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CURSO DE INTRODUCCIÓN A MARCEL LÉGAUT 8

«La intelección de la propia muerte»

(capítulo IV de El hombre en busca de su humanidad)

1. Légaut reflexiona en este capítulo acerca de cómo en el hombre se confrotan, con el paso de los años, su fe y su muerte. Fe que es fe en sí mismo, fe conyugal, y fe paterna. Fe que no es adhesión a una doctrina sino la actitud fundamental del hombre ante la vida y (en este caso) ante una manifestación de su «carencia de ser» tan radical como es la muerte.

Igual como con los bienes humanos, el amor humano y la paternidad, Légaut no diserta sobre la muerte en general; ni tampoco sobre la creencia en una vida después o más allá, sino que se coloca en otro plano, digamos existencial y de experiencia. Lo cual no es fácil.

A la dificultad de hablar de lo que es personal (en el sentido de que no es del orden de lo social y de lo general); y a la dificultad de hablar de lo que es misterio en la propia vida incluso para uno mismo (no el único misterio sin embargo, pues, como ya vimos, nada ni nadie –tampoco la religión, la ciencia o la sociedad– puede explicar el porqué del «amor humano» particular, no sólo naciente sino maduro, de una persona concreta por otra, ni tampoco por qué los hijos de una pareja son los que son y son lo que son para sus padres); se añade ahora una tercera dificultad, en el caso de la muerte.

A diferencia del amor humano, en el que cada persona de la pareja elige, en último término, a la otra, y a diferencia de la paternidad, en la que los padres no escogen a los hijos pero pueden reconocer en ellos una semejanza a partir del inicio absoluto que representó su venida, la muerte tiene la dificultad de ser un hecho que aún no ha sucedido; un hecho que el hombre ignora cómo será; un hecho que, además, él en absoluto desea y que, en todo caso, sólo concibe como un accidente inevitable, como un final sobrevenido desde fuera, exterior a su vida.

La exposición de Légaut, en continuidad con lo expuesto en entregas anteriores acerca de los dos tipos o etapas del amor y de la paternidad y maternidad (amor naciente y amor adulto; y paternidad/maternidad de autoridad y de llamada), responde a cuestiones como éstas: ¿puede llevar la fe a encarar el ser humano su muerte de otra manera que la inicial? A medida que avanza en el itinerario de su cumplimiento, ¿puede el hombre apropiarse y hacer suya su muerte y, de ser un accidente exterior a su vida, pasar a convertirla en el acto último de la misma; aquél que, como la rúbrica, autentifica el resto, incluido el nombre? ¿Cómo puede el hombre hacerla suya de forma que sea para él no un final absoluto y abrupto sino fermento durante su camino, desde crío pero, sobre todo, al tomarse la vida en serio, dar un carácter absoluto a sus compromisos y descubrir además, muchas veces no sin conflictos ni crisis, que éstos requieren de él no tanto obediencia sino fidelidad, y no tanto un saber hacer cuanto invención?

 

2. Tal sería, en síntesis, el arranque, el enfoque y el objetivo de este texto de Légaut sobre la muerte. El texto, sin embargo, se divide en tres secciones y contiene más elementos. Vale la pena subrayar, como introducción, tres de ellos:

(1) Lo que se dice sobre la «actividad del recuerdo» (nº 4 y 9).

(2) La «reflexión de base» por la que el hombre adulto, expresamente o no, rechaza –o no– la afirmación de «destrucción integral» y de «sin sentido» que (para muchos y para una parte de él mismo) parece desprenderse del hecho y de la significación de la muerte (nº 5). En esta reflexión, Légaut propone la diferencia entre «interioridad» y «subjetividad», dos términos importantes de su vocabulario.

(3) Por último, la actividad de creación por la que el hombre convierte la muerte en su propia muerte (nº 8).

Diré algo sobre este último elemento antes de terminar. Como se puede probar con otros textos suyos, es ésta una reflexión suya en la que lo original es descubrir una semejanza entre el tiempo de la separación final, en las relaciones fundamentales del hombre, y el tiempo de despedida de Jesús y de los suyos que, en el evangelio de Juan, incluye un extenso discurso donde aparece la conocida frase «os conviene que yo me vaya». El hombre y la mujer adultos, al término de su camino, pueden entrever, junto a los suyos, igual como Jesús junto a los suyos, que conviene irse y desaparecer para consumar la comunicación y el don del propio ser, que es para lo que se ha venido al mundo. Tal es la apropiación de la muerte que, en síntesis, plantea Légaut.

Para terminar, recordaré a otro testigo, alguno de cuyos textos ilustran la relación del «os conviene que yo me vaya» con la «actividad del recuerdo». Hacia 1936, Machado puso en boca de Juan de Mairena estos versos de despedida dirigidos a su segundo gran amor:

Sé que habrás de llorarme cuando muera
para olvidarme y, luego,
poderme recordar, limpios los ojos
que miran en el tiempo.

Más allá de tus lágrimas y de
tu olvido, en tu recuerdo,
me siento ir por una senda clara…

La «senda clara» era «un “Adiós (…)”, enjuto y serio» en el que el término de despedida («Adiós») es consciente. Por otra parte, en un comentario posterior, Machado formula una de las formas como el amor es más fuerte que la muerte y la tradición humana se cumple: «Porque sólo la creación apasionada triunfa del olvido».

3. Ver el resumen de «La intelección de la propia muerte» (cap. IV de HBH) en SELECCIÓN DE FRAGMENTOS.

 

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GUÍA DE LECTURA Y AUTOEVALUACIÓN

Por Antonio Duato

  • 1. El texto anterior de Domingo Melero es ya una guía para le lectura del capítulo IV del libro El Hombre en Busca de su Humanidad. Esa es la tarea que se propone para la próxima semana: leer, meditar y comentar este capítulo fundamental. El que tenga el libro en sus manos podrá hacerlo, subrayando o marcando párrafos en el margen. Para el que no lo tenga se le ofrece esa magnífica síntesis que es la Selección de fragmentos del capítulo IV, a la que apunta en definitiva el texto de Domingo. Recalco que esa síntesis, entrelazando fragmentos con resúmenes del resto, se va creando en la página de la Asociación Marcel Légaut a medida que avanza este curso, pero para que quede perennemente como un recurso público y abierto a la obra de Légaut. Fijaos cómo, en el índice al que lleva ese enlace puesto al final de lo Domingo, sólo tienen contenido los capítulos que han ido apareciendo hasta ahora en este curso de ATRIO. Es algo más que hay que agradecer a la Asociación (y ellos a nosotros tal vez, por nuestro estímulo a hacerlo). Es. de cualquier forma. un buen trabajo, para imprimir o recurrir a la pantalla cuando queramos, según lo que prefiera cada uno.
  • 2. Casi todos nosotros venimos de un tipo de espiritual en el que la muerte contaba mucho. O para aprender a temerla (recordad el Kempis, los Ejercicios ignacianos, aquella “Preparación a la muerte” de “Cuando mis manos lánguidas dejen caer el crucifijo…”) o como imprescindible paso al más allá, a otra vida, al cielo bien escenificado por la imaginación…Todo aquello caducó y nos liberamos de ello con justísima razón. Optamos decididamente pos la vida y por el más acá, lo único real.¿Va a volver ahora Légaut a aquello? Léelo sin prejuicios y di de verdad: ¿hay en Légaut alguna vuelta a aquella visión tremendista de la muerte o angelical del cielo?
  • 3. Como método para los comentarios sigue siendo el mejor el que cada uno, ligándolo o no a experiencia y reflexiones propias, entresaque frases concretas de Légaut o de esta entrega. Lo mismo que en la página de la Asociación van construyendo esa Selección de Fragmentos que queda para siempre, en ATRIO, a nuestro estilo, vamos creando estos hilos de comentarios desde diversas perspectivas y circunstancias que enriquecerán también para siempre la lectura de Légaut. Y vamos formando una comunidad virtual de búsqueda, que es nuestro objetivo.

16 comentarios

  • Asun

    Gracias a todos por vuestros testimonios y por ofrecernos vuestra  cercanía a nuestras familias, Eduardo.
    No se penetra en lo que es, es decir no se es consciente de la vida, si no se afronta la propia muerte. Ésta, nos dice Légaut, comienza a asumirse plenamente con la des-posesión de sí, que va unido indisolublemente con la presencia y comprensión de su muerte, ambas cosas  crecen juntas en profundidad.
     
    El primer contacto con la muerte lo tuve alrededor de los seis años al morir un pariente cercano y querido. Sentí paz. No sé si era mi estar genuino, lo que era de fondo sin superposiciones,  simplemente no me dejaba contaminar por el desconsuelo que, creo se enraíza no tanto en la tristeza de la ausencia del ser querido como, sobre todo, en la no aceptación y en el inconsciente colectivo, oscuro psiquismo en el que el fantasma de la  muerte “mora”.
     
    Después han ido dejándonos más y más parientes y vecinos, lo vivía más y más como algo que acontece, pero que aún como propia podía aplazar y no albergar de modo consciente. Creo ahora sin embargo que esas muertes han ido haciendo mella, dejando su huella para ayudarme a irla “acariciando” muy poco a poco, ocasionalmente al menos.
     
    Hay, creo,  una gran diferencia entre el deseo de la muerte, de que esto se acabe por haber perdido el sentido, y el tenerla cercana casi abrazarla como compañera en la vida, precisamente por el sentido de un todo que juntas se descubren, no sintiéndola  como opuesta a ella, sino como parte de ella como lo es el nacimiento, accidentes de la vida, de ese  misterio y luz que siempre permanece.
     
    No dudo en que  se nos dan los “recursos” necesarios para vivirla, para ir haciéndola nuestra, a pesar de la inestabilidad e inconsistencia del yo que nunca alcanza a sentirse sostenido por lo que es atraído, y aunque también se produce por la misma la sociedad y el entorno una dispersión y huída ante tal acontecimiento tan íntimo y nuestro, al que se le envuelve de inconsciencia y parafernalias que lo oscurecen. Los egos llegan a apropiarse hasta de la muerte del otro. Cuando la muerte es, al contrario, desapropiación, el aniquilamiento del ego.
     
    Todo lo vivido es un entramado de conexiones, que al irse interiozando nos va dando luces, abriendo puertas, facilitando el camino de profundización con percepciones y certezas. Por momentos y en el asombro del silencio,  se experimenta  que nada sobra,  todo está bien, el vacío de sí tiene sentido, la muerte también.
     
     
     

  • Donde hay vida late siempre el riesgo de la muerte,
    que puede suceder de mil formas, de manera imprevista
    o de manera que la hemos ido asumiendo
    desde nuestro “ser consciente”.
     
    M.L. en HBH, nos da un consejo:
    «Convertir la muerte en la propia muerte»
    como condición para asumirla de una forma acorde
    con nuestro ser «ínfimo y efímero pero necesario»
     
    A finales del pasado mes de febrero,
    fallecía la madre que me crío,
    la madre que me parió
    falleció tras mi nacimiento
    en unos tiempos difíciles.
     
    Con la tristeza y el dolor de la pérdida de un ser querido,
    comunicaba esta reciente muerte a todos los familiares y
    amigos/as, la enterramos el Día de Andalucía (28-F).
     
    Fallecía a los 92 años de edad después de toda
    una larga vida entregada a una familia formada por
    cinco hermanos y yo, ya que me crió desde el primer día
    de mi nacimiento igual que si me hubiera parido.
    Contaba con 15 nietos/as y 13 biznietos/as,
    había enviudado en 1999.
     
    Nuestra fe nos hace contemplarla desde ahora
    en la Gloria del Padre, Gozando de la Vida Eterna
    en la Comunión de los Santos.
     
    M.L. nos dice «La fe en sí mismo, permite al hombre
    mirar cara a cara a la muerte sin ver en ella su total
    destrucción, (…) el hombre tiene poder para situarla,
    no fuera de su vida o en contra de ella, sino en ella:
    tiene que convertirla en su muerte»

     
    Así hemos interpretamos esta experiencia de muerte:
    la fe en sí mismo, permite tener fuerzas, para afrontar
    esos momentos con serenidad y confianza.
     
    De esta manera tan poética lo expresa una nieta suya y
    sobrina mía que trabaja en Islandia, era su homenaje
    póstumo a la memoria de su abuela:
     
    «Desde la distancia, pero no desde el olvido,
    estoy presente en el dolor de la pérdida de
    nuestra querida abuela y con el gozo de haber tenido
    la suerte de pasar tantos momentos felices junto a ella,
    de haber sentido su cariño y entregarle el mío,
    de haber disfrutado su risa…

    A ti, mi abuela Ana, mi último adiós y mi último beso,
    que te lo lleve el viento que te lo alcance el mar.
    Aquí mi pena de no poder hacerlo yo misma,
    de no poder sentir el roce de tu piel por una última vez.

    Descansa en paz.
    A vosotros, padres, hermano, sobrinos, tíos, tías,
    primos, primas y demás familia, natural y política,
    mi pésame en estos momentos.

    Ojalá pudiera estar más cerca físicamente para abrazaros
    a todos, pero siéntanme cerca de pensamiento y corazón.

    Con mis sinceros y profundos deseos de
    armonía en la familia en el presente y en
    el futuro, reciban todo mi cariño y apoyo.

    Vuestra Lourdes»
     
    «Triste adiós a una incansable luchadora»,
    y que formará parte del recuerdo imborrable que
    tendremos de nuestra madre, abuela y bisabuela,
    en sus hijos/as, nietos/as y bisnietos/as.
     
    La muerte sólo será triste para los que
    no hayan pensado en ella
    . (Fenelón)

     

    Recibid junto a vuestras familias toda nuestra cercanía.
     
    Con cariño un abrazo
     
    Eduardo Soto
     
    —————————————————————-

  • Fico Sánchez Peral

    Al hilo del anecdotario pre-mortuorio que comentaba Oscar, recuerdo que la primera vez que creí estar cerca de la muerte (cuando lo del cáncer de pulmón), apareció por casa un cura, cuyo voluntarioso empeño era “ayudarme a bien morir”. Como le comuniqué mi rotunda intención de no morirme por el momento, me preguntó si alguna otra vez había estado cerca de la muerte y si recordaba qué había pensado y sentido entonces. Le conté que dos años antes, haciendo el cafre con un barquito de vela ligera en pleno invierno, volqué yendo solo. En el momento del vuelco, estando bajo el agua con el barco encima y enredado entre drizas, escotas y toda clase de cachivaches… -¡Y qué pensabas en ese momento! –Me interrumpió, ansioso– Que dónde estaban mis gafas -le respondí-, pues se me desprendieron de la cara bajo el agua, aunque logré encontrarlas. Y que cómo se salía de allí para respirar, pues como iba sujeto por un arnés y el barco estaba boca abajo, cuanto más tiraba yo para arriba, más tensaba el cable que me impedía salir. Pensé: serénate Fico, o no lo cuentas. Si estás sujeto por el arnés y tiras para arriba te ahogas seguro, tienes que bucear hacia abajo para destensar el arnés, soltarlo, y entonces podrás salir a respirar. -¿Y después qué pensaste, te preparaste para morir?- ¡Qué empeño! -le dije-, -Pues no señor.  Lo que hice fue nadar para recuperar el timón, que se había salido de su alojamiento y se alejaba impulsado por el viento. –Y entonces ya sí, ¿no?- Pues tampoco. Entonces me dediqué a amarrar el motor y todo lo que pudiera perderse y, después, -me anticipé antes de que volviera a la carga- empecé a intentar adrizar el barco. Lamento desilusionarle pero -aunque la cosa estaba chunga- en ningún momento pensé en morir, sino en hacer todo lo posible para sobrevivir, por eso, solo un instante me dije: Dios mío échame una mano que tengo que ocuparme de este lío.
     
    Después, reconocí que con lo del cáncer esa vez había bastantes posibilidades de cascarlas y el cura se empeñó en confesarme, lo que –aunque a él no se lo dije, porque lo vi muy lejos de poder entenderme- desencadenó el desmoronamiento del planteamiento religioso católico en que había vivido hasta esa fecha. ¿De qué servía confesarme? ¿A qué se suponía que me daría acceso más allá de la vida?….
     
    Me resultaba todo tan pueril, tan anacrónico, tan…; que, de golpe, sentí que lo único real que podía hacer y tenía algún sentido, era mirar hacia dentro y buscar la autenticidad de mi mismo, y desde ella, mirar a Dios y dejar que pasara lo que tuviera que pasar, pues -lo ví clarísimo- tarde o temprano tendría que acabar pasando algo. Ante la duda sobre la existencia de Dios, me adherí a la intuición de Él que siempre había llevado dentro, hice un acto de confianza en mi y en Él y, pese al vacío interior consiguiente y el dolor de  sentirme excluido y rechazado por la jerarquía religiosa y el contexto eclesial conocido, decidí ser fiel a aquella intuición. En el fondo, no deja de ser un planteamiento tan totalmente práctico, como el del barco.
     
    Lo pasé muy mal, pues el proceso fue muy largo y solitario, pero felizmente hemos llegado a buen puerto. El balance final es, que gracias a esa dura experiencia de pre-muerte, he vivido un proceso de evolución que en la iglesia no habría conocido y que me ha acabado llevando a una nueva forma de entender la fe. No sé si llego a tanto como a haberme desposado con mi propia muerte, pero voy dando pasos en esa dirección que, a ratos, me llevan a  intuirla mía. Lo dejo ahí, pues cuando a uno aún le quedan dudas de si en el próximo trance de muerte,  será capaz de verlo todo tan claro como cuando hace esta reflexión, será que aún no está del todo bien asumido. Por ahí anda la cosa.
     
    Esto ya es demasiado largo, lo dejo ahí.
    Saludos.

  • Antonio Vicedo

     Las vivencias que vivimos a lo largo de la vida, y de las que apenas podemos tener ni ofrecer adecuada y oportuna verbalización, nos van situando en un acercamiento a ese salto definitivo del que aún no tenemos propia experiencia, a pesar de las referencias que percibimos de las muertes  de seres más o menos próximos.
    Tal vez por eso, por haber soportado el sucederse de esas vivencias, y porque nuestra razón no se tropieza con el absurdo que le impida proyectarse hacia lo desconocido, nuestra voluntad nos impulsa a la actitud de fe humana por la que optamos por afirmar o negar una realidad que trasciende a este vivir concreto y nos sitúa en una actitud coherente a dicha opción.
    A los ochenta y pico de años vivenciando momentos que son principios y finales sucesivos de existencia, el considerar como que el de la muerte va a ser uno más de ellos, aunque de una calidad y trascendencia diferentes, me ofrece la serenidad de esperar con toda normalidad seguir pasando de vivencia a vivencia como hasta ahora.
    Cualquier proyección sobre el futuro, tengo que situarla en una opción de fe, pues los fenómenos experimentales respecto a ese futuro no están disponibles, ni supongo van a estar hasta que llegue y pase el momento.
    Por eso me ocupo de VIVIR, pues de lo que suponga NO VIVIR ¿Para qué PREocuparme?
    Otra cosa es Vivir el amor con los que vivieron aquí y ya no lo hacen como lo hicieron. En este caso, y también con actitud de confianza, el amor que hacia ellos me mueve me motiva a optar por considerarlos vivos y percibir de  su viva realidad el permanente amor que de ellos proviene.

  • oscar varela

    Hola!
     
    A mí –como a la Cigarra- varias veces me mataron, me morí y me maté.
     
    Bueno, no es para tanto, ya que “todavía estoy aquícantando”. Así que, por ahora la verdad es que debería decir “¡casi me mato!”. Recordemos algunas:
    ·········
    1ª) tendría yo unos 10 años, tal vez. Hacer renegar a mi madre era una costumbre.
    – “Cuando llegue tu padre del trabajo ¡ya vas a ver la que te espera!” –clamaba mi vieja ante alguna perrería o desobediencia, que parecía ser el gran pecado de esas edades.
     
    ¿Se imaginan Uds. que mi viejo me pusiera la mano encima?
    Mi padre medía 1,90 mts. – pesaba 94 kilos – era Atleta oficial del Racing Club de Avellaneda en las especialidades “jabalina – martillo – tiro de disco, etc., además de ser el goleador del equipo de Primera de Basquet de ese mismo Club.
     
    Jamás me “pegó”. Porque yo escapaba y él se hacía que me perseguía sin alcanzarme nunca.
     
    Pero no sé qué pasó un día en que “no me le disparé”. Lo enfrenté:
    – “¡Si tengo que morir, moriré!”- creo que se anidaba en mi interior.
     
    Y ¡resucité como la Cigarra!.
    ··········
    2ª) Otra vez –debería ser por el año 1966- atendía yo varias Obras de Construcciones Metálicas, por lo cual viajaba mucho (promedio 200 km diarios).
    Hacía una semana que un comando guerillero había hecho volar el Comedor de la Central de Policía Federal (Buenos Aires – calle Moreno).
    Parece que en represalia aparecieron a los dos días en la localidad de Pilar varios cadáveres mutilados por unas bombas allí explotadas.
    Cercano a lugar (Ruta Panamericana – Acceso Pilar) tenía yo una de las Obras (Grifería F.V.).
    Mi camioneta fue interceptada por 2 vehículos que, con ametralladora, me tiraron a la banquina. Luego me metieron en el asiento de atrás de un coche marca “Torino” y que, mientras me sacaban anillo de casamiento y billetera, me tenía encañonado una “45” en la sien.
    Me condujeron ¡vaya a saber dónde! y me bajaron:
    – “¡Ahora te vas caminando sin darte vuelta!” –fue la orden, mientras me apuntaban con la 45 y un  FAL recortado.
    – “¡Chau a la Vida!” –me encontré pensando. Pero muy tranqui.
    ¿Y saben qué otra cosa “concreta” y absorbente estaba en mi conciencia en ese momento?
    ¡Si hasta el día de hoy no lo puedo creer! –
    Mi preocupación era: ¿Quién iba a proseguir y terminar la piecita anexa que estaba contruyendo los fines de semana en mi casa para ampliarla por mi hijo? Y que le dejaba el “problema” a mi esposa.
    ¿De no creer, no? – ¡Cosa extraña la vida humana, ché!

    Con el tiempo averigüé que los secuestradores eran de la CIA (Inteligencia del Estado Argentino) y si no me mataron fue porque en mi billetera había una tarjetita que decía … bueno, lo que les escuché decirse entre ellos: “No nos metamos que es de los …”- (¿qué habrá sido, no?)… Y sigo ¡Vivo! Moraleja: Lleven siempre una tarjetita en la billetera … uno nunca sabe …
    ··········
    3ª y hasta 10.000ª más: Siempre viví al borde por mi tipo de trabajo: colgado en alturas!
    ··········
    Como la Cigarra” – Acá sigo estando ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • Lali

    La cita de Oscar:
     
    “Entonces, venid y litigaremos –dice el Señor-.
    Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve;
    Aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.” (Is. 1,18).
     
    Conviene leer el contexto de esta cita, es decir desde el v. 10 al 20. De ese modo se comprende de que va: que los sacrificios, la liturgia, la plegaria… no son la vía para obtener el perdón; es el restablecimiento de la justicia la que consigue dejar las cosas en su sitio. Viene a ser lo que ha afirmado con su tino habitual el amigo Gabriel en el artículo del perdón.
     
    Y ustedes perdonen la intromisión.
    Lali

  • oscar varela

    Hola!
     
    Estimo que son conocidas las Canciones (¿“infantiles”?) de María Elena Walsh.
     
    Para los argentinos tiene ecos de MUERTE y VIDA la “inocente” Canción “ANTI-GENOCIDA” “Como la Cigarra” (refresque España y el Mundo lo que está pasando con el Juez Garzón)
     
    Tantas veces me mataron
    tantas veces me morí,
    sin embargo estoy aquí,
    resucitando.
     
    Gracias doy a la desgracia
    y a la mano con puñal
    porque me mató tan mal
    y seguí cantando.
     
    (Estribillo)
     
    Cantando al sol como la cigarra
    después de un año bajo la tierra,
    igual que sobreviviente
    que vuelve de la guerra.
     
    Tantas veces me borraron,
    tantas desaparecí.
    A mi propio entierro fui
    sola y llorando.
     
    Hice un nudo en el pañuelo
    pero me olvidé después,
    que no era la única vez
    y seguí cantando.
     
    Tantas veces te mataron
    tantas resucitarás,
    cuántas noches pasarás
    desesperando.
     
    Que a la hora del naufragio
    y de la oscuridad
    alguien te resucitará
    para ir cantando.
    ···········
    ¡Vamos todavía1 – Oscar.

  • oscar varela

    Hola!
     
    Para la Vida humana, si no existiera la Muerte habría que inventarla.
    La Vida “necesita” la Muerte.
    No con necesidad de lógica deducción;
    sino con la lógica concreta de que ha de “contar con” ella,
    cuyo destilado esencial es: “EL HOMBRE ES MORTAL”.
     
    En este sentido experiencial acierta Légaut poniendo la Muerte en una “función servicial” (en mi terminología, no en la de Marcel).
    ··········
    Melero lo sintetiza en la pág. 14 relacionándola con lo otros ítems fundamentales de Légaut (fe en sí mismo – conyugal – paternal):
    – “El pensamiento de la murete, por el desprendimiento que de sí comporta, ayuda y purifica la fe en sí mismo, la fe conyugal y paterna pues impide que las facilidades, de orden psicológico y social, que a veces las acompañan, las contaminen y mengüen: facilidades que, para ser útiles e incluso indispensables en determinados momentos, de ningún modo deben considerarse primeras y esenciales.”-
    ··········
    Todas estas cosas, tan dificultosamente dichas, tienen el acierto profundo y cabal de la conversación popular cuando sin solemnidades declara:
    – “TENEMOS LOS DÍAS CONTADOS”-
    ··········
    La Muerte hace que la Vida no tenga in-definiciones: Todo lo contrario: tiene “término” y “finales”, que la de-limitan, dándole una “figura”.
     
    Va a insistir Légaut en que la madurez consiste en re-absorber (terminología mía, no de Marcel) la muerte en “MI” muerte.
     
    Es en ese Horizonte de interpretación, como en el paisaje de un cuadro o en el argumento de una novela, el “lugar” en que se “con-figura” la Vida propia.
     
    En cada pincelada, golpe de buril o acción personal, el ser humano va re-creando la película de su vida. Por eso Légaut nos habla acá (todo el item 9) –mejor que en cualquier otro lugar- del RECUERDO, cuyo nombre –a diferencia de la “Memoria”-, está bien elegido porque se trata de un “re-paso por la víscera repartidora de los acentos e importancias vitales”. Ese “re-pasar” por el cuore la propia pasada-vida no es un quehacer sin consecuencias. Todo lo contrario, es un “balance vital” que de tanto en tanto (¿2 o 4 veces en la vida?) hace el ser humano re-afirmando su “llamada”, o re-negándola.
     
    Tiene el ser humano la capacidad no sólo de “hacer” su vida sino de “re-hacerla”. Este es el sentido hondo que late en la idea del “perdón” y que es objeto de otro Post de Atrio. Asunto que queda fuertemente expresado en no sé dónde del antiguo testamento:
    – “Aunque tus pecados sean rojos como la grana, quedarás blanco como la nieve”-
    (+ ó – lo que pretende el método freudiano del “diván” de “asociaciones libres”).
    ···········
    Las Sagas medievales de Fausto o Don Juan han sido retomadas y trabajadas a través de los tiempos. En ellas se trata vigorosamente el asunto de LA MUERTE.

    Recuerdo que Tirso de Molina no sólo titula Don Juan, sino que agrega en el mismo rango (o mayor aun) el del “Convidado de piedra” (la Muerte re-di-viva, que se hace presente para producir la “conversión” a último momento, que fue la intencionalidad de estas Sagas medievales, repito: la “conversión”)
     
    En otro posible comentario veré de “re-cordar” las veces que yo me morí; pero como hasta ahora el Adversario no me lo tomó en serio, me entretendré en “colgar” en la “Biblioteca” del Taller una INTERPRETACIÓN de la MUERTE que Ortega y Gasset hace con motivo de la figura de DON JUAN, UN HÉROE (OCT6,136-7)
     
    ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • mªpilar garcía

    Llegar a pensar la propia muerte, como parte esencial y necesaria, para el crecimiento personal en camino hacia la plenitud (al ser,  un ir llegando… hasta el final.)

    Mi experiencia personal: Siento, que es fundamental haber estado en contacto con el dolor, la muerte,  largos procesos de enfermedad.

    Es pensarla, repensarla, descubrirla como compañera de camino, (nos guste o no)  ella es parte esencial de nuestro vivir, ubicarla en su lugar, hace crecer, sentir la necesidad de no temerla u olvidarla… porque esto no la aleja de nuestro camino.

    “El hombre interior no teme sino que busca ser objetivo…” M.L.

    Esta frase me ha hecho sentir esa fuerza serena, con que se puede mirar la muerte propia, cuando se la acoge como parte esencial.

    “Desposesión de sí y comprensión de su muerte crecen juntas. Ambas se ayudan a establecerse en el…” M.L.

    Es como reconocerle su lugar, su esencia, su importancia en nuestro vivir.

    Cuanto menos estoy atado a mi “ego”, el ser que soy no tiene más valor solo; sino que se completa, cuando todo lo que forma parte de el tienen su peso específico.

    Desde ahí, pensar en la muerte, a veces, es como una liberación… sé, que esto no es “lógico”; pero cuando se mira el dolor de frente, es consolador, mirarla con afecto liberador…
    mª pilar

  • Jordi Morrós

    Este apartado es de los que toca a fondo la experiencia transmitida por Marcel Légaut, y es ahora cuando cumplidos ya los 5o años puedo entenderlo un poco mejor que cuando lo leí por primera vez a los 20 y pocos años.
    De todo el texto y más allá de la interesante reflexión sobre la  muerte, el amor y la paternidad me quedo con este párrafo.
    “el desprendimiento de sí que el pensamiento
    de la muerte impone al adulto lúcido y con valor es una prolongación
    de la desposesión que el amor y la paternidad exigen y que
    crece a través de sus etapas”
    El desprendimiento y desasimiento tan propio  las distintas tradiciones religiosas (cristianismo y budismo, de las que conozco un poco más) entiendo que aquí se presentan de una manera plenamente encarnada y muy poco angélica y/o infantilmente consoladora.
    Pero quizás lo mejor que se puede hacer después de leer el texto es un gran silencio que comprendo también que no contribuye precisamente a la dinamización del foro.
    Hasta la próxima.

  • Fico Sánchez Peral

    Intelección de la propia muerte.
     
    Aún sin acabar de leer más que la introducción al tema de esta 8ª entrega, resuenan en mi las hondas intervenciones de Carmen y de Gabriel.
     
    No hay más experiencia posible de muerte que la aproximación a ella desde la vida. Yo, como ya sabéis, he andado cerca de ella largos años y, al margen de ideas preconcebidas que, ante la rotundidad de su inminente e inimitable presencia quedan todas fuera de juego, desarmadas, como ajenas a la realidad que sucede; tras el lógico desconcierto inicial asiste uno, como sorprendido y  también un tanto ajeno, al descubrimiento, a la revelación de sí mismo, acompañada de la superioridad de una especial lucidez, que nos revela la intuición de la propia trascendencia más cercana que nunca del auténtico Trascendente.
     
    Se vive entonces como con un pié del lado de acá de la vida y otro del de allá, y es éste, el de allá, el que parece proporcionarnos esa lucidez que hace que la religión, el dogma, las creencias…, queden tan desenmascaradas que resultan pueriles, y si uno, pese a lo negativo del pronóstico que nos sitúa en esa posición, dispone de un mínimo de tiempo, comienza ya, esperanzadamente, un proceso de profundización y progresiva transformación, pues, por poco tiempo del  que uno crea disponer, la muerte no aparece ya como el final de la existencia, sino como el principio de la oportunidad de dar sentido a lo que se ha vivido. Y, por otra parte, la intuición de Dios es tan fuerte, tan próxima, que uno tiene la tentación de desear morir para verlo ya;  yo me decía: me ha costado tanto llegar hasta aquí, que ahora que te tengo cerca ya no te suelto. No, no le pedí que me llevara ya con él, no me atreví, pero entre este sentimiento y la lucidez que decía antes, empieza uno a ver la muerte de otra manera, como posibilidad de reencuentro con el Dios del que procedemos y que llevamos buscando toda la vida; como vuelta a casa y oportunidad de preparar el equipaje (la vida bien vivida) para alcanzar nuestro destino final en El. Y se queda uno como entre dos aguas, con un pié del lado de acá de la vida y el otro de allá, como ciudadano en tránsito volviendo a casa. Y te quedas a vivir en la frontera porque ni renuncias a la vida, ni renuncias a la intuición de ti y de Dios que sientes tan fuertes. ¿Cómo vivir a partir de ahora?
     
    Lo que pasa (para qué negarlo) es que, al menos en mi caso, todo eso se producía, entre toda esa esperanzadora revelación que decía antes, y en simultánea contradicción con el terrible vacío producido por la caída de la mayor parte de lo religioso; cosa que, para alguien tan religioso como había sido yo hasta entonces, era terrible. Me costo mucho tiempo deshacerme de ella. Pero ahora vivo bien, en continua búsqueda.
     
    Bueno, cuando me lo lea entero vuelvo.
    Saludos. Fico.

  • Carmen (Almendralejo)

    Anoche, te soñé… a mi lecho soñoliento
    Te llegaste, para susurrar
    que la muerte codicia ser capitana
    de los miedos,
     
    Anoche, te soñé,
     
    Te soñé, y despierta, quedaron desnudos
    Aquellos todos y cada uno de tus recuerdos,
     
    Fragmentados bajo aquel silencio inservible
    De la pesadumbre, beneficiaria y poseedora
    de tu sonrisa,
    Anoche te soñé, y abracé sin pena
    Tu amado y añorado recuerdo.
     
    Te soñé, ya sin miedo, y aún
    rompiéndome por dentro, aquel desconsuelo,
    te acaricie, con el cincel
    de tus manos corté a la fría piedra,
    a golpe de buril te abriste paso
    en mi alma, borrando los tristes
    recuerdos.
     
    ¡Oh! Muerte, fútil, arrogante
    Te viste para ser tan grande
    Mi desprecio,
    Ser ama y señora quisieras,
    para cuando tú conmigo mueras
    hacerte victima, y primicias,
    dispensario en mis sueños,
    y su recuerdo,
    ¡Anoche te soñé, sin muerte
    de por medio!
     
    ¡Tú! Muerte, osadas eres, te crees
    Fuertes entre el dolor y el silencio,  
    Pretenciosa es tu tiranía
     
    ¿No ves que tú mueres, acabas cuando yo muero?
     
    No pretendas, reinar en la vida
    porque no tienes
    Espacio, ni reino…
     
    cuando, la tierra nos acoge en su seno,
    acabas muerte, siendo dueña de su féretro…
    él, ya de ti  huyó, y sometida
    quedas en la piedra de tu nulo
    y fallido imperio.

  • Gabriel Sanchez

    En realidad sobre la muerte, simplemente, abordar lo previo, no hay en la experiencia de la humanidad, nada que tenga que ver con un durante y después de la muerte, que no se filosófico o religioso…En lo previo actúa el instinto de conservación…que nos lleva a la angustia, si sólo nos quedamos en el… Obviamente, que podemos echar mano a la razón y a la ciencia, que no, que sobre la muerte nos aportarán datos…que en nada alivian la pulsión propia del instinto de quien desea vivir…
     
      Pero existe otro nivel de conciencia veamos lo que nos aportan    “Nuestra respuesta frente a la vida y la muerte es en consecuencia mucho menos instintiva sin dejar de serlo, para convertirse en acto de constante emoción, reflexión e intuición. A este acto único en la naturaleza le llamamos de manera genérica; conciencia. Conciencia es pues el sello distintivo de la humanidad.”
     http://www.mundogestalt.com/cgi-bin/index.cgi?action=viewnews&id=150
    Javier Barbero, psicólogo adjunto del Servicio de Hematología del Hospital de la Paz y antiguo alumno de Comillas, dictó la conferencia inaugural “El psicólogo ante la muerte: la dialéctica entre los hechos y los valores”. Barbero aseguró que vivimos en una sociedad tanatofóbica, donde la muerte se vive como un fracaso.
    http://www.upcomillas.es/noticias/noticia.aspx?ID=287
     
    Esto entonces nos remite a un momento sobre el que no hay ninguna experiencia que implica lo que se da en llamar la desaparición física…que en realidad, es una acción sobre nuestro físico de las leyes fundamentales de la naturaleza, es decir la separación gradual de los elementos químicos…
     
    Ahora bien, ante esta realidad que no conocemos y que nos expone a la nada…entendí de la lectura de Legaut que existe un plano de ser, que pervive y que son del orden eterno (Descubre entonces la pervivencia de determinados instantes, que son del orden de lo eterno pero exigen de él  situarse y permanecer en un plano determinado de ser)…
     
    Es justamente en este plano en donde, el hombre toma conciencia de su trascendencia y adquiere la capacidad de reconocer todo lo que en el tiene esa dimensión de eternidad que habla Legaut… Es interesante ver como Legaut, nos dice que la negación ¿duda?…de esa eternidad…opacada por la objetividad…nos hace perder el rumbo…Que es reconociendo ese plano de lo eterno que este trance según Legaut, se superaría con la Interioridad…
     
    Finalmente Legaut nos dice la interioridad…que nos permite reconocer-avanzar-tomar conciencia de dos aspectos, la unidad de su vida y la intuición de su propia consistencia…consistencia esta que se expresa como negación de la muerte como la destrucción absoluta del hombre…Aquí es donde me separo de Legaut, para decir que desde nuestro humilde pensamiento… es este plano donde la Fe en la pervivencia de “parte de lo humano”…su ser (le podemos llamar de muchas otras maneras)nos pone cara al creador…y nos permite entregar la vida…no como un volver a la nada, sino como un nuevo nacimiento, como la criatura que deja el Útero, para despertar a la vida real al aire libre…Con cariño para todos desde un Montevideo soleado y yo convaleciendo.-  Gabriel

  • oscar varela

    Hola!

    No es de “pasar por alto” la dimensión “democrática” de Atrio.org
    tanto de la Guía de Antonio como del 1er. Comentario de Domingo.

    Acá tenemos un caso que -en otros contextos más “nacientes” o ” autoritarios”, para usar la terminología legautiana- se hubieran tratado en la “Sala de Profesores“.

    En cambio, acá, tanto Duato como Melero, se transparecen alegre y sencillamente en el Taller.

    Creo que estas “cositas” muestran a nosotros “Aprendices” un Marcel Légaut “aimilo-encarnado” por n/”Maestros”.

    ¡Gracias por ello! y ¡Vamos todavía! … que nos espera ¡Uy! LA MUERTE – Oscar.

  • Equipo Atrio

    Domingo:
    Totalmente de acuerdo con esa recitificación que paso a corregir. ¡Qué manía con “disyuntar” y no conjuntar!
    Antonio

  • Domingo Melero

    Querido Antonio:
     
    “Por alusiones” en el punto 1 de tu Guía: (copio) «Es algo más que hay que agradecer a la Asociación (o ellos a nosotros, por nuestro estímulo a hacerlo, no sé)». En mi opinión, habría que corregir la “o” disyuntiva por la “y” copulativa y suprimir el “no sé”, ¿no te parece? Saludos…