En otras ocasiones ya ha ensayado ATRIO el presentar un curso, con periodicidad semanal –los martes– a partir de un libro o un autor: La Teología del pluralismo religioso, con J. Mª Vigil; El nuevo paradigma, con Juan Luis Herrero del Pozo; Otro cristianismo es posible, con Roger Lenaers; El alma y su destino, con Vito Mancuso.
Vamos a empezar esta nueva etapa con un “Curso de espiritualidad con Marcel Légaut”, que estamos preparando en colaboración con la Asociación Marcel Légaut y que empezará dentro de pocas semanas.
Empezamos hoy a introducir el tema.
¿Quién fue Marcel Légaut?
José I, González Faus dijo en una ocasión que lo consideraba “el mejor maestro espiritual de occidente“. ¿Un laico, profesor universitario y pastor en las montañas prealpinas de Francia, padre de siete hijos… casi desconocido y sin ninguna aureola de gran gurú elevado a esa categoría? Lo más característico de Légaut es que no expone doctrina espiritual sino que en sus libros –el primero lo publicó a los 68 años– comunica con palabras justas experiencias vividas.
Andrés Torres Queiruga, comentando uno de sus libros poco conocidos y agotado ya, Meditación de un cristiano del siglo XX, me decía que era un texto de profundísima teología. ¿Teólogo un doctor en matemáticas que no frecuentó ninguna facultad de Teología? Sí, porque repensaba continuamente la fe para no caer en tópicos. Y sabía distinguir bien entre fe y creencias, entre el auténtico meollo del cristianismo y el ropaje de doctrinas y prácticas que le han ido añadiendo.
Acabo de releer un artículo que escribí en 1994 para el segundo número de la revista Cuadernos de la Diáspora y me suena a fresco y actual. En Recuperar la espiritualidad cuento cómo llegué a conocer a Légaut personalmente y el profundo beneficio espiritual que recibí de él, primero en la lectura de sus libros y, sobre todo, en las pocas ocasiones en que le traté a largo de los seis últimos años de su vida.
Seguramente puede representar una buena introducción para todos, un aperitivo. Por eso he decidido a ofrecerlo como una primera introducción al Curso, que continuará la semana próxima.
Recuperar la espiritualidad
Artículo de Antonio Duato publicado en el Nº 2 de la Revista CUADERNOS DE LA DIÁSPORA de la Asociación Marcel Légaut, noviembre 1994
Los compañeros me han pedido que aporte para esta sección nueva, mi testimonio personal sobre el influjo de Légaut en mi vida espiritual, y esto pienso hacer, lo mejor que pueda, en estas próximas líneas. Tengo la esperanza de que este relato ayude a entender la relevancia de los textos de Légaut que pueden, a primera vista, parecer descarnados. Y confío que este esfuerzo que he tenido que hacer para poner por escrito algo tan íntimo, anime a otros a exponer, en números sucesivos, semejantes reverbera-ciones de Légaut en su espíritu.
Leí los libros de Légaut en los primeros años setenta, nada más publicar VERBO DIVINO las dos obras de El Hombre en busca de su humanidad e (Introducción al entendimiento del) Pasado y porvenir del cristianismo. La primera impresión fue la de encontrarme ante una obra realmente nueva y viva. Veníamos de un período conciliar de abundante producción religiosa que se presentaba siempre como novedad y renovación. Y, sin embargo, esa literatura posconciliar me sonaba a viejo. Eran libros en los que se confirmaba la visión teológica y la actitud crítica del clérigo ilustrado que era yo entonces, pero que no hacían nacer un nuevo espíritu en mí. En Légaut encontré algo que me invitaba a ir más allá y que me enfrentaba conmigo mismo.
Hace veinte años, aunque ya empezaba a ser consciente de que junto a esa euforia renovadora del posconcilio se ocultaba una crisis muy profunda del espíritu, estaba lo suficientemente empeñado en obras y proyectos de transformación de la Iglesia y de la sociedad que podía aún sobrellevar el vacío y las contradicciones de mi vida interior, e incluso vivir esta situación como vaciamiento y ofrenda en favor de la causa. Aunque la lectura de Légaut, hecha en el ambiente de una práctica de retiro anual que no dejé nunca, me invitaba a un trabajo de reencuentro y sinceración conmigo mismo, no asumí la tarea entonces. Légaut quedó como una referencia a una clarificación interior que yo sabía pendiente. Perdí sus libros, no por falta de estima, sino por todo lo contrario: pierdo los libros que más estimo, porque son de los que más hablo a los amigos y caigo en la debilidad de dejarlos. Pero, de hecho, dejé de releerlos.
Doce años después, hacia 1985, la crisis interior se había hecho más profunda. Como la acción pastoral dispensaba ya menos entusiasmos, se hacía cada vez más difícil seguir aplazando el reencuentro pendiente. El desencanto político y la involución eclesiástica dominaban el horizonte. Sólo cabía aprovechar el cansancio y la lucidez que dan los años, para aceptar, con la mayor dignidad posible, la fatal marginación que imponía la historia y que presagiaba y adelantaba la vejez. Para ello necesitaba, más que nunca, claridad interior. La búsqueda espiritual se hacía más indispensable y exigente: o era auténticamente profunda y personal, o no iba a servir de base a esa nueva etapa de vida, en la que te quedas solo contigo mismo.
A través de una amiga, que me había facilitado en años anteriores el encuentro de ermitas y desiertos para mi retiro anual (Alloza, Farlete…), conocí las visitas de Légaut a España. Acudí al encuentro de 1986 en Bellesguard. Me interesaba conocer en directo a la persona que hacía años ya se me había hecho presente, con fuerza interpeladora, por sus libros. Presentía que podía ser un encuentro importante en mi vida, aunque estaba vacunado contra el fácil entusiasmo. Quería conservar sobre todo la cabeza fría, y no esperar la salvación del deslumbramiento de un nuevo movimiento de espiritualidad. ¡He conocido tántos a lo largo de la vida! Es verdad que cuando te hundes, te puedes agarrar a un clavo ardiente. Pero en ese momento yo prefería hundirme, o seguir nadando, hasta encontrar una tierra firme.
Puedo decir que este primer encuentro con Légaut y su grupo de amigos de España fue aparentemente de lo más irrelevante que podía imaginar. No hubo impacto ni deslumbramiento. Un grupito de diez o doce personas, muchos de ellos exjesuitas, leyendo varias horas al día, en torno a una mesa, páginas de libros que yo ya había leído y oyendo matizaciones y precisiones que, a partir del texto, hacía, en un difícil francés, su viejo autor. Sólo se atrevían a hablar o preguntar los muy iniciados. Se hilaba muy fino en los análisis de lo que pasa en el interior del hombre y en la búsqueda de las palabras más apropiadas. Pero a veces parecía descubrirse el mediterráneo, pues ya estaba todo mejor expresado y tematizado por otros autores. ¡Qué pocas citas y referencias culturales!. ¡Qué poco análisis del condicionante entorno sociocultural! Légaut parecía desinteresado de la realidad española y eclesial en la que había que encarnar una espiritualidad que quisiera ser realista. Y, para postres, no tenía siquiera Légaut ese don de gentes o esa capacidad de penetración personal que tienen otros maestros espirituales. Desde luego, no había ni peligro de “deslumbra- miento”.
Pero sí que había luz, que penetraba e iluminaba poco a poco. Visto en perspectiva de años, el encuentro con Légaut y su grupo de amigos ha sido lo más radicalmente decisivo que me ha acontecido en los últimos decenios. No sólo no me ha defraudado nunca, sino que ha ido entrando y transformando cada vez más mi vida, incitándome y ayudándome a afrontar el trabajo de clarificación interior que tenía pendiente desde hacía muchos años. Esta clarificación ha permitido después que reviviera una vida espiritual que, habiendo sido fuerza y alegría de mi juventud, tras la necesaria metamorfosis a la que ha necesitado someterse para acompañar la evolución imparable de mi ser personal, sigue siendo alimento y gozo de mi madurez.
Los aspectos del pensamiento de Légaut que más han penetrado en mí e iluminado el interior, arriesgando mucho al querer sistematizarlos en tesis, a la manera de los subtítulos de Légaut, son los siguientes:
La vida espiritual, o es totalmente personal y auténtica, o no es.
Si la obra espiritual no nace de la profundidad del ser que es irrepetible-mente uno mismo, no es más que “mermelada” o recubrimiento de pacotilla. O Dios es “mi Dios” o no existe para mí. En vez de desconfiar de la subjetividad, hay que asumirla en pleno pues no hay nada más real que el ser mismo que soy yo y que sólo a mi se me revela de una forma inmediata.
Asumir este principio era cerrar otros caminos de reviviscencia espiritual que oía proponer a otros, o, en el inconsciente culpabilizado, me proponía a mí mismo: la espiritualidad podría recobrarse con el “impulso heroico” –dejarlo todo para ir a Nicaragua o a una leprosería de Zaire– o la obediencia fiel a las “prácticas” espirituales de siempre. Y hay que ver hasta qué punto la imitación de los santos y las reglas estaban metidas dentro de mí como fundamentos de la espiritualidad.
Ser auténtico es en definitiva unir ser y acto, como Dios. Estar todo el ser en lo que se piensa y se hace, sin desdoblamientos ni ficción. Hay voluntarismos que nos hacen creernos otros de lo que somos. Hay roles funcionales que nos hacen hablar y actuar siguiendo pautas y expectativas ajenas.
La autenticidad religiosa exige partir de la fe en sí mismo y de la fidelidad a lo más profundo del propio ser.
Fuí educado en una espiritualidad que partía de una desconfianza hacia el propio ser: en mí, sin la gracia de Dios, sólo había una alimaña salvaje, y si descubría algo de ángel, seguro que era un candidato a ángel rebelde, del que había que desconfiar.
Me impresionó de Légaut antes que nada su invitación a ser yo mismo y a creer en mí mismo. Se trata de apostar a fondo por la persona y liberarla de complejos y culpabilidades. Légaut hace una teología de la liberación personal. Lo mismo que la liberación de los pueblos precede a la teología de la liberación, pero esta reflexión, al hacer una nueva relectura del Evangelio, reconcilia la liberación con la tradición cristiana, potenciándola por lo tanto, así hace Légaut respecto a la liberación personal. Quien ha entrado en un proceso de emancipación personal, necesita una relectura del Evangelio que lo haga iluminador y no rémora de la libertad interior conseguida.
Para mí nadie como él traza las bases teológicamente seguras y metodoló- gicamente diáfanas por las que ha de discurrir esta reconciliación de la liberación personal con la espiritualidad cristiana. En Légaut no se encontrará academicismo teológico. Pero sí valentía para abrir nuevos caminos, rigor de razonamiento y fidelidad al Evangelio. Todo menos frivolidad.
La fidelidad a lo que, desde lo más profundo de mí, me está llamando pasa por la acogida de los bienes específicamente humanos.
Había oído decir que para llegar a Dios había que renunciar a todo lo humano. Sobre todo a lo que tuviera relación con el instinto animal. Ya la teología, sobre todo con Rahner, me había dicho que el conocimiento y la presencia de Dios se dan siempre a través de la mediación creatural. Pero los teólogos de academia se van por las ramas. Légaut aborda la cuestión a fondo. El hombre se realiza como tal viviendo plenamente las experiencias fuertes que le hacen hombre: el amor, la paternidad, la muerte. El amor y la paternidad tienen una hondura instintiva que arraiga en lo más básico del hombre. Y sólo penetrando en el instinto, no rechazándolo, el hombre es invitado a amar y crear de una manera específicamente humana, haciendo trabajo espiritual sobre el cimiento de lo que es más él mismo. Lo mismo que sólo a través de la hondura trágica de la muerte, sin evadirse de su crueldad con imaginaciones celestiales, se llega descubrir la plenitud de vida.
Esta concepción teológica de los bienes específicamente humanos, que no son bienes de consumo sino de continua interpelación, único camino disponible para llegar a lo profundo de nosotros mismos y de Dios, y el haber puesto entre ellos, de una manera tan destacada aunque no exclusiva, el amor conyugal y la paternidad natural, era revolucionaria para uno que llevaba 35 años de clérigo. Me hizo ver hasta qué punto fui engañado, en cuestiones tan vitales, por una tradición religiosa.
Porque el celibato es una cuestión de tradición humana, no de Jesús. Es verdad que Jesús dice, en Mateo 19, que hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, otros hechos por mano de hombre y otros por el reinado de Dios. Yo me reconocía eunuco hecho por los hombres, pues fueron ellos, y no Dios, los que me dijeron, a los once años ya, que si quería ser sacerdote y santo (entonces para mí era lo mismo), tenía que renunciar a la niña de ojos azules de la que me sentía enamorado. La otra posibilidad, de eunuco por el Reino, no por los hombres, puede que se de. Tal vez la viviera Pablo, en su concreto momento histórico. Creyó que para el servicio del Evangelio era mejor vivir, sin “cargas familiares”, aunque podemos rastrear, por su incomprensión hacia la mujer, a qué precio. Hoy, sinceramente, no veo cómo la renuncia al amor conyugal y a la paternidad se puedan vivir como exigencia del Reino, sin que medie un factor biológico, biográfico o cultural. Esta grave mutiliación de la persona, aunque haya jóvenes que estén dispuestas a ofrendarla a Dios, no podemos pensar que la pida Él de verdad, como no pedía tampoco el sacrificio de Isaac. Y, por mi experiencia en el seminario que viví y en el que dirigí, no surge como opción original del interior de los jóvenes candidatos al sacerdocio, sino que es provocada por mediaciones humanas, por una tradición ideológica y un status quo que interesa mantener a través de la ley del celibato sacerdotal.
Aceptar, sin embargo, mi condición de clérigo entrado en años con elegancia, como un dato de mi historia personal que asumía, abriéndome desde ahí a la libertad, al amor y a la vida, era la opción de vida que surgía en mí y que conocía y estimaba Légaut. Él seguía con interés vidas como la de Mons. Gaillot, Obispo de Evreux. Decía que hacían falta muchos hombres de Iglesia así. Viví con él y su grupo como tal clérigo renovado y abierto varios años.
Sin embargo la sorpresa de la vida vino, un poco después de su muerte, con un amor, tan tardío como auténtico, tan improbable como real, que ya no fue reprimido como el de los once años, que ha transformado mi vida y que me ha hecho entender de una manera más personal y directa la profundidad teológica y mística de Légaut. No estoy en condición de escribir ahora sobre todo ello. Todavía estoy, con María, experta en “guardar todo en su corazón”, criando los hijos pequeños y saliendo adelante con la nueva vida y los nuevos trabajos. Es el tiempo de vivir, más que de hablar. Algún día nos saldrán las palabras. Ahora sólo puedo balbucear que nunca en mi larga vida de profesional del espíritu había conocido tanta contemplación y gratitud, tanta paz, tanta presencia de Dios, tanto amor concreto y universal, tanta carencia y plenitud de ser a la vez.
La opción fundamental consiste en sustituir la búsqueda ideológica por el camino interior.
A mitad justo de su libro “El hombre en busca de su humanidad”, Légaut pone al capítulo más breve pero decisivo, el título de “Las dos opciones”. He vuelto muchas veces a leerlo, pues lo considero un punto clave. No creo que él tuviese ningún resabio ignaciano. Pero a mí, que sí lo tengo, me ha recordado la situación y trascendencia de la meditación sobre las dos banderas en el libro de los Ejercicios. Aunque las opciones que propone Légaut sitúan al hombre en un terreno más radical del propuesto por Ignacio. Consiste en ésto: todos los esfuerzos que hace el hombre por situarse frente a Dios, el mundo y sí mismo, incluidas las opciones ignacianas por la riqueza o pobreza, incluidas las diferentes teologías del destierro o la liberación, pueden ser vividos de fuera a dentro, o de dentro a fuera.
Si se tiene una opción de fuera a dentro, fundamentalmente ideológica, doctrinal, basada en la visión del Todo, de lo general, del modelo, las condiciones y experiencias de la propia vida no serán sino ejemplos o aplicaciones, confirmación o excepción (siempre confirmación) de la regla o del modelo.
Si en la búsqueda se parte de dentro a fuera, con una opción personal más que ideológica, la fe será más importante que la doctrina, la experiencia íntima más iluminadora que el modelo, de lo concreto se descubrirá lo universal sin imponer lo general, la fe será el faro de la vida y no las creencias, la fidelidad conjunta a sí mismo y al Dios que llama desde lo más profundo no podrá diluirse en mera obediencia, tranquilizadora de conciencias.
En este segundo camino te vas encontrando poco a poco. Al cabo de algún tiempo empiezas a sentirte ajeno a discursos y modos que te fueron otrora tan comunes. Cuando estoy con mis amigos que hablan maravillas de Jesús Liberador y de los pobres del mundo, me sale, aunque me contengo, el preguntarles, como me he preguntado tanto a mí mismo: ¿pero tú en definitiva, qué te crees de todo esto y qué es lo que está bullendo y pujando en lo más profundo de tí mismo? Frente al dilema ortodoxia-ortopraxis que a veces se esgrimía entre el pensamiento progresista y que dejaba la cuestión sin aclarar, tan ideológica como siempre, Légaut proponía al fin de su vida el término ortopistis, fe recta o auténtica, sincero movimiento de fe, como ideal al que había que tender.
Aunque tal vez el término fe “correcta”, orto, puede ser equívoco. Hecha esta opción, nadie, ni siquiera Légaut, pueden darte un certificado de rectitud. Se asume el riesgo de la libertad personal y se vive en la carencia de seguridad. Sólo algunos signos, como esa continuada sensación de orden y paz en la vida de cada día, pueden ser indicios de estar respondiendo adecuadamente a las misteriosas exigencias profundas en las que Dios se nos manifiesta.
Ser discípulo de Jesús es descubrirlo y hacerme presente a él, no desde la creencia ideológica, sino desde lo profundo de mí.
Toda una vida preguntándome por Jesús, leyendo especialmente cristologías, confieso que me llevaron a un fondo de escepticismo respecto a las diferentes imágenes que un individuo, una época o una colectividad se pueden formar de Cristo, a partir de Jesús de Nazaret. Estaba ya esta actitud en aquel número que publicamos en Iglesia Viva, en 1973, titulado “Vivir en Cristo hoy”. Sólo que entonces, junto a la deconstrucción ideológica de los distintos “fantasmas” de Cristo –como los llamaba Freijo–, había un intento constructivo, pero no menos ideológico, de ver a Cristo como “estructura de la realidad” –González Faus– y liberador de los pobres. Creo, como dice Légaut en el capítulo que publicamos en este mismo número, que el acceso a Jesús a través de la cristología, o de la Jesuología más crítico-histórica, está agotado y puede dar ya poco de sí, como alimento de la fe en Jesús.
En los místicos hay fuerza de seguimiento y Jesús es vivido, desde lo profundo, de una manera personal. Me atrajeron los místicos, pero a veces su mundo exterior e interior condicionaba tanto su vivencia, que no es fácil distinguir entre lo que hay de coraje en seguir un camino de búsqueda personal, y lo que hay de cultural en esas mismas representaciones interiores. Por eso figuras como las de Juan de la Cruz y Teresa de Ávila me han fascinado tanto como decepcionado cuando les he requerido sus servicios como guías en mi camino personal.
En Légaut, que toma en serio la opción por la persona y que no confía en la ciencia, ni en la teológica, como guía para la vida, aunque sí sabe usarla, he encontrado a la vez el suficiente conocimiento crítico de los orígenes del hecho cristiano y el coraje de una búsqueda de Jesús desde lo más profundo de mi y su humanidad. Ya que necesariamente nuestro acceso a Jesús es mediado por la imagen que de Él nos formamos, busquémosle tomando muy en serio nuestro interior.
Hoy se dice que el rostro de Jesús está en el rostro de los pobres, y el seguimiento exige ponerse al servicio de todas las causas de justicia y caridad. Es un gran paso. Ya no es el “Cristo Rey” que convoca cruzadas contra los sin-dios. A mí personalmente no me ha acabado de servir ese cambio ideológico para reavivar mi relación personal con Jesús. Pero sí el descubrir, desde dentro de mí, que hay una humanidad que se me va abriendo sin fronteras y que en definitiva persigo, al adentrarme en ella, el rostro de Jesús que “tengo en mis entrañas dibujado”.
Tanta libertad frente a la Iglesia como respeto hacia la vieja madre.
La concepción y vivencia de la Iglesia tiene que cambiar profundamente con tales premisas. Para Légaut la Iglesia del futuro, como a él le gustaba decir, tiene que ser totalmente distinta. Y hoy, por el trabajo interior, hay que irla construyendo. El tema eclesial está bien expuesto y razonado en sus libros. De una Iglesia de autoridad, pedagoga de niños, basada en las muletas de la norma, a una Iglesia convocante de personas libres y creyentes, invitadora universal al trabajo espiritual.
Para Légaut incluso el Vaticano II se quedó muy corto. Por eso nunca se le vió ilusionado de renovaciones litúrgicas o de renovaciones pastorales. Sólo le interesaba el surgir de los pequeños grupos o comunidades, en la medida que acercaba el trabajo de la fe a las personas concretas. Y se alegraba de todo lo que fuera expansión de libertad y nuevos aires. No intervino en polémicas eclesiásticas. Sólo reaccionó a última hora, cuando vió que incluso lo que se había conseguido en el Vaticano II estaba a punto de ser sofocado con una nueva restauración.
En los últimos años estaba estudiando a fondo el movimiento modernista de fin de siglo y la represión sufrida con Pío X. Precisamente, leyendo con detención el libro de Poulat. Lo hacía en vistas a la revisión de Introduction, y lo utilizó para redactar algún capítulo de su obra póstuma, Vie spirituelle et modernité. Hablamos de ello en mi última estancia de una semana con él en el 89. Su escepticismo respecto de una reforma real de las iglesias era cada vez mayor. Y sin embargo el domingo, como simple fiel, seguía bajando a misa a la parroquia de su pueblo y aguantaba con paciencia la torpe homilía del cura reaccionario. “Es una penitencia por mis pecados, Antonio, pero es también el único lazo exterior que sigo teniendo con mi vieja Iglesia y no quiero romperlo”.
Yo me acordaba de esta anécdota hace unos días, cuando a mí mismo me daba razón de por qué, aun habiendo tanto desacuerdo y tanta libertad interior respecto de mi Iglesia, había solicitado de ella la dispensa de mis compromisos clericales y había aprovechado el bautizo de nuestro segundo hijo, para confirmar con la forma canónica nuestro matrimonio. Cuando me ido haciendo adulto por fin y se van acabando las necesarias rebeldías a través de las cuales he asumido mi vida como propia, y no sólo como heredada, voy siendo más capaz de aceptar y querer, con su debilidades y arrugas, a mi vieja madre.
Sigo molesta con la Iglesia tan poco cristiana. Jesucristo no hubiera sido catolico. Pero ya no quiero perder el tiempo peleando, me hago a un lado en busca y para vivir esta autenticidad. Cuanta energia perdida en luchas intrascendentes. Aqui estamos jugandonos la vida todos los dias. No son ideas unicamente, es LA VIDA. Cuanto me alegro de haber encontrado este sitio y cuanto de haber sido liberada (por el Concilio Vaticano siendo chica), y cuanto de conocer personas liberadas como ustedes, muchas gracias, procurare seguir con disciplina nuestros martes.
Gracias Mar Medina y gracias Antonio Duato, por vuestros enriquecedores comentarios.
Ahora pienso que quizá me excedí en el mío, pues fui precisamente yo el que, al hacerlo, puse el acento en lo contrario de lo que la presentación pretendía; pero es que uno tiene sus alergias a ciertas cosas y, a veces, se me salen hasta por los poros. Pido disculpas –a todos- por mis excesos.
En honor a la verdad, debo reconocer que yo voy a misa de tarde en tarde: cuando vamos al pueblo de mi mujer, pues en los pueblos la cosa es más cercana y familiar. Pero voy, más por buscar el encuentro con la comunidad de creyentes que se produce a la entrada y a la salida, que por lo que sucede (o deja de suceder) dentro; que mis berrinches internos me cuesta y por eso voy tan poco. Por eso entiendo, admiro y respeto, los esfuerzos de otros por no perder el poco contacto que aún les queda con ciertos aspectos externos de la iglesia. Quién sabe lo que, de esos esfuerzos, puede llegar a salir… La evolución de cada uno es… de cada uno.
Es uno de los temas que me falta por resolver, el: “Haced esto en memoria mía” y ando dándole vueltas y buscando algún modo, sencillo, de ponerlo en práctica en mi entorno familiar.
De momento (¡y mira tú por dónde!), vuestra cariñosa y benévola respuesta a mi comentario, ha hecho que aquí, en casa, alguien importante para mí, haya “aflojado” alguna de sus reticencias y se muestre más interesada hacia “el tema Légaut”…
Y lo que después dé de sí la cosa… ya lo verémos.
Gracias. De corazón, gracias.
Acabo de leer los comentarios que tenía retrasados y os doy a todos las gracias por vuestras aportaciones y entusiasmo que hago también mío.
No podría añadir nada más esclarecedor a los testimonios últimos que Federico, Fico inicia. ¡Bienvenido! Te estábamos esperando.
Gracias por vuestra autenticidad y valentía.
Un abrazo a todos.
Gracias a Antonio, a Domingo y a tod@s los comentaristas, sus testimonios y reflexiones son un aporte para la búsqueda permanente de la autenticidad que es integral.
Leo tu comentario, Federico, y me parece un primera contribución a este curso que, según he entendido, se trata de seguir desde la experiencia personal. Gracias por compartir la tuya.
Entiendo tu dolor a causa la “vieja madre”, y desde mi propia experiencia personal con la institución, hija de mi tiempo y por lo tanto, víctima de uno de sus peores momentos -el Nacionalcatolicismo español-, quisiera compartir contigo y con esta familia de Atrio mi posición ante esa frase.
Dada la confusión que se perpetúa cuando hablamos de Iglesia, he entendido que tanto Légaut como Antonio se han referido a ella como Comunidad de Creyentes, de la que sus dirigentes constituyen una pequeña parte (con un gran protagonismo, eso sí, pues han marcado el rumbo y lo siguen haciendo), comunidad de creyentes en la que sigue vivo el fermento, la sal, o el grano de mostaza de las parábolas de Jesús en las personas, en su mayoría anónimas y en muchas ocasiones “en contra y a pesar” de la influencia de sus dirigentes, que han trabajado de verdad por el Reinado de justicia que predicó Jesús y han mantenido vivo el mensaje evangélico.De esta “vieja madre” es de la que me siento hija, y desde lo que recibí de ella puedo seguir mi camino personal e independiente de directrices o normas para formar parte de una Iglesia libre, en sintonía con la frese de arriba: “Para Légaut la Iglesia del futuro, como a él le gustaba decir, tiene que ser totalmente distinta. Y hoy, por el trabajo interior, hay que irla construyendo. El tema eclesial está bien expuesto y razonado en sus libros. De una Iglesia de autoridad, pedagoga de niños, basada en las muletas de la norma, a una Iglesia convocante de personas libres y creyentes, invitadora universal al trabajo espiritual”.
Saludos cordiales
Federico Sánchez Peral,
Gracias por tu comentario y sobre todo por tu testimonio y por tu delicada “queja”. Todo te lo agradezco y mucho.
Respecto de la queja por esas dos referencias en mi escrito sobre la continuidad en la Iglesia, puedo hoy decir:
Los que tuvimos la fortuna de estar horas leyendo con Légaut sus textos, muchas veces le oímos decir: “ça c’est de la confiture” (mermelada) “hoy no lo habría escrito así, no es del todo auténtico sino una concesión sentimental”. Bueno, pues algo parecido debo decir yo de mi texto. Hoy no voy a Misa, ni siquiera las fiestas, a no ser con pequeños grupos o asambleas de base. A veces veo alguna en la tele para “información profesional”. Seguramente, si se me presentara hoy la opción, no hubiera bautizado a mis hijos a los poco meses de nacer, ni me hubiera casado por el rito sacramental. De hecho, nuestro compromiso y su celebración pública tras el matrimonio civil, fue nuestro verdadero matrimonio.
Pero quiero que comprendas que la autenticidad de ese camino de búsqueda personal no está en relación directa con las rupturas exteriores que va pidiendo. Hay un progreso y una continua recuperación de cosas que se vivieron en otras épocas y con otra mentalidad espiritual. Eso explica aquella costumbre de Légaut de ir a Misa los domingos en la pequeña Mirmande, que tal vez alguna vez hubiera llegado a abandonar, y los detalles de mi vida que yo expuse en 1994. Y esa progresiva integración en tu nueva espiritualidad de lo que fue tu vida de tantos años, sin necesidad de actos de sumisión pero tampoco de rebeldía, puede ser un signo de que se está en camino de unificar toda la vida de una persona en el hoy. No es fácil entender ni explicar. Es algo sutil. Y cada uno va viviendo el camino de forma diferente.
Hola familia:
Es la primera vez que me asomo por aquí y lo hago para celebrar la iniciativa del curso de iniciación a Légaut, que espero poder seguir y participar con algún comentario.
Yo descubrí a Légaut hace un año y desde entonces hasta aquí he leído dos de sus libros y dos más de Cuadernos de la Diáspora, así como unas cuantas cosas suyas que encontré en Internet; y me ha transformado. No sólo confirma (¡y de qué modo!) todo lo que a solas (y sin atreverme a compartirlo con nadie por miedo a ser tratado de hereje…) ya intuía; como me descubre y me lanza mucho más allá de donde yo había llegado. Para mi ha sido el paso de lo religioso a lo espiritual y al descubrimiento de una nueva forma de comprender la fe, partiendo de un trabajo de profundización (depuración) en el conocimiento propio para, allí, desde lo más humano que hay en mi, descubrir al Dios que –cada día un poco más- se me revela desde lo más hondo (¿lo más divino?) de mi mismo… ¡¡UUUUUUUUUUUuuuuuuuuuuuffffffffffffffff!!!!!!!!!!!
Sólo me apena una cosa, y me explico. En el artículo de A. Duato con que se introduce al curso, nos cuenta un testimonio conmovedor de Légaut, respecto de su (dolorosa) asistencia a misa allá por 1989; y después otro no menos admirable y conmovedor del propio Antonio durante el bautizo y demás… de su hijo en 1994. Y ya no los alabaré más, pues supongo que su deseo es que ello nos estimule más a leer a Légaut y avanzar por él hacia Dios y hacia uno mismo, que a dedicarles dulzonas e incómodas alabanzas. Valoro y respeto ambos testimonios de adhesión y aún con sus debilidades y arrugas, a nuestra vieja madre, y yo mismo podría haber dicho otro tanto; pero me apena. Entiendo la metáfora, pero no me gusta, porque me resulta arriesgadamente engañosa. No sé si hoy (y no en 1994) el mismo Duato no lo matizaría de otro modo.
Precisamente en 1994 estaba yo recién salido de un larguísimo proceso de radio y quimioterapia, por un cáncer de pulmón por el que fui desahuciado (por fortuna finalmente superado). Ante la proximidad de la muerte se me desmoronó todo el edificio religioso y me quedé vacío, eclesialmente rechazado y sólo con mi intuición de Dios. Y lo pasé mal, muy mal. Después vino una secuencia infinita de enfermedades que me mantuvo bajo pena de muerte los siguiente doce años (ahora ya me encuentro muy bien), durante los cuales mi proceso de reflexión se debatía en un callejón sin salida, hasta que en 2007, y sin conocerlo, empecé a avanzar en la dirección en que Legáut apunta. Imaginaros mi alegría al conocerlo y descubrir que sí, que por allí iba bien y que eso me sacaba, definitivamente, del atasco.
Todo lo que había recibido antes (y ruego se me entienda sin que deba explicarme mucho más), venía de la mano de la obediencia, de la docilidad, de la sumisión y del servilismo (temas que también Duato toca de pasada), hasta llegar –en mi opinión- a caer hasta en el síndrome de Estocolmo (Relación de complicidad del secuestrado con su secuestrador…, que le lleva a acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines…). Por eso digo que también me apena esa parte de ambos testimonios; e insisto en que los entiendo y respeto, pero también en que veo en ellos ese matiz negativo; porque se corre el riesgo de abonar el terreno de los dóciles para más sumisión y servilismo.
Seguramente todos hemos vivido junto a algún familiar muy querido sus últimos momentos y sabemos de la delicadeza y ternura con la que les hemos dedicado los mejores cuidados en situaciones íntimas muy delicadas, en las que, por simple incapacidad fisiológica, hemos tenido que pasar verdaderos malos ratos sin dejar que se nos note y tratando de transformarlos, por el contrario, en un acto real de amor hacia quien se nos está muriendo en nuestros brazos… Y qué decir, si en lugar de ser el que más se hacía querer, era el que menos… Y, sin embargo, lo hemos hecho con igual ternura que con el otro.
Quiero decir con esto, que si se tratara de comprender, acompañar y cuidar a la persona de “nuestra vieja madre”; no habría problema en sentir y hacer lo mismo que Légaut o Duato; pero si se trata de la Institución Vaticana, o de la Conferencia Episcopal local, que siguen con vigor renovado en su esfuerzo de atrofia de los fieles, ya no lo veo yo tan claro; pues es mucho lo que se ha hecho, se hace y se hará sufrir a mucha gente. A millones de personas que, de otro modo, estarían disfrutando, con fe en sí mismos, del desarrollo del encuentro en lo más hondo de sí, entre su propia presencia y la de Dios.
Por eso me apena que esa parte (y sólo esa) de los testimonios de Légaut y Duato (aún estimándolos en lo que tienen de valioso) estén, precisamente, situados al final del artículo; pues allá donde se toque (aunque sea para alabar su ausencia) la crítica a la institución, ya todo queda contaminado y toma ese color, y cualquier otra intención queda relegada a segundo lugar. Es una pena que el último punto del artículo de presentación de una nueva espiritualidad, deje a ésta relegada a segundo lugar, al poner –supongo que involuntariamente- más acento en la integración en la institución que en el descubrimiento de lo que nos lleva Dios.
Y ya sé que no era esa su intención, pero hay que ir con cuidado. También yo quisiera que, de mi aparición aquí, quedase más recuerdo del bien que me ha hecho la lectura de Légaut, que de mi crítica a la institución; pero estoy seguro de que, haga lo que haga y diga lo que diga, ya no se verá más que mi crítica (y en parte, precisamente por haberla puesto al final)…
Pero, eso sí ¿eh? El descubrimiento de mi carencia de ser y la verdadera presencia de Dios que he alcanzado con él, ya no me los quita nadie. Y por ahí quiero seguir discurriendo.
Un fuerte y cariñoso abrazo a todos; Fico.
Hoy tengo noticia de este curso sobre M.Légaut. Acabo de leer esta pag. y me congratulo por el hallazgo. Tenía referencias de este autor pero no conozco su obra. La primera sosrpresa ha sido el artículo de A. Duato.He de confesar que podría suscribir cada uno de los títulos que va desgranando en el art. “Recuperar la espiritualidad” como parte de un proceso personal propio. Carezco del lenguaje adecuado, para poder expresarme conmo él lo hace, pero ello no es impedimen-
to para poder reconocer en mi trayectoria existencial, etapas que me situan en experiencias profundas muy próximas a las que A. Duato comenta ,y que tardiamente he conseguido dar nombre.Me siento dispuesta para aprovechar esta coyuntura singular, y me gustaría seguir el curso con rigor y sincero compromiso.
Desde aquí un saludo para todas/todos con la inmensa gratitud que me suscita el habernos encontrado.
amaia
Me interesa conocer a Marcel Légaut, dado que habla de espiritualidad y además es conocido de Gabriel Marcel a quién admiro, desde ya, estoy esperando el próximo martes.
Desde ya, gracias a Antonio por este primer paso aproximándonos a Marcel, si la espiritualidad es un apoyo para encontrar a Dios y a nosotros mismos con lo que somos aún desde nuestra humildad, estoy abierto a lo que sigue…
Conocer el pensamiento de M. Lègaut?
Lo primero y capital para mí es… Cómo?
A duras penas el clavo que cita Oscar va entrando…. en mi cabeza.
No sé si lo soportaré…
Igual el valor de soportar el pinchazo…. vale la pena.
Saludos.
Gracias Antonio por permitirnos conocer un poco tu esperiencia
Cuando leí el libro de Légaut “el hombre en busca de su humanidad” me afectó en gran manera el capítulo de Las dos opciones que menciona Antonio en su artículo, precisamente porque viví de cerca el sin sentido que se proyectó en mi entorno a consecuencia de la desafortunada elección de un ser querido por una de ellas. Por eso, mi perplejidad, pues mi forma de vida cristiana siempre había sido sencilla y práctica nada teórica ni dogmática, pensé que con esto bastaba para transmitir sus valores. Tal decepción hizo que comenzase a interesarme y a profundizar cada vez más en este hecho diferencial que es capaz de abrir conflictos en el seno de las relaciones humanas.
Lo que sigue es un breve escrito inspirado precisamente en esas dos opciones de las que nos habla Légaut que incorporé al final de un trabajo realizado el pasado año.
LA REALIDAD EN UN MARCO IDEOLÓGICO.-
Hoy, el mundo y más concretamente el mundo occidental reclama seguridades en donde poder apoyarse y esto hace que las autoridades institucionales que lo gobiernan prensen por así decir, la realidad y la concentren en algo fácil de idear como lo ha venido siendo históricamente, la sensación de totalidad que han facilitado los ídolos y las creencias cuya entrega ha inspirado al hombre confianza y seguridad.
Esa sensación de totalidad en un mundo caracterizado por la demanda de certezas y por la presencia de lo religioso en el mundo, algunas de ellas, las concernientes a este ámbito, cobran carácter dogmático.
De ello se desprende que lo real se absolutiza en un todo compacto con el fin de ser creído. Es el trabajo de las ideologías que pretenden abarcar el universo tomado meramente desde su concepto objetivo, prescindiendo de su realidad precisamente para ser y dar aquello que prometen por lo que su adhesión es el acicate a todo deseo y aspiración.
LA OTRA OPCIÓN
Pues bien, esta expectativa ideológica en un mundo real, nos está dada antes de su elección. Porque por ser real el mundo, opuesta a ella, existe otra opción a penas perceptible en la que la realidad en su propio dinamismo, nos muestra, no su cerrazón sino su obertura.
Porque en tanto realidad que somos tenemos capacidad para captar lo real de nuestro entorno y es ahí donde se ve que en nuestra entrega primera nos cerramos a esa posibilidad al dejar de lado nuestra propia realidad ya que las ideologías ahorran la incómoda existencia solitaria que nos haría penetrar en la hondura de nuestra interioridad.
En efecto en la experiencia de esta segunda opción nuestra realidad personal se niega a mirar a otra parte que no sea en esa experiencia vivida que le empuja desde su interior…”presiente la huella de lo que en él germina al margen de cualquier consideración general sobre el mundo. Funde su esperanza en ese ser que se anuncia en el ápice de su humanidad y la dirige, ciertamente a un objeto inaccesible sí, pero no totalitario” (Marcel Légaut) “El hombre en busca de su humanidad”
Un cordial saludo
ATRIO
Correo: atrio@atrio.org
Valencia
«»
Asunto: AGRADECIMIENTO POR EL NUEVO
«CURSO DE ESPIRITUALIDAD
CON MARCEL LÉGAUT»
Querido Antonio Duato y
demás amigos/as de Atrio:
Recibid un saludo muy cordial
y felicitaros por el nuevo año
y por poner en marcha, este nuevo curso,
agradeciéndoos la comunicación recibida
a nuestro correo informando sobre el mismo.
Hacerlo siempre que podáis.
Consideramos que va a ser
tan formativo como los anteriores cursos
que venimos siguiendo
y deseamos que tenga una interesante
y plural participación.
A la que trataremos de corresponder
en la medida de nuestras posibilidades.
Recibid un abrazo en Jesús Obrero.
Eduardo Soto Bordoy
esotobordoy@yahoo.com
PUERTO REAL (Cádiz)
http://esotobordoy.galeon.com/
Excelente introducción, anima el espíritu.
Gracias por compartir tu experiencia.
Hola!
Me acaba de llegar un Correo:
“Antonio Duato – Invitación de ATRIO para un nuevo curso”.
¡Gracias y Bien-venido!
•••••••••••••
En ENLACES MARCEL LÉGAUT Asoc. Pude ir chusmeando algo.
No tanto como quisiera.
¿Se puede acceder a la lectura de los Libros, Revista de la Diáspora de Marcel?
•••••••••••••
Pero hay acceso a su “biografía” (¿?) “una síntesis algo ampliada” escrita por un tipo de valía (Domingo Melero).
Por lo que ahí se dice, da igual de ganas de conocer al “padrino” de Marcel:
un extrañísimo –para la época (principio del s.XX)- lazarista, Sr. Portal.
Vale la pena ir afilando las uñas para el guitarreo.
Por ejemplo, dice Melero del “Guiador” Portal:
* “los liberó de muchos aprioris doctrinales y morales,
* “ les descubrió que lo contrario de la fe no es la increencia sino el miedo,
* “y que la honestidad y la independencia son esenciales en una vida espiritual vigorosa.”
¡pavaditas, ¿no?!
••••••
¡Vamos todavía! – Oscar.
Yo el otro día me encontre con la Luz…con Ël…en el asentamiento de la parroquia, Larravide, con los niños y sus jugetes…Y aprendí màs hondura de la fe, de sentir el Espíritu de Jesús, tomando por asalto, toda mi interioridad de ellos, niños que muchos apenas saben leer…que de ninguna otra instancia que haya vivido…Y es cierto…Existe una relación biunivoca entre el afuera y el adentro, que nos va enriqueciendo, pero…en mi modesta vivencia…nunca es una doctrina o un modelo, sino un asalto del Espíritu que lo que hace es descolocarme todos los esquemas y ponermelos pata pa arriba (como se dice aca)…Y con Antonio, dire que existe una gran riqueza en la relación de la pareja y de la paternidad, en realidad (me van a tratar de carcaman conservador)…creo que el Espíritu nos vincula así como familia… en la humanidad la vinculaciòn familiar, que no es un esquema…sino una forma de vincularnos a los otros, como hijos, como padres, como hermanos…es en mi modesta opinión…una pulsiòn impulsada por el Espíritu, que nos hace hijos del Dios papito-mamita…
Querido Antonio, gracias por compartir en cierta forma tu proceso ineterior…fue una bocanada de aire fresco… entrañable hermano…Un abrazo grandote…y cariños…Gabriel
Ya ves, Oscar, que ya no están cerrados los comentarios.
Ha entrado incluso tu pregunta.
Y entrarán los que queráis.
Este sistema oculta secretos hasta para quienes urgamos sus tripas. Había pinchado sin querer “comentarios” en la edicióen del post. Y como mientras se edita algo no se puede acceder y me había olvidado de cerrar la edición de comentarios, así quedó unas horas…
¡Qué macana!
Pero al final nos iremos haciendo con la complejidad.
Como que nos va a acojonar un cacharro, por más “soft” que sea…
Hola admin.
¿qué significa “comentarios cerrados”?
(pero ¡si “están cerrados”, no aparecerá mi pregunta!)
¿qué macanas, no?
Por las dudas: ¡Gracias! – Oscar.
.- Gracias, Antonio, por poder usar, de tu exposición, estas citas para ofrecerlas como propias en este comentario, en el que me he tomado la libertad de añadir por mi cuenta unos paréntesis con los que he creído necesario aportar algo añadido de mis vivencias pasadas y actuales.
“Ahora sólo puedo balbucear que nunca en mi larga vida de profesional del espíritu había conocido tanta contemplación y gratitud, tanta paz, tanta presencia de Dios, tanto amor concreto y universal, tanta carencia y plenitud de ser a la vez.
Si en la búsqueda se parte de dentro a fuera, con una opción personal más que ideológica, la fe será más importante que la doctrina, la experiencia íntima más iluminadora que el modelo, de lo concreto se descubrirá lo universal sin imponer lo general, la fe será el faro de la vida y no las creencias, la fidelidad conjunta a sí mismo y al Dios que llama desde lo más profundo no podrá diluirse en mera obediencia, tranquilizadora de conciencias.
Se asume el riesgo de la libertad personal y se vive en la carencia de seguridad. Sólo algunos signos, como esa continuada sensación de orden y paz en la vida de cada día, pueden ser indicios de estar respondiendo adecuadamente a las misteriosas exigencias profundas en las que Dios se nos manifiesta.
el acceso a Jesús a través de la cristología, o de la Jesuología más crítico-histórica, está agotado y puede dar ya poco de sí, como alimento de la fe en Jesús.
Ya que necesariamente nuestro acceso a Jesús es mediado por la imagen que de Él nos formamos, busquémosle tomando muy en serio nuestro interior. (Y de mi cosecha añado: “y nuestro encuentro con los hermanos, en especial con aquellos en los que descubramos síntomas de debilidad y necesidad, como presencia del mismo Jesús”) La concepción y vivencia de la Iglesia tiene que cambiar profundamente con tales premisas. De una Iglesia de autoridad, pedagoga de niños, basada en las muletas de la norma, a una Iglesia convocante de personas libres y creyentes, invitadora universal (“a una confianza filial en el PADRE y a la solidaridad fraterna por el AMOR que vaya concretando el NOSOTROS con el crecimiento de los YO PERSONALES buscando un progresivo equilibrio entre la LIBERTAD y la RESPONSABILIDAD.”) Cuando me he ido haciendo adulto por fin y se van acabando las necesarias rebeldías a través de las cuales he asumido mi vida como propia, y no sólo como heredada, (me sigo considerando parte de esa IGLESIA HUMANO-DIVINA que actualiza LA ENCARNACIÓN como NUEVA y DEFINITIVA CREACION de la HUMANIDAD, llenando de sentido final la de la TIERRA y la del UNIVERSO)
¡ Vaya! Parezco un niño ilusionado con un juguete . Probando las posibilidades del nuevo artilugio recién regalado….
Adelante y atrás, arriba y abajo, miro por dentro y por fuera, sin duda ¡ genial!
Nada de rigideces….tiene en sí movimiento.
Las imágenes que ilustran la portada y los distintos posts, son móviles. pasa una imagen, luego otra….un proceso en imágenes. Pasos de la imagen, procesión de imágenes.
Una imagen de otro Marcel: http://www.verasoul.com/2009/05/historia-de-la-pantomima-%E2%80%93-el-arte-del-silencio.html
Saludos.
PLEGARIAS DE MUJER
Cuando la palabra se abre
paso en mi nacen las preguntas,
y a cada interrogación
se une, un espacio, un lugar
un momento,
Donde habitar, y crecer
correr y discurrir, soñar e imaginar
aquel lugar sin perder de vista
este horizonte que hoy me encadena.
Y es en ese principio y centro medular
que me interpela, el que la hace libre
para correr, suscrita en las alas
de unos caballos desbocados…
Ella se abra paso en mi pulso,
pone la tilde en mi flujo, la intersección
y palpito, para dialogar con cada uno
de los sentimientos que
germen, y fontanal sonido
llegan hasta mis ojos,
mi boca y cada uno de mis sentidos.
Ya no quedan palabras censuradas,
autoridad que las discrimine,
ella son toda la credibilidad y posibilidad
incuestionable y certera,
la palabra se hace eco de la verdad
sin fronteras abre, aquella que ningún
código ajeno a mi sabe.
La vida es la mejor escuela de la que disponemos para aprender a caminar hacia nuestra realización personal. A veces vislumbramos nuevos horizontes pero no nos atrevemos a abrir los ojos del alma porque nos parece mentira que pueda haber otra realidad distinta a la que llevamos viviendo durante años, y tiene que venir alguien o algo que nos sujete los párpados para que se veamos la luz, esa luz que en ocasiones está apagada ahí en el fondo de nuestro interior, que nos espera y a la que tanto miedo le tenemos.
“Me hizo ver hasta qué punto fui engañado, en cuestiones tan vitales, por una tradición religiosa.” Gracias, Antonio, por abrirnos tu alma, creo que muchos y muchas nos sentimos identificados con tu experiencia vital.
Nos ponemos en camino desde que nacemos en las circunstancias que nuestro “destino” nos pone: lugar, raza, sexo, familia, religión…., evolucionamos casi por inercia según los raíles trazados previamente a nuestras opciones conscientes, lo asumimos con naturalidad hasta que alguna sacudida ajena a lo previsto nos conmociona. Y es entonces cuando nos cuestionamos cosas que hasta entonces no lo habíamos hecho, o lo habíamos barruntado pero nos cerrábamos a cambiar las agujas del tren, necesitamos ese empujoncito que algo a alguien nos da en un momento determinado.
Así es la vida, y mirando atrás, siempre tenemos que dar gracias a la vida.
Es una gran honra, Oscar Varela, para mi paupérrima preparación académica, que una persona tan culta como se te nota se interese por lo que un jodido fontanero pueda escribir.
Efectivamente, la profesión que me permitió sacar adelante a mi familia, fue la de fontanero.
(“”(En Argentina no se usa “fontanero”; tal vez se traduzca por varios oficios:
* plomero – zinguero carpintero constructor – techista – ¿es así?)””)
En Bilbao se nos conoce como HOJALATEROS, en San Sebastián como lampistas, en Barcelona como Linterneros…Nos llaman de todo, pero lo que más me ha molestado a mí, personalmente, es que se nos relacione con la corrupción política. Cuando, en España, se quería hablar sobre la mafia política ( de inmensas dimensiones)se hacía referencia a ” los fontaneros de la Moncloa”.
LLevo unos años pensionado por un grave accidente laboral ( del cual salí bastante bien librado física y económicamente). En cuanto tuve tiempo para leer y escribir, me lancé como una esponja que chupa el agua. Lo mismo me da leer el Boletín Oficial del Estado, las Leyes básicas que rijen un Ayuntamiento, que la Bíblia, el Código de Derecho Canónico o la poesía de Chakespeare…Pero nada me sabe mejor que la lectura de los cuentos. ¡¡ Ay!! mi Isabel Allende…Chejob, Ernest Hemingway, Borjes, García Márquez- y uno que nadie conoce y es casi el que más me gusta: JOSE MIGUEL DE LA ESCALERA.
Este último tiene una biografía que daría para un “bet seler”, pero tuvo la mala suerte de apuntarse en el bando “equivocado” durante la contienda española y ya se sabe que ” el sarmiento que no está ingertado en la vid ( católica) no da fruto. No cedió y se quedó con los pocos lectores que hemos tenido la gran suerte de conocer sus cuentos maravillosos. ( Buero Vallejo fue alumno suyo y le profesaba un gran respeto intelectual. Estuvieron juntos en la cárcel de Torrelavega ( Cantabria), donde Buero Vallejo perdió mucho de su vista a cuenta de la humedad de la celda.
Bueno, ésto tampoco venía al caso de hilo, pero puede que a alguien le interese.
Saludos, pues
Hola!
Ahora, mientras espero el “Curso de espiritualidad con Marcel Légaut”,
se me ocurre hacer dos cosas:
1ª) frecuentar el generoso “ENLACE” de MARCEL LÉGAUT Asoc.
2ª) seguir atento a varios “Marcel” que comentan en ATRIO.
De un señor (creo que dice haber sido “fontanero”) no me cabe duda.
(En Argentina no se usa “fontanero”; tal vez se traduzca por varios oficios:
* plomero – zinguero carpintero constructor – techista – ¿es así?)
¡Vamos todavía! – Oscar.
La fuerza que transmite la autenticidad, Antonio, no exime de ver contradicciones a aquellos que aún no han podido liberarse de los “prejuicios heredados” que pesan sobre sus espaldas. No llegan a “ver” desde lo más profundo de todo ser humano. Hay demasiada urdimbre mental entretejida que se lo impide. Lástima.
Tu testimonio es una vida que nace de nuevo unificada por integrada, sin línea divisoria de un antes y un después, porque se rige por el amor y la libertad. No hay uno sin la otra y al revés.
Muchas gracias por ello. Y por todo lo que haces en Atrio.
Buenas noches.
¡¡Gracias Antonio!! Nos has regalado una hermosa y profunda experiencia, que nos ayuda a mirar nuestra vida, y desde donde se mueve; y nos ayudará a lo largo del nuevo curso.
Espero con ilusión, y ahí, nos irás ayudando desde tu misma vida.
Comparto tanto de lo que nos has dejado saborear… En espera.
Un abrazo entrañable. mª pilar
Mi querida María, Lo que he escrito es ésto:
“”con quien estuvo a punto de ser Obispo y lo cambió por el AMOR HUMANO.””
La humildad de Antonio no nos aclarará las cosas, seguramente; pero en Valencia, conocieron perfectamente mi afirmación. El hecho de tener una posición tan elevada dentro de la Iglesia le da mucho más valor a la renuncia ( ¿ ganancia?) de Antonio.
Saludos, pues.
Pues tienes mucha suerte Rodrigo Olvera, pero como tú bien dices son poquísimos. Y de esos poquísimos, la mayoría debe estar en América Latina. Aquí en España, ya lo ves, debemos tener la Conferencia Episcopal más conservadora del mundo católico, más todavía que la italiana, creo yo, y el laicado no pasa de ser un mero receptor pasivo y sumiso. La gente se aburre y se aleja… según las ultimas encuestas que han hecho estos días el 75% de los españoles todavía se declara católico, pero sólo el 11% va la iglesia, o sea que hay un 65% de católicos, la gran mayoria, que va por libre, cada cual buscando su camino a su manera.
Varios teólogos se han lanzado a hacer blogs o portales de teología, pero ya ves que en cuanto hablan con libertad les cortan la voz, o la edición del libro o lo que sea. Por eso la teología de un laico laico en estos momentos es más que conveniente, a ver si nos ayuda a despertar de una vez.
“…pero si fuera obispo ¿se dejaría interpelar por las enseñanzas de un laico padre de familia y sin estudios teológicos…? Estamos a años luz de que algo así pueda suceder. ”
Yo conozco personalmente al menos uno en cuyo caso la respuesta es sí. Imagínense que ha llegado al extremo de dejarse interpelar por mí!!!!
Sé que no son la mayoría. Incluso hay quien diría que son una especie en peligro de extinción (en todos los casos de otros obispos similares -que conozco por otras personas- en distintas partes del mundo, fueron nombrados obispos por Pablo VI y están cerca de la edad de jubilación)
Saudos cordiales
Pepín,
¿Qué dices!!? menos mal que Antonio no ha sido obispo. Imagínatelo con un anillo de esmeralda en la mano y nostr*s teniendo que besársela… compañero de Munilla… y de Cañizares… mil veces mejor en el mundo laico, que es el mundo real, más amplio y acogedor, y desde donde sin duda alguna está haciendo una labor menos cismática y de mayor alcance.
Este mismo artículo suyo nunca lo hubiera escrito un obispo. Antonio aplica a su experiencia personal los principales aspectos de Légaut, pero si fuera obispo ¿se dejaría interpelar por las enseñanzas de un laico padre de familia y sin estudios teológicos…? Estamos a años luz de que algo así pueda suceder. Lamentablemente en la Iglesia católica oficial l*s laic*s todavía no tenemos voz ni voto, ni nada interesante que proponer en teología… Este curso de Légaut puede ser iluminador en ese sentido para nosotr*s.
Yo no sé escribir tan bonito como lo que leido en los comentarios; pero quiero participar en el curso.
Mi ventaja sobre casi todos los atrieros es que he vivido mucho y siempre conscientemente, aunque muchas veces sufriendo, ya que en marzo del 09 cumplí 75 años.
En lo que me quede de vida,quiero contar con la ayuda de Lègaut.
<Gracias a Atrio por todo lo que me ha dado
Ya lo has escrito, amigo Antonio Duato:
“”Sin embargo la sorpresa de la vida vino, un poco después de su muerte, con un amor, tan tardío como auténtico, tan improbable como real, que ya no fue reprimido como el de los once años, que ha transformado mi vida y que me ha hecho entender de una manera más personal y directa la profundidad teológica y mística de Légaut.””
Cuando se escribe de experiencias el mensaje cala hasta lo más hondo. Se entiende perfectamente y es muy fácil exclamar: ENHORABUENA!!!
Hoy siento un orgullo especial por haber compartido contigo mesa, ( con mantel y sin mantel) abrazos y, si me lo permites, amistad. No me atraía demasiado el título del hilo y he estado a punto de no leerlo. Ahora tendré que repasarlo.
Tengo perfectamente claro lo que ha debido significar para tí el hecho de pasar de una posición de privilegios sociales ( considerando tu elevada posición en la Iglesia) a la lucha diaria. Si encima diste el paso a una edad ya bastante madura, el asunto ha debido ser bastante complicado.
No tengo dudas de que la satisfacción de compartir tu vida con María y el inmenso regalo que suponen los hijos, te habrán recompensado con creces. Si dentro del lote introducimos mi miserable amistad ( que de ningún modo se hubiera gestado sin tu HEROICA decisión), creo que has salido ganando con el cambio.
Suelo presumir un montón ante mis amigos ( muchos de ellos comunistas) de la amistad con quien estuvo a punto de ser Obispo y lo cambió por el AMOR HUMANO. (divino y espiritual como el más místico de los amores) También presumo un montón de mi amistad con Juan Luis Herrero de Pozo. Estuve el Domingo en su casa y le encontré un poco ” acobardado” por su ceguera. No conseguí sacarle a comer con nosotros ( mi hijo el fontanero-filósofo, que me acompañó porque tenía muchas ganas de conocer a Juan Luis) y me tuve que zampar doble ración de chuletillas de cordero.
Echo mucho en falta las participaciones de Juan Luis en ATRIO. Otro valiente que no debería estar incomunicado a causa de su limitación en la vista. Tiene tanto que contarnos…
Bueno, que estoy mezclado un montón de cosas y me váis a reñir…con las nuevas normativas ” atrieras”
Un abrazote y sigo manteniendo la esperanza de conocer a tu familia.
Hola Antonio Duato!
Nos vamos conociendo un poco más.
En cierta manera –sólo “en cierta manera”-,
nos has contado tu vida (hasta 1994).
Es que la Vida humana es un “cuento”; un “mito”.
Para ello tuviste que “dar cuenta y razón” (definición de Julián Marías)
de los infinitos “por qués” y “para qués”
hacías lo que hacías,
siempre en vista a lo que harás.
Lo mismo en 1994 que ahora en 2010
••••••
Nos has contado tu vida, ok!
••••••
Pero si nos fijamos un poco en lo que has hecho,
no lo podrías haber hecho sin algo “previo” y “radical”:
Que PRIMERO te la tuviste que contar vos a vos mismo.
••••••
La Vida humana de cualquiera
-en su radicalidad sustanciosa (como un buen puchero en invierno)-
consiste en la in-quietud “buscadora”
de ese “hilo conductor” (dahrma),
que enhebra y entreteje la “trama”
de los infinitos “miembros dispersos” (disjecta membra),
en “hacemos nuestra vida”,
dotándola de la coherencia necesaria,
que la justifica al verla “esclarecida”
[“juicio” y “luz” en el Evang. de S. Juan]
••••••
Vida humana es:
* ARGUMENTO;
* NOVELA;
* DRAMA;
…
* lo más parecido a un “GÉNERO LITERARIO”.
•••••••
¡Basta de lata!
•••••••
Sólo –por ahora-, dos cosas más:
1ª) Al famoso Jesús de Nazaret ¿no hubo de pasarle lo mismo?
¿no dejó al Juancito vociferador de más “cumplimiento de las Normas”?
¿no se inventó para sí mismo la “Buena Novedad” que es cada cual en el mundo?
2ª) Para este “epifánico” ATRIO:
Si mi chamuyo de arriba tuviera alguna verosimilitud;
¿no sería posible-conveniente agregar al “nombre” de c/Comentarista
algunas otras públicas “huellas de vida”
que nos perfilen “con quién” estamos charlando?
[¡Qué sé yo!: Nacionalidad – Edad – etc. ¡qué sé yo!]
••••••••
Ahora sí: ¡Vamos todavía! – Oscar.
Antonio,
Nos has ofrecido tu reflexión del año 1994, tan personal y tan sincera, como sólo “un aperitivo” – siendo así, ¿cómo será todo el banquete del curso sobre Marcel Légaut? La historia de tu vida se asemeja mucho a mi héjira personal hasta ahora que acabo de cumplir mis 82 años. Nos felicitamos por el “New Look” de ATRIO – me encanta las flores – un toque tan franciscano y cerca a mi corazón. Junto con Yalilé y nuestras dos hijas te agradecemos tus esfuerzos en ATRIO, ciertamente empujando adelante el carretón del Reino hacia ese “otro mundo posible”.
Justiniano de Managua
LOS CAMINOS del Senor son dificiles de entender pero en el evangelio leemos que en la casa del Padre “hay muchas moradas”…Sin duda ninguna que es el AMOR el que nos empuja a TODOS hasta encontrar nuestro propio destino que esta precisamente en CRISTO, centro de la historia de los hechos humanos y centro de la historia de cada ser humano y de cada corazon…Misteriosamente pero certeramente EL nos llama a cada instante hacia esa AUTENTICIDAD que constituye nuestro centro, donde EL reside y nos invita constantemente a encontrarle…Sin embargo, nuestra limitacion humana nos impide abarcarle completamente mientras vivimos en esta tierra…por eso el camino puede ser “tortuoso” y quizas se limite solamente a una “busqueda”…pero al final, si hemos sido fieles a esa llamada interior, seguramente llegaremos al encuentro final y definitivo…como cita Sarrionandia hay que “vivir la FE con sincero deseo de lo que es autenticidad”..sin perder del todo a esa vieja madre que tiene abierta siempre la puerta de la casa…para que ya renovados y “en reposo” volvamos a entrar…un saludo cordial y felicidades a Antonio por el nuevo “look” de ATRIO….de Santiago Hernandez
Cuando la palabra es acertada
abre a la presencia
de uno mismo y de Dios.
Resuena en mi corazón:
convirtiéndome en su eco
me confundo con ella,
identificación.
Siempre nueva, pronunciarla
me llama a progresar
en el camino hacia el Ser.
(Marcel Légaut. Plegarias de hombre)
Gracias Antonio por tus palabras y tu vivencia. Es lo más rico de Atrio, en mi opinión.
No tengo la fortuna de conocer a Marcel Légaut, y por lo que aquí se nos adelanta, me parece muy interesante que pueda profundizarse en su estudio.
Me parece esencial lo que se destaca en conjunto en los cuatro primeros puntos desarrollados por Antonio para una verdadera búsqueda espiritual: la vida espiritual auténtica es personal, fiel al ser profundo del corazón humano, que acoge los bienes específicos humanos, y en lugar de buscar ideologías externas a las que acogerse, brota de lo más profundo y auténtico del ser humano.
Para el cristiano tienen significado los dos siguientes, encontrar a Jesús desde el propio corazón, y respetar a la iglesia como a la vieja madre, de la que nacemos como cristianos, recibimos la enseñanza de los evangelios y a partir de la cual emprendemos nuestro camino personal.
Se ha sembrado, tal como afirma el artículo, la desconfianza en el ser humano, cuando todo lo que somos y todo lo que hay está en nosotros, y en lo más profundo estamos conectados con esa Realidad de la que nacemos. De modo que antes que dictar normas externas hay que ayudar a encontrar el propio corazón en el que la Realidad vive y se manifiesta.
Gracias a ATRIO una vez más por ayudar en la búsqueda del camino interior, base del desarrollo espiritual auténtico.
Saludos cordiales
Autenticidad.
Dejarse de pamplinas, de ideas y de proyectos medularmente engañosos. Creo que Legaut abre esos horizontes viviendo la fe con sincero deseo de autenticidad. Fidelidad al ser y no al parecer y menos al tener.
La muerte sería la puerta abierta a la resurrección y, si a medida que pasa el tiempo, si a medida que el presente se pierde en el pasado y no llega a integrarse en el futuro, la muerte constante de vivir el presente sin pasado ni futuro tendría que disiparnos el miedo a morir y a resurgir viviendo sin saber cómo… por fe!