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Peregrinación arriesgada a Jerusalén

Extractos del libro Jesús. Una aproximación histórica de José Antonio Pagola, sobre la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos.

Era el mes de nísán del año 30. El mes de nisán corresponde a marzo-abril de nuestro calendario. Las lluvias de invierno habían ido cesando suavemente. La primavera comenzaba a despertarse en las colinas de Galilea y despuntaba ya en los brotes de las higueras: a Jesús le recordaba todos los años la cercanía inminente del reino de Dios, llenando el mundo de vida nueva. El clima era agradable. Las gentes se preparaban para subir en peregrinación a Jerusalén a celebrar la gran fiesta de la Pascua. Desde Galilea se necesitaban tres o cuatro días de camino. Se podía pasar la noche cómodamente al aire libre. Además, la luna iba creciendo: el día de Pascua sería luna llena. Jesús comunicó a los suyos su decisión: quería subir a Jerusalén como peregrino, acompañado de sus discípulos y discípulas.

¿Qué motivos le impulsaban? ¿Quería sencillamente unirse a su pueblo para celebrar la Pascua como un peregrino más? ¿Se dirigía a la ciudad santa para aguardar allí la manifestación gloriosa del reino de Dios? ¿Quería desafiar a los dirigentes religiosos de Israel para provocar una respuesta que arrastrara a todos a acoger la irrupción de Dios? ¿Buscaba confrontar a todo el pueblo y urgir la restauración de Israel? Nada sabemos con certeza. Nunca se afirma en las fuentes el motivo que impulsó a Jesús a subir a Jerusalén. No es posible aventurar con certeza ninguna hipótesis. Hasta ahora, Jesús se ha dedicado a anunciar el reino de Dios por las aldeas de Galilea, pero su llamada está dirigida a todo Israel. Es normal que en un determinado momento dirija su mensaje también a Jerusalén.

Es la ocasión ideal. La ciudad santa era el centro del pueblo elegido: hacia ella dirigían su mirada y su corazón todos los judíos dispersos por el mundo. La fecha no puede ser más apropiada. Miles de peregrinos venidos de Palestina y de todos los rincones del Imperio se congregarán para reavivar durante las fiestas de Pascua su anhelo de libertad. Sus discípulos, al parecer, se alarmaron con la idea. También Jesús es consciente del peligro que corre en Jerusalén. Su mensaje puede irritar a los dirigentes del templo y a las autoridades romanas. A pesar de todo, Jesús sube a la ciudad santa. Ya no volverá.

Probablemente sigue la ruta más oriental para peregrinar hasta la ciudad santa. El grupo deja Cafamaún, camina a lo largo del río Jordán y, después de atravesar Jericó, sigue la calzada que sube por el wadi Kelt hasta llegar al monte de los Olivos. Era el mejor punto para contemplar la ciudad santa en todo su esplendor y belleza. Los peregrinos enmudecían y lloraban de alegría al verla. Probablemente no es la primera vez que Jesús llega a Jerusalén, pero en esta ocasión todo es diferente. En su corazón se entremezclan la alegría y la pena, el temor y la esperanza. Nunca sabremos lo que vivió. Solo faltaban unos días para su ejecución.

(…)

Desde el monte de los Olivos se divisa toda la ciudad. (…)

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(…)

Pero lo que atraía la mirada de todos los peregrinos era la inmensa explanada donde se levanta resplandeciente el templo santo, dominando un conjunto complejo de edificios, galerías y salas destinadas a diferentes actividades. Tenía 144.000 m2 y era cinco veces más grande que la Acrópolis de Atenas. Las terrazas que la prolongaban artificialmente sobre el valle del Cedrón no estaban terminadas en tiempos de Jesús.

Aquella era ¡la casa de Dios! Según el historiador Flavio Josefo, “estaba casi enteramente recubierta de láminas de oro macizo y, al salir el sol, brillaba con tal resplandor que los que la miraban tenían que desviar su mirada. A los extranjeros que se acercaban a Jerusalén les parecía ver una cumbre nevada” (Flavio Josefo, La guerra judía V, 222-223). Allí entrarán los próximos días para ofrecer los sacrificios rituales, cantar himnos de acción de gracias y degollar los corderos para la cena pascual. Faltaban solo unas horas para el comienzo de las fiestas y debían ocuparse de realizar las purificaciones. Las condiciones de pureza eran exigentes. Los paganos se debían detener en el amplio “patio de los paganos”; lo mismo harán los leprosos, los ciegos o los tullidos. Las mujeres no pasarán del “patio de las mujeres” y los varones se detendrán en el “patio de los israelitas”. Desde allí asistirán a los diversos ritos. Ningún peregrino puede acceder al área reservada a los sacerdotes, donde se encuentra el altar de los sacrificios. Ante la presencia de Dios en el sancta sanctorum solo accede el sumo sacerdote, único mediador entre Israel y su Dios.

Más de uno preguntaría qué era aquel poderoso edificio con cuatro torres que se levantaba en un extremo de la explanada, dominando todo el recinto sagrado. Se trata de una fortaleza construida por Herodes y llamada popularmente la “torre Antonia”. Según Flavio Josefo, “el templo era la fortaleza que dominaba la ciudad, y la Antonia era la torre que dominaba el templo” (La guerra judía V, 243-245). Allí permanece vigilante una guarnición de soldados romanos para controlar cualquier altercado que perturbe el orden. Seguramente en alguno de sus calabozos más de un desgraciado espera la hora de su ejecución.

Solo cuando se acercaron a la ciudad pudieron conocer Jesús y sus discípulos la atmósfera que se respiraba en Jerusalén. Por todos los caminos iban llegando los grupos de peregrinos. Los valles del Cedrón, Hinnón y Tyropeón que rodean Jerusalén eran insuficientes para acoger a las muchedumbres que se encaminaban hacia alguna de las puertas de la ciudad. La gente comenzaba ya a acampar en todos los espacios libres: junto a las murallas, en las colinas de alrededor y en el monte de los Olivos. Más de cien mil peregrinos tomarían parte en las fiestas.

Los cálculos de los expertos varían bastante. Según J. Jeremias, los peregrinos que llegaban por Pascua en tiempos de Jesús podían ser unos 125.000; el investigador judío Shemuel Safrai habla de 100.000; el estudio más reciente, de Ph. Abadie, eleva la cifra a 200.000. Por lo demás, en Jerusalén vivían de 25.000 a 55.000 habitantes.

Al encontrarse ubicadas dentro del Imperio romano, las comunidades judías de la diáspora no encontraban ya problemas fronterizos para desplazarse hasta Jerusalén. Por otra parte, la impresionante reconstrucción del templo llevada a cabo por Herodes había dado un impulso nuevo a las peregrinaciones. Cada vez eran más los peregrinos que llegaban de Egipto, Fenicia o Siria; de Macedonia, Tesalia o Corinto; desde Panfilia, Cilicia, Bitinia y las costas del mar Negro; incluso desde Roma, la capital del Imperio. Jerusalén se convertía en las fiestas de Pascua en una ciudad mundial, la “capital religiosa” del mundo judío en el seno del Imperio romano. Se calcula que el número de judíos de la diáspora en el siglo I era de seis a ocho millones.

La aglomeración de una muchedumbre tan numerosa dentro de la ciudad santa, cargada de tantos recuerdos, representa un peligro potencial. El encuentro de tantos hermanos venidos del mundo entero hacía crecer el sentido de pertenencia: son un pueblo privilegiado, elegido por el mismo Dios. La celebración de la Pascua enardece aún más sus corazones. Las fiestas giran en tomo a esa noche memorable en que celebran su liberación de la esclavitud del faraón. Lo hacen con nostalgia y también con esperanza. Egipto ha sido reemplazado por Roma. La tierra heredada de Yahvé no es ya un país de libertad: ahora son esclavos en su propia tierra. Esos días la oración de los peregrinos se convierte en un clamor: Dios escuchará los gritos de su pueblo oprimido y vendrá de nuevo a liberarlos de la esclavitud. Roma conoce bien el peligro. Por eso Pilato se desplaza esos días hasta Jerusalén para reforzar la guarnición de la torre Antonia: hay que cortar de raíz cualquier acción subversiva antes de que se pueda contagiar a la masa de peregrinos.

Flavio Josefo nos informa de dos graves incidentes sucedidos en las fiestas de Pascua. El primero, el año 4 a. c., cuando Arquelao, atemorizado por la muchedumbre congregada en el templo, que le presionaba con sus exigencias, y por la llegada de nuevos peregrinos, ordenó a sus fuerzas de infantería y caballería atacar a la gente: murieron cerca de tres mil (La guerra judía 11, 10-13 ::: Antigüedades de los judíos 17, 204-205). El segundo, entre los años 48-52 d. c., cuando la muchedumbre se sublevó ante un gesto indecente de burla de un soldado; Cumano, prefecto de Roma, mandó a sus hombres irrumpir violentamente en los pórticos del templo; Josefo habla de treinta mil muertos (!) (La guerra judía 11, 224- 227, Antigüedades de los judíos 20, 106-112).

Muchos de ellos se acercan a la ciudad cantando su alegría por haber llegado a Jerusalén después de un largo viaje. Lo mismo hace el grupo de Jesús. Se acercan ya a las puertas de la ciudad. Es el último tramo, y Jesús lo ha querido recorrer montado sobre un asno, como humilde peregrino que entra en Jerusalén deseando a todos la paz. En ese momento, contagiados por el clima festivo de la Pascua y enardecidos por la expectación de la pronta llegada del reino de Dios, en la que tanto insistía Jesús, comienzan a aclamarlo. El relato se encuentra en Marcos 11,1-11 (y paralelos) y Juan 2,13-22. La mayoría de los investigadores piensa que Jesús entró realmente en Jerusalén montado en un asno, realizando así un gesto simbólico para anunciar el reino de Dios como un reino de paz y justicia frente al Imperio de Roma, construido sobre la violencia y la injusticia. El hecho fue más tarde elaborado teológicamente para convertirlo en la entrada triunfal del Mesías en Jerusalén (Gnilka, Roloff, Schlosser, Crossan). Algunos cortan cualquier rama o follaje verde que crece junto al camino, otros extienden sus túnicas a su paso. Expresan su fe en el reino de Dios y su agradecimiento a Jesús. No es una recepción solemne organizada para recibir a un personaje ilustre y poderoso. Es el homenaje espontáneo de los discípulos y seguidores que vienen con él. Según se nos dice, los que le aclaman son peregrinos que “iban delante de él” o que “le seguían”. Probablemente su grito debió de ser este: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

Al transformar el gesto original de Jesús en una afirmación de su carácter mesiánico se llevó a cabo un trabajo redaccional importante: se añadió la leyenda del hallazgo maravilloso de “un pollino atado, sobre el que no había montado todavía nadie” (Marcos 11,1-6); se enriqueció la aclamación con otro grito: “Bendito el reino que viene de nuestro padre David” (Marcos 11,10); Mateo y Juan añadieron por su cuenta una cita del profeta Zacarías, tomada de la Biblia griega, para ilustrar el sentido del hecho: “He aquí que viene a ti tu Rey, manso y humilde, montado en un asno y un pollino, hijo de animal de carga” (9,9).

El gesto de Jesús era seguramente intencionado. Su entrada en Jerusalén montado en un asno decía más que muchas palabras. Jesús busca un reino de paz y justicia para todos, no un imperio construido con violencia y opresión. Montado en su pequeño asno aparece ante aquellos peregrinos como profeta, portador de un orden nuevo y diferente, opuesto al que imponían los generales romanos, montados sobre sus caballos de guerra. Su humilde entrada en Jerusalén se convierte en sátira y burla de las entradas triunfales que organizaban los romanos para tomar posesión de las ciudades conquistadas. Más de uno vería en el gesto de Jesús una graciosa crítica al prefecto romano que, por esos mismos días, ha entrado en Jerusalén montado en su poderoso caballo, adornado con todos los símbolos de su poder imperial. Es conocida la visita imperial que organizó Adriano por las provincias orientales en los años 129-130 d. C. Al entrar en ciudades como Filadelfia, Petra, Gerasa, Escitópolis o Cesarea, lo hacía en un caballo ritual de color blanco y con armadura ceremonial, para ser recibido con himnos y discursos por los dignatarios del lugar. Así entraba un emperador en sus ciudades.

A los romanos no les podía hacer ninguna gracia. Ignoramos el alcance que pudo tener el gesto simbólico de Jesús en medio de aquel gentío multitudinario. En cualquier caso, aquella entrada “antitriunfal”, jaleada por sus seguidores y seguidoras, es una burla que puede encender los ánimos de la gente. Este acto público de Jesús anunciando un antirreino no violento habría bastado para decretar su ejecución. Así piensan Crossan y diversos autores.

10 comentarios

  • mªpilar garcía

    ¿Son galgos o son podencos?…
    ¡¡¡Que cansancio!!!
    Cuando aprenderemos a respetar, la comprensión de la Escritura, de cada cual tiene, experimenta.
    La Palabra, tiene que hablar al corazón, y desde allí se hará luz; hay que percibir la ¡Esencia! no la letra.
    Jesús dijo: “la sola letra no alimenta el alma… sino el Espíritu=comprensión, desde la vida, no mirando a los “enseñantes”… ¡¡la vida!!
    ¡¡Que pesadez!! Pierden la educación cuando entran ya en el insulto.
    Gritar muy alto y de manera grosera…¡¡no da la razón…!!
    mª pilar
     

  • Manuel V.

    Pepe Sala:
    Del mismo texto que cita (hay que leerlo todo, los titulares llevan a deducciones  erróneas, como la que acaba de hacer, enlazando lo que le ha dado la gana)
    “Charlatanería es un término que ya ha utilizado en varias ocasiones Benedicto XVI para referirse a cosas sin importancia, materialistas”, dijo. Por el contrario, subrayó Politi, “nunca habló de ‘charlatanería’ a propósito de los abusos sexuales”, que siempre calificó de “crímenes abominables”.
    ¿Va adevolver usted su burro o se lo queda pa siempre?
    Por cierto, Jesucristo ya levantó  la cabeza.

  • pepe sala

    Pues vaya si cambian los tiempos…
     
    Ya lo dice el papa: ” no nos dejaremos intimidar por la charlatanería” ( refiriéndose a los miles de casos de abusus sexuales de los que tiene constancia expresa).
    ¿ Habrá devuelto el ” burro” con el que celebró este año la conmemoración de aquello del borrico?:
     
    http://es.noticias.yahoo.com/12/20100329/ten-el-papa-dice-que-no-hay-que-dejarse-5823964.html
     
    Si Jesucristo levantase la cabeza le iba a dar un soponcio que le iba a dejar más crucificado que lo de Poncio ( Piloto)

  • Manuel V.

    Por mucho que releo, no encuentro ninguna novedad en este relato de la entrada en Jerusalem. No veo diferencia alguno con lo que muchos libros anteriores cuentan al respecto, ni con lo que yo he escuchado en la Iglesia.
    El hallazgo maravilloso de “un pollino atado, sobre el que no había montado todavía nadie” (Marcos 11,1-6) que menciona Pagola, tiene fácil explicación: Era de su amigo Lázaro de Betania o de la gente del lugar que le conocía, Jesús había pedido que se lo dejaran allí, o sabía de su existencia. De hecho Marcos 11, 11 dice: “como ya anochecía, se fue a Betania con los doce. ” … a devolver el pollino a su dueño. 

  • José Ignacio Ardid

    ¡Paz a todos!

    Me ha parecido bello, sugerente y provocador el texto de José Antonio Pagola de la entrada de Jesús en Jerusalén: es un símbolo y un signo del Reino de Dios… ¡Lo hace para seguir anunciando el mensaje de ese Reino, sin miedos, aún sabiendo que esa forma de entrar le acarrearía consecuencias funestas!… Una consecuencia más que añadir a esa forma con la que vivió Jesús…

    Ahora sabemos que Jesús murió como murió, porque vivió de esa manera tan profundamente enraizada en la Presencia, en su Padre… ¡Sus signos no eran signo de anti-Reino, pero si contrarios al reino de opresión en el que vivía!…

    Esa entrada humilde en el asno, en  contra a la entrada de los poderosos en preciosos caballos, es un signo del Reino… ¿cabría extrapolar otras entradas en ciudades y países de las autoridades eclesiales y políticas?… Puede ser, pero me cabe preguntar -a mí, también, por supuesto- si ¿mis formas y maneras son signos de ese Reino o, simplemente, son los signos de un reino que oprime cada vez más al hombre?…

    Saludos a todos,

  • Antonio Vicedo

    Miguel, aparte de que muchos sí los reciben y conviven con ellos, de lo que se trata en la referencia al Vaticano, es que  ese cualquiera por ejemplo es considerado por Jesús como identificación perceptiva de consideración y trato de SI MISMO.
    Puede que tú y muchos nos atrevamos a llamar casa nuestra a aquella en la que vivimos, pero si el Vaticano no es de Jesús ¿De quien es?
    Ysi se le niega ¿Quien tiene tanto poder para hacerlo?
    Claro que  “los pobres los tendremos siempre entre nosotros”, porque ÉL está en ellos.
    ¿Le has encontrado muchas otras exégesis al C. XXV de Mateo?
    Mucho se está aireando,  y con causa,  el escándalo del hecho y el  encubrimiento de la pederastia y otros comportamientos respecto a la sexualidad en la Iglesia, pero, sin quitar ninguna importancia al asunto tremendo por las consecuencias, creo que el maridaje con el Poder Mundano está minando mucho más su coherencia evangélica, si lo miramos desde el ángulo del anonadamiento de Dios en la Encarnación.
    Los discípulos le manifestaron su admiración por la magnificencia del Templo y su respuesta fue lo de no quedar piedra sobre piedra. Pero ahí siguen aún las piedras y con ellas el intento de anteponerlas a las PERSONAS y al mismo JESÚS en ellas

  • Gabriel Sanchez

    Hay una pelicula, hecha por artistas, muchos de ellos de religión Judia, que examinando la causa de Jesús, en realidad Juzgaron a Pilatos, en el sentido de si la condena, fue justa o no…Y algo que se aprende que a  Jesús lo miraban desde muchas concepciones de Dios, de la historia y del hombre y por supuesto intereses, lo politico, como algo diferenciado, es una visión moderna, en el tiempo de Jesús, lo religioso, lo politico y lo domestico, estaban unidos…y coincido con Pagola, por supuesto, que a la hora de elegir Miguel, Jesús esta entre los indocumentados… no te quepa duda, mira lo ha dicho hasta el magisterio oficial de la Iglesia, si algo hace la figura de Jesús, es denunciar… con su vida, todo lo que no es humano y por lo tanto es injusto…Gabriel

  • Miguel González

    La crítica por la crítica es mala consejera. ¿Quién hay que viendo a un emigrante indocumentado lo acoge en su propia casa? ¿Algún partido político u organización social hace eso? Siempre hay excepciones que no mueven molino. ¿De verdad alguien cree que los problemas de la inmigración y de  pobreza, etc.,   se solucionan con la venta de los monumentos propiedad de la Iglesia? Se palían, puede, pero no se resuelven. Pan para hoy y hambre para mañana. “Pobres siempre los tendréis entre vosotros”. Donde hay patrón no manda marinero.

  • Antonio Vicedo

    A los romanos no les podía hacer ninguna gracia. Ignoramos el alcance que pudo tener el gesto simbólico de Jesús en medio de aquel gentío multitudinario·”
    ¿Les haría igualmente más gracia ese gesto de Jesús a los  prepotentes y sacralizados personajes ocupados en aquella magnificencia y esplendor del Templo y sus Cultos?
    Y, admitidas circunstancias reales ¿qué reacciones levanta ahora en el  Vaticano por  la Plaza de S. Pedro cualquiera que allí se acerque como emigrante indocumentado y sin tener donde caerse muerto, proclamando que aquello es Casa de su Padre?
    Puede que la relación con esto, tenga que ver más con lo que se celebra este Domingo, que cualquier insinuación hacia el desafío  crítico a los Poderes Políticos, porque habrá que considerar masa a la masa, pero que la LEVADURA no lo sea,  es más preocupante para la función necesaria de FERMENTACIÓN de aquella. 

  • Carlos

    Me encanta cómo Pagola pone siempre el sentido común y el realismo, además de los conocimientos exegéticos, para explicar los hechos de la vida de Jesús.