajo hostil: los trabajadores no deben estar en condiciones de dominar su trabajo ni de desarrollar con sus colegas, sus jefes o sus clientes relaciones de complicidad que les permitirían economizar esfuerzos. A base de constantes reajustes de plantilla y de programas de trabajo, a base de cambios de puestos, llegarán a perder los puntos de referencia profesionales y a “desaprendizajes” sucesivos.

         Con estos trucos, el trabajo se volverá más complicado, el entorno más inseguro e incierto, la experiencia acumulada no servirá para nada. No basta con alcanzar los objetivos, hay que rebasarlos para merecer la confianza del jefe hay que rebasarlos. De ahí deriva el carácter arbitrario de las evaluaciones permanentes, semiobligatorias, en casi todas las empresas.

         Los obreros consultados han confesado que se sienten en la cuerda floja permanentemente, que no aguantan sino al precio de poner en el empeño el 100% de su capacidad y hacerlo en una extrema soledad, sin poder contar con nadie más que consigo mismos. Los jefes no ayudan, como no sea para apretarte más la soga alrededor del cuello. Los colegas ya no son colegas, son competidores.

         Las prácticas taylorianas que reclaman mucha producción se entremezclan con llamadas al compromiso subjetivo. Por ejemplo, un teleoperador debe personalizar a toda costa sus mensajes por medio de observaciones agudas o comentarios ocurrentes y simpáticos; hay que modular el tono de la voz. El mando exige objetivos cuantificados a corto plazo, calidad excelente y cantidad importante en un contexto laboral cada vez más cambiante. El operario más subalterno debe asumir responsabilidades sobre la calidad de su trabajo… En un universo regido por elevadas exigencias de productividad, sin medios para negociar ni plazos ni recursos para alcanzar los objetivos, uno se siente en situación precaria, incluso en los casos en que cuenta con un contrato más o menos estable. Y eso mismo les ocurre a los cuadros y encargados. Deben marcarse objetivos a plazos cada vez más cortos, someterse a controles permanentes que les exigirán justificar al detalle el empleo de su tiempo.

         Todas estas presiones se están traspasando del sector privado al sector público. El funcionario se siente como embridado, constreñido, tiene la sensación de que se le ponen tropiezos para el cumplimiento de su función.

         Hay que tener nervios de hierro para no hundirse en una sicosis de angustia permanente, para soportar presiones que te empujan a ejecutar tu trabajo de mala manera o con unos criterios éticos poco justificables…

         Al reclamar la excelencia, compromiso total e incondicionalidad, el trabajo queda solo al alcance de los más fuertes, exige una disponibilidad que te deja exhausto y te incapacita para una vida individual y familiar mínimamente satisfactoria.

         Todo está pensado y planificado desde arriba para agotar al obrero y consumir todas sus capacidades en el espacio mínimo de tiempo; la distancia entre el debut o comienzo de la vida laboral y el final es cada vez más pequeña. A los 50 años, el obrero de este siglo está ya para el arrastre. Completamente agotado. En las empresas de hoy en día resulta tan difícil acceder a un puesto de trabajo como mantenerse en él mucho tiempo.

         Por eso se encuentran en el tajo cada vez más cerca, más codo con codo, los recién llegados, los más jóvenes, y los veteranos. Por eso los alumnos de los institutos se sumaron a los cortejos de las manifestaciones de estos meses en toda Francia. Ellos, los todavía adolescentes, comentaban: “Al principio de la vida, estudiamos; es la espera; después viene el trabajo, lo más duro. Si nos quitan la jubilación, ¿qué nos va a quedar?”. 

         He resumido el resultado del estudio sociológico presentado por Le Monde Diplomatique. A mí me ha parecido muy interesante, me refresca cosas y situaciones y concuerda con vivencias de mis hijos relativas a su vida laboral. Y desde luego está en el trasfondo de la rebelión de los trabajadores que se ha producido en Francia. Hay en todo esto una paradoja cruel, un sarcasmo canallesco: el sistema de trabajo deja al obrero “seco” y agotado para los 50 años; ¿cómo pueden pretender que no se jubile hasta los 67, si piensan desecharlo como un trasto inútil e improductivo cuando cumpla los 50?

En un artículo anterior abordábamos la energía como uno de los mayores enigmas del universo, especialmente la Energía de Fondo que sustenta el cosmos y cada ser. Ahora vamos a concentrarnos en la agroenergía, la más ansiada en los días actuales a causa del agotamiento creciente de la matriz energética fósil. Es como una especie de Arca de Noé salvadora del sistema actual.

9 comentarios

  • pepe sala

    Hay millones de historias mucho peores que la de ” metro, currelo, entierro”.
     
    En la inmensa mayoría de la geografía española ( mundial) no hay NI METRO. Así, quien tuvo la osadía de formar una familia y traer algunos hijos al mundo, se ha visto, se ve y se verá obligado a patear acreras, caminos y montañas en busca desesperada del sustento indispensable para sus retoños.
     
    Y cuando la desesperación le devuelve a su casa ( chavolas inmundas en multitud de casos) sin trabajo, sin currelo y sin la ansiada tumba que acabe de una puta vez con tanta desesperación, se encontrará con el panorama más duro del la jornada. Los hijos miran ansiosos…la esposa mira interrogante, el frigorífico ya está apagado para que no gaste energía inútilmente, los vecinos miran burlones puesto que ellos sí tienen currelo y buena despensa para sus hijos…
     
    Mañana, si no llega el salvador entierro, comenzará otra vez el via crucis. Desde bien temprano, que ya se sabe que  ” a quien madruga Dios le ayuda”…
     
    ¿ Que es exagerado?…Yo no tengo tanta imaginación; suelo contar lo que conozco de primera mano. Afortunadamente, el hambre y las penurias suelen cambiar de puertas ( lo que no te mata te fortalece); pero sería una ruidad por  mi  parte olvidarme de que lo a mí mismo me pasó y me consta que les pasa actulamente a miles de familias trabajadoras en España.
     
    ¿ Quién fue aquel listillo que demostró que era más rentable una sociedad con obreros que con esclavos?  Yanki tenía que ser; pero económicamente  tuvo razón y el capitalismo aceptó su tesis.
     
    Así estamos. ( muchos sin metro, sin currelo y sin entierro salvador)

  • MAR Medina

    Qué desoladora realidad. Como dice Margarita, aquí, en nuestro país, demasiadas personas no pueden plantearse en qué ocuparse, cuando simplemente necesitan ocuparse en lo que sea para comer. Y cuando el trabajo es un derecho logrado, ocurre como en Francia, que se transforma en una actividad que desgasta porque beneficia al patrón… Menudo panorama, ¿cómo cambiar esto? ¿Cómo no seguirles el juego y exigir dignidad y respeto para el trabajador? Claro que la primera manifestación de respeto es no explotar a otro para beneficio propio, y ya vemos cómo funciona este orden social.

    Gracias por el artículo

  • ELOY

    oscar varela:
    Gracias. Tus preguntas, tus incisos… como siempre ¡geniales!.

  • Gabriel Sánchez

    En primer lugar una valoraciòn de la vida…y en especial de la vida humana…el trabajo, es un acto de creación, junto al creador, no un acto de tortura y los bienes tiene el destino de llegar “equitativamente” a todos…
      El problema es que el capitalismo, tiene un presupuesto, que subalterniza la vida humana y la justa distribuciòn de la riqueza…Que es que el capital (unos pelitos impresos) – papel moneda-bonos, tenga la maxima ganancia, ante la crisis sistemica, la aplicación automatica de esa directiva, hace que el costo del trabajo disminuya (esto es un hecho objetivo), perdiendo salario real y el porcentaje de la riquez que ese trabajo produce y que era minimo para el trabajador baja…para ir a endosar la masa de riqueza-mecantilizada y monetizada que se suma a la renta del capital…En este flujo, justamente, esta lo que en Europa se llama el estado de bienestar, es decir cualquier costo social…que ha entrado en un proceso, de desaparición…y además un mecanismo de la rebaja salarial, nada inteligente, es el fijar metas-rendimiento…etc, de tal manera que para ganar lo mismo, debas trabajes más, lo que es una notoria rebaja salarial…
       El sistema ha declarado la guerra a la vida humana y a la clase trabajadora, caben dos actitudes bajar la cabeza y la esclavitud…o luchar…para eso se necesita, que las organizaciones de trabajadores, vuelvan a retomar, especialmente en los paises desarrollados sus posturas clasistas, coordinaciòn de los niveles nacionales y continentales…y mundiales de las organizaciones para coordinar – analisis-socialización del los mismos analisis, reivindicaciones y movilizaciones…y la creación de expresiones politicas clasistas, entendiendo que en este contexto de declaraciòn de guerra del sistema a la clase trabajadora, resistir, implica articular un expresiòn politica (partido) de clase…o por lo menos con una perspectiva y defensa de los intereses de los asalariados, que extrañamente son mayoria….RECUERDO UN MURO DE MONTEVIDEO, EN LAS ULTIMAS ELECCIONES, NI UN VOTO DE LA CLASE TRABAJADORA A LOS PARTIDOS DE LA OLIGARQUIA…Gabriel

  • Margarita Aguirre

    Querido Oscar:
    Ante tu pregunta ¿En QUÉ vale hoy la pena “ocupar-se uno” y después de leer el artículo de Honorio; pienso que el problema dramático de los “parados”en España, es que no pueden formularse esa pregunta.
    No llegan a poder plantearse esa pregunta , existencialmente necesaria para sentirse persona. Están “0cupados”, en alimenta.rse, y en los casos peores alimentar tambbién, a su familia. No pueden permitirse el lujo de ser “personas”, intentan sobrevivir, como cualquier especie viva.
    No sé como podemos aguantar esta situación humana, los afortunados que a pesar de vivir con nuestras pensiones aún congeladas incluso, y lo digo con verguenza, tenemos ahorros para no ser una carga para nuestros hijos ahora en nuestra vejez, sino para ayudarlos si hiciera  falta

  • oscar varela

    Hola, de nuevo!

    Para poner aparte la pregunta que hice:

    ¿En QUÉ vale hoy la pena “ocupar-se” uno?
    ··········
    Este aparte es para preguntar a los Cumpas atrienses:

    ¿Se hizo K. Marx esa pregunta?

    ¿Se contestó algo?
    ···········
    ¡Viva Marx!

    Pero “en último análisis de la Vida humana”:
    ¿pudo K.Marx sortear el “reducir-la” a “ser obrero-trabajador“?
    ··········
    ¿puede algún Cumpa des-asnarme?

    ¡Gracias y vamos todavía! – Oscar.

  • oscar varela

    Hola!

    El “TRABAJO” no es nada lindo.

    [etimológicamente viene de “trepalitum“: una “tortura“]

    Sea lindo o no, lo necesario en la Vida humana es la “OCUPACIÓN“.

    ¿En QUÉ vale hoy la pena “ocupar-se” uno?

    That is the question!

    ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • oscar varela

    Hola Honorio Cadarso!

    Un ser humano está encerrado en una habitación.
    Está molesto por sentirse “en-cerrado”.

    Se pregunta, entonces:
    -¿Cómo salgo de esta habitación?”
    -¿Cómo salgo de esta situación de encierro?”
    ···········
    1º) ¿por alguna “abertura” en paredes o techo?

    – Mira, recorre, palpa y  … ¡nada!-

    2º) ¿por algún agujero en el suelo?

    – ¡Tampoco!-

    – ¿Entonces?-

    – ¡Ah, ya sé! ¡Ya sé!:
    Me acomodo Acá cómo puedo y me dejan.
    Me convenzo.
    ¡Afuera no hay Nada, o no me entero, o no me importa!
    ············
    Sin embargo …, sin embargo …
    siento algunos ruidos que no son de acá Adentro.
    ············
    ¡Vamos todavía! – Oscar.
    ··········

  • ELOY

    “no queremos perder la vida en el trabajo para ganárnosla”.

    Me parece un grito muy real y patético, porque expresa claramente la “desrealización”, la “enajenación” que el trabajo, tal como se organiza en la sociedad actual, puede producir y produce muchas veces en las personas. 

    El trabajo, como ya señaló Marx en sus escritos de juventud , los “Manuscritos”, ha pasado,  en la sociedad actual, de ser, para muchas personas,  elemento de realización humana (como lo es o puede ser, en el trabajo artesanal, por ejemplo) a convertirse en elemento “alienante de la persona”. 

    Incluso liberados del trabajo físico, muchos trabajadores se ven hoy día inmerso en la competitividad, la consecución de objetivos , la necesidad de horas extras para suplir los bajos salarios y aún para satisfacer necesidades impuestas por la sociedad de consumo. 

    El trabajo en su esencia primigenia, como medio de relación, comunicación y transformación de la naturaleza el hombre se realiza así mismo como persona, por el contrario en el trabajo enajenado (por las circunstancias y condiciones en que se hace) el hombre se desrealiza. Y así dice Carlos Marx en el Primer manuscrito: “Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su genero se transforma, pues, de tal manera, que la vida genérica se convierte para él en simple medio” (Karl Marx: Manuscritos Económicos y Filosofía. Edt. Alianza Editorial. Edición de 1974 – la 1º edición de Alianza es, ¿como no?,  de 1968 –  página 113)  

    !Eso los que tienen trabajo! . Porque las personas que buscándolo no lo tienen, se encuentran la la situación más penosa del subproletariado. Porque la sociedad moderna, urbana e industrial y de servicios sofisticados,  no facilita tampoco la realización de trabajo autónomo, que además requiere medios de capital propios y adecuados.

    Gracias por este artículo Honorio.