El mismo autor envía a ATRIO, para su publicación y comentarios, este artículo que apareció ayer, en versión reducida, en el diario La Verdad de Murcia. Del caso, cuya entraña ética analiza hoy el profesor Masiá, ya había escrito en Mayo Rodrigo Olvera en Una decisión que provoca excomunión.
¿Es cierto que en situaciones límite, en que peligran las vidas de la gestante y el feto, la moral católica se decanta por el sacrificio de la madre? No, de ningún modo, nos decía hace ya más de cuatro décadas la moral teológica renovada del redentorista B. Häring, apoyado incluso por autoridades del más rancio estilo tradicional como el jesuita M. Zalba. Mas, tratándose del aborto, pesan mucho los condicionamientos políticos e ideológicos que dificultan la exposición aceptable de la enseñanza tradicional sobre casos excepcionales.
La declaración del obispo Thomas J. Olmsted (de Phoenix, Arizona), que formalizaba la excomunión de la hermana Margaret McBride, el pasado 14 de mayo, originó una fuerte polémica divisoria de opiniones dentro de la misma comunidad católica de su diócesis. Esta religiosa del equipo director del hospital San José, en dicha ciudad de Phoenix, no salía de su asombro al conocer la noticia de su excomunión. Ella no había hecho más que salvar la vida que estaba en su mano salvar.
La gestante, madre de tres criaturas y embarazada de la cuarta, padecía una hipertensión pulmonar letal. El comité de ética reconoció la alternativa entre dejar morir a madre y feto o una interrupción del embarazo que salvaría la vida materna. El comité recomendó obviamente la opción por el aborto terapéutico en situación conflictiva. La presencia de la hermana Margaret en dicho comité, según el parecer del obispo Olmsted, equivalía a complicidad y la hacía responsable de un aborto moralmente inadmisible.
Medios diocesanos cercanos a la religiosa y al obispo comentaban con extrañeza el caso, por constarles la tolerancia habitual del prelado y el apoyo a la vida de la religiosa y el hospital en que sirve su congregación. ¿Cómo es posible, se preguntaban, que se dispare fulminantemente el dispositivo condenatorio?
Moralistas conocidos salieron en defensa de la religiosa, antes apurada entre la madre y el feto y ahora angustiada entre su conciencia y el dictamen episcopal.
Una de las mayores autoridades en derecho canónico, el jesuita Ladislas Orsy, de la Universidad de Georgetwon , ha calificado la declaración excomulgatoria como injusta, vacua y no vinculante (The Tablet, 19, junio, 2010, p. 20). No se puede aplicar en este caso automáticamente el canon 1398,1, según el cuál no se puede penalizar a nadie sin que le sea imputada malicia grave. Basta la más mínima duda sobre si la persona ha incurrido en culpa, dice Orsy, para que no se le aplique la penalización, porque “el derecho está formulado precisamente para proteger a personas inocentes acusadas”.
Ya no estamos en el siglo XIX, cuando eran más frecuentes los conflictos extremos entre la vida de la madre y la del feto. Pero ni siquiera entonces era de recibo sacrificar en esos casos la vida materna. Claro que sí abundan, incluso hoy día, tales casos conflictivos en lugares con inferioridad de condiciones sanitarias, La teóloga Tina Beattie, de la Universidad de Roehampton, denuncia 350.000 fallecimientos anuales de parturientas, más del noventa por ciento de ellas en familias pobres, y echa de menos la presencia de mujeres teólogas para asesorar en la redacción de declaraciones eclesiásticas sobre derechos reproductivos.
El teólogo Michael S. Winters, de Washington, critica la polarización del debate en torno a la excomunión: “cuando las derechas se obsesionan con la sexualidad y las izquierdas con la autodeterminación, ambas tienden a reducir la religión a ética, olvidando que lo papel de las iglesias es dar esperanzas más que controlar moralidades”.
Temería quizás el obispo condescender con un aborto directo y con el razonamiento de que el fin justifique los medios. Pero no era ese el caso. Se trataba de salvar una vida en vez de perder dos. No se dice esto, afirma el moralista Ch. E. Curran, desde posturas abortistas o utilitaristas a ultranza. “La teología moral católica revisionista disiente de la conceptualización en términos de matar directa o indirectamente… Salvar la vida de la madre es una razón proporcionada para justificar ese aborto… La reacción tan fuerte de muchas personas católicas podría ser indicativa del sensus fidelium (juicio instintivo desde la fe). En la iglesia deberíamos repasar la historia. Nos daríamos cuenta así de que muchos teólogos y hasta algunos obispos llegaron a la conclusión de que interrumpir un embarazo cuando es necesario para salvar la vida de la madre es moralmente una buena acción”. No se está defendiendo, al admitir estas excepciones, ni la permisividad del aborto incondicionalmente, ni defendiéndolo como un derecho o como un simple procedimiento médico habitual incuestionado. Lo que se plantea es el tratamiento de esos casos, hoy cada vez menos corrientes, en que una situación conflictiva lleva a optar por el menor mal o evitar el mal mayor; dicho de modo positivo, hacer el bien posible en esas circunstancias dilemáticas.
Remontándonos medio siglo atrás, recordamos un texto de la época y teología preconciliares: “Jamás en ningún caso la Iglesia ha enseñado que la vida del feto deba preferirse a la de la madre. Es un error plantear la cuestión en forma alternativa: o la madre o el feto”, decía el Papa Pío XII en 1951. Sin embargo, sin atreverse a salir del marco de pensamiento de los manuales corrientes desde el siglo XVII, se sentía obligado a añadir:”Ninguna de ambas vidas puede ser sometida a un acto de supresión directa”.
Igualmente, sin atreverse a romper ese marco tradicional (polarizado en el debate sobre voluntariedad directa e indirecta), un moralista tan estricto y archiconservador como el P. Zalba (el que tanto influyó para estrechar la mentalidad del papa Pablo VI en el tema de los anticonceptivos) hacía equilibrios difíciles para mostrar flexibilidad y comprensión. Decía así este profesor de la Gregoriana, nada sospechoso de progresista ni de apartarse un ápice del magisterio oficial eclesiástico: “La reacción instintiva de las personas más razonables encuentra extraño que haya que asistir pasivamente a la muerte de dos seres humanos cuando se puede salvar a uno de ellos… el aborto terapéutico no es directo” (Estudios eclesiásticos, 1977, p.35-36).
El redentorista B. Häring, padre de la renovación postconciliar de la moral católica, prefería evitar esas discusiones sobre lo directo e indirecto y enfocar las situaciones en el límite por conflictos de valores. En la misma línea afirmaba la Conferencia episcopal belga, en 1973, y la japonesa, en 1981: “Tras haber hecho lo posible en favor de ambas vidas, se opta por salvar la que está en nuestra mano, en vez de dejar que perezcan ambas”.
Semejante postura adopta como obvia el moralista Marciano Vidal, para quien en el caso del aborto terapéutico “no se trata de aborto moral, en el sentido de una acción totalmente mala sin posibilidad de ser referida a otro valor que se pretenda salvaguardar, como es la vida de la madre” (Moral de actitudes, vol.II, Primera parte, p. 403). “En lugar de formular la realidad moral con los principios del dobre efecto y del voluntario indirecto, es preferible hacerlo mediante un examen ponderativo de los valores que entran en juego de manera conflictiva… Aceptar la metodología del conflicto de valores supone aceptar también la metodología de las situaciones límite. En efecto, los valores se hacen conflictivos en la situaciones concretas” (id. p.401).
A mediados del siglo XX, en los días preconciliares, no era tan raro como hoy que un embarazo pusiera en peligro simultáneamente las vidas de la gestante y el feto. En aquella época, recordaba el Papa Pío XII en la alocución antes citada (A las Asociaciones de familias numerosas, 28 de noviembre, de 1951; ver también la alocución a la Asociación de comadronas católicas, el 29 de octubre del mismo año) la “exigencia de esforzarse por salvar ambas vidas”, al mismo tiempo que insistía con las palabras citadas más arriba en que “jamás la iglesia ha enseñado que la vida del feto deba preferirse a la de la madre”.A pesar de todo, la interpretación restringida del criterio llamado tradicionalmente de “voluntariedad indirecta” no le permitía al Papa Pío XII (o al moralista alemán, el jesuita P. Hürth, de4 la Gregoriana, “ghost writer” de los borradores del discurso papal) reconocer circunstancias que requieran la extracción del feto. No la admitirían por considerarla, en el lenguaje de los manuales, “intervención directa”. Hoy dia nos choca leer en dichos manuales que se permitiese extirpar una matriz cancerosa (con la consecuencia indirecta de la pérdida del feto) y no se permitiese la extracción de éste por considerarse intervención directa.
Puestos a comprender lo que hoy nos parece estrechez mental y subterfugio inauténtico, tomamos nota de que estaban recientes los excesos nazis por presunta eugenesia, se temía el recurso al razonamiento de que el fin justifica cualquier medio y, sobre todo, no se sentían los moralistas libres para cuestionar el paradigma de pensamiento en teología moral prevalente desde el siglo XVII. Por eso quienes trataban de ser flexibles con moderada apertura a lo más que llegaban era a hacer equilibrios sutiles para demostrar que se permitía el aborto terapéutico por no ser directo. No habrían sido capaces decir que se podía admitir aunque fuese directo.
La moral teológica revisada y renovada de la época postconciliar ha cuestionado más radicalmente el paradigma de pensamiento de los manuales anteriores: un paradigma legalista, que trazaba líneas nítidas entre permitido y prohibido; un paradigma extrinsecista, que juzgaba desde fuera la materialidad física de los actos, prescindiendo de la intención y las actitudes; y un paradigma voluntarista, en el que algo estaba mal por estar
prohibido, pero estaría bien si una instancia autoritaria diera permiso para ello (era el caso de justificar el suicidio de una mártir para evitar ser violada, aduciendo que tenía un “permiso divino implícito”).
Lo peor en esta manera de pensar era que no dejaba margen para tomar en serio la intención de la persona agente moral. Pero quienes estaban bajo el condicionamiento de este modo de pensar no podían cerrar los ojos a su sentido común que les evidenciaba lo preferible de salvar una vida en vez de perder dos. Por eso, sin salirse del marco que les encorsetaba, buscaban una salida con la distinción de directo e indirecto y trataban como Zalba de demostrar que cuando admitían un aborto terapéutico se debía a que no era directo. En el fondo lo que estaban necesitando era claridad intelectual y valentía moral para admitir la excepción sin disimularla con juegos de palabras.
Hoy día, usando el enfoque del conflicto de valores, situaciones límite y razón proporcionada, se puede articular el razonamiento, juicio y decisión de otra manera. Además, se hace de un modo positivo, no meramente definiendo los límites de lo prohibido, sino dando orientaciones para movernos a actuar con el fin de salvar la vida que está en nuestra mano salvar.
El artículo antes citado de Zalba es de la década de los setenta, cuando el obispo que hoy excomulga sería todavía seminarista. Ya entonces se enseñaba esta revisión de la teología moral. ¿Será que con los años y las ocupaciones administrativas se olvida lo estudiado? ¿O será que influye demasiado en los entornos episcopales el compromiso con los grupos extremistas como la televisión Palabra eterna, en USA o Radio María en Europa, portavoces, bajo capa de defensa de la vida y la ortodoxia, de posturas exageradas de las ultraderechas político-religiosas? Convendría quizás proporcionar a estos obispos excomulgadores un año sabático de reciclaje, para que repasen la teología moral actualizada desde hace ya más de medio siglo.
Afortunadamente excomuniones como esta solo son exponente del concepto de fraternidad evangélica que gastan algunos prebostes de colorines pricipales. Dudo mucho que el Padre del hijo pródigo tenga en cuenta lo que sus capataces son capaces de hacer en pro de una ortodoxia que avanza, marcha atrás, contra el calendario, con el ojo pegado al retrovisor.
Magadalene Ashra¡Felicidades! a cada una de las Mª Magdalenas y de las que en momentos de nuestras vidas hemos sido llamadas con muchos de los adjetivos atribuidos a ella.
Si lo que insinua a tráves de esa sanción Thomas J. Olmsted, es que la hermana Margaret debía dejar morir a la madre…esta haciendo una apologia de la muerte….Lo que hizo la entrañable hermana, fue un canto a la vida…salvando la unica vida posible de ser salvada.- Gabriel
Las ultraderechas políticas y religiosas son fuerzas muy influyentes que el poder tiene que tener en cuenta para afianzarse. La actual jerarquía no se permitire perder el apoyo que le ofrecen.
De ahí que la moral y la ética tradicional tenga que adaptarse, según ellos, a las circunstancias de cada día y modificar cualquier principio ético que haga falta.
Esto es grave: es todo lo opuesto al mensaje del Galileo. ¿Donde queda la consisencia de aquel mensaje? Jesús dijo a todos: “no juzguéis y no seréis juzgados” (Lucas 6,37). Acusar a Margaret McBride de haber actuado con malicia grave, como tan divinamente nos ha explicado Juan Masiá. Mucho más grave aún es la falta de respeto, de amor fraterno, de ternura que debía experimentar la iglesia si realmente es la madre que pretende. Cuando se trata de asegurarse en el poder, todo vale.
Después de expresar a Margaret mi cariño y admiración paso al punto que dejó señalado Luis Cobiella y que lo resume todo: Es el amor de Dios lo que se pone en juicio. Dios ama con verdadera ternura a Margareth, a la madre, a la criatura, a la creación entera ya que “en Él vivimos nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).
Ese es el fundamento del mensaje del Galileo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”(Juan 13, 34). Me aterra lo lejos que se está quedando la jerarquía de lo esencial de ese mensaje.
Abrazos a todos Héctor
Magadalene Ashraf, estudiante católica de enfermería de 22 años, fue violada el 13 de julio por un médico musulmán y se encuentra en condiciones críticas por las heridas recibidas a la cabeza y las piernas después de haber precipitado de una de las ventanas del “Jinnah PostgraMagadalene Ashraf, estudiante católica de enfermería de 22 años, fue violada el 13 de julio por un médico musulmán y se encuentra en condiciones críticas por las heridas recibidas a la cabeza y las piernas después de haber precipitado de una de las ventanas del “Jinnah Postgraduate Medical Centre”, hospital de Karachi donde estudiaba. La policía arrestó al médico y está tratando de entender si la joven saltó por la ventana o si fue empujada.duate Medical Centre”, hospital de Karachi donde estudiaba. La policía arrestó al médico y está tratando de entender si la joven saltó por la ventana o si fue empujada.
Ahora veremos que pasa con ella, puesto que siendo violada también eres culpabilizada, y si estás embarazada ¿La lapidarán?
Y en los Dogmas no hay moral que los sostengan así pues…
¿ue importa unos y otros?
Es una pena que mujeres que de verdad dan su vida por Jesús sigan creyendo lo que estos engañadores de serpientes hacen, y dicen…
¡Que dolor!
Sobre moral no hay dogmas… y cada persona tiene libre ese listón que la moral le permite discernir, solo hay que ver como la jerarquía actua ante los casos de pederastia y las violaciones a mujeres, seglares y religiosas, por monseñores por curas, por los varones en gengernal.
Claro está que esto sucede porque es la vida de una mujer, es la vida de una religiosa.
Las vidas de los inocentes hijos, no importa nada, nada se habla de ese padre que está tan a la sombre como el mismo José.
Qué más de una religiosa más o menos, una madre más o menos y un*s hij*s huerfan*s más o menos.
Solo importa el orden y mando por pelotas, del monseñor.
Simplifico porque no tengo especiales conocimientos de moral, teología y demás. Ante el cuadro clínico están el comité ético, la monja en cuestión y Dios (¡y Dios, naturalmente, que está en todas partes!). Pero si allí está Dios, como acabo de suponer, debería optar por salvar a ambas criaturas, que para eso es todo poderoso. Otra cosa es que no esté, y por ahí tampoco sé seguir.
El problema, querida Inés, es que a esta monja no sólo la excolmulgan sino que la echarán, si no lo han hecho ya, a la calle sin pensión y sin indemnización.
Para los jerarcas, la moral social ad intra, no existe ni se la espera.
Hola!
¡Buen “repaso” histórico de Moral, este de Masiá!
Certeros Comentarios de Luciano e Ina:
¡Al Hombre histórico rogando; y el Patrón pagando ($)!
¡Gracias, que Vamos todavía! – Oscar.
Este tema de las excomuniones dejará de tener sentido cuando a una monja o un fraile excomulgado le den una pensión digna y le paguen el despido correspondiente. Entonces sí que ardería Roma, porque se levantarían muchas losas que pesan sobre los disconformes. Que me excomulguen a mi!!!
Cuando en un articulo, hay que denominar las leyes que rigen y juzgan la actuación de una persona, a fin de justificar el acto o hacer llamadas a pensamientos eticos de diversos autores, estamos tratando de justificar un hecho, bien sea para defenderlo, bien para acusarlo.
En el meollo de todo esto, (a mi modode ver) sucede, que una monja con conocimientos medicos, ha tomado o participado, en una decisión para salvar una vida en riesgo a fin de no sacrificar ambas ( Madre e Hijo).
Gracias Hermana por vivir en medio de la sociedad.
Ser cristiano en un convento o en salones u oficinas parroquiales, cumpliendo lo necesario, es facil o digamos que llevadero, pero vivir en la sociedad y conocer sus problemas y por lo tanto decidir, eso es ser Cristiano al Cubo. La hermana podía haber optado por: no votar, no decidir,no expresarse, pero ella ha querido participar con sus conocimientos en lo que a su juicio era lo mejor y por haber ejercido esta obligación se le anatemiza.
La etica desgraciadamente ha tenido tantas lecturas en la historia de la Iglesia, como conveniencias politicas y de poder se han sucedido.
Dejemos a la ciencia que avance y que tome decisiones consecuentes con ella.
Y mostremos comprension a esa hermana, que ha tomado una decisión a su juicio acertada y correcta. Cristianos así nos faltan, desgraciadamente los hay de pensamiento y palabra, pero no de compromiso en la sociedad.
Paz para todos