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La revancha de los “valores del sur”

EldiarioNuestro objetivo es mantener a nuestros lectores actualizados en hechos que no aparecen o son deformados en otros medios y en opiniones que tampoco logran entrar en la sociedad. Hoy, una interesante opinión sobre dónde el capitalismo puede tener hoy su tendón de Aquiles. Es un artículo de Amador Fernández-Savater que apareció hace unos días en eldiario.es y que nos envía Manolo Santos desde Argentina. Vale la pena. AD.   

La política es una disputa entre diferentes formas de vida, sensibilidades, ideas de felicidad.

La toma del poder no sirve de nada si no se proponen mundos alternativos.

Amador Fernández-Savater. eldiario.es , 30-6-2017

En los años 70, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini propuso pensar el conflicto político como una disputa fundamentalmente antropológica: entre diferentes modos de ser, sensibilidades, ideas de felicidad. Una fuerza política no es nada (no tiene ninguna fuerza) si no arraiga en un “mundo” que rivalice con el dominante en términos de formas de vida deseables.

Mientras los “hombres políticos” de su tiempo (dirigentes de partido, militantes de vanguardia, teóricos críticos) miraban hacia el poder estatal como el lugar privilegiado para la transformación social (se toma el poder y desde arriba se cambia la sociedad), Pasolini advertía –con sensibilidad poética, esto es, sismográfica– que el capitalismo estaba avanzando mediante un proceso de “homologación cultural” que arruinaba los “mundos otros” (campesinos, proletarios, subproletarios) contagiando los valores y modelos del consumo “horizontalmente”: a través de la moda, la publicidad, la información, la televisión, la cultura de masas, etc. El nuevo poder no emana, irradia o desciende desde un lugar central, sino que se propaga “indirectamente, en la vivencia, lo existencial, lo concreto”, decía Pasolini.

En el vestir y en los andares, en la seriedad y las sonrisas, en la gesticulación y los comportamientos, el poeta descifraba los signos de una “mutación antropológica” en marcha: la revolución del consumo. Frenarla desde el poder político sería como tratar de contener una inundación con una manguera. No es posible imponer otros contenidos o finalidades a un mismo marco de acumulación y crecimiento. Es más bien al revés: el modo de producción-consumo será el que determine los márgenes del poder político. Una civilización sólo se para con otra. Son necesarios otros vestires y otros andares, otra seriedad y otras sonrisas, otra gesticulación y otros comportamientos.

La disputa política (la que no es simple juego de tronos) expresa un “desacuerdo ético” entre diferentes ideas de la vida o, mejor, de la buena vida. No ideas que flotan por ahí o se enuncian retóricamente, sino ideas prácticas encarnadas, materializadas, inscritas en los gestos y los dispositivos más cotidianos (Facebook, Uber o Airbnb son figuras del deseo, de ahí su fuerza). ¿Qué podría decirnos una mirada antropológica sobre la política? ¿Qué mundos colisionan hoy? ¿En qué desacuerdos éticos sobre la vida buena podrían aflorar acciones políticas transformadoras?

El viejo espíritu del capitalismo

Demos primero un paso atrás. ¿Dónde nació la idea de organizar la vida entera en torno al trabajo, la eficacia y la productividad? Según Max Weber, la cultura burguesa encontró su origen, motor y combustible en la ética protestante (sobre todo del protestantismo ascético). A través de la reconceptualización del trabajo como “profesión” y de la teoría de la predestinación (sólo en el éxito terrenal podemos encontrar signos de nuestra salvación), se genera una subjetividad que pone en el centro de la vida el dinero y el enriquecimiento, que aspira a la “racionalización” de la existencia entera (la relación con el tiempo, el cuerpo, el honor, la educación de los hijos), que condena la pobreza como el peor de los males (“elegir la pobreza es como elegir la enfermedad”), etc.

Esta subjetividad no es un “reflejo automático” de la objetividad económica, sino un elemento decisivo de la “cultura capitalista” sin la cual sencillamente no hay capitalismo. Sólo un nuevo tipo de imaginario y subjetividad (una nueva organización del deseo) podía tener la fuerza suficiente para quebrar la “mentalidad tradicionalista” (imperante entonces) según la cual no se vive para trabajar (eso sería absurdo), sino que se trabaja para vivir y si se dispone de riqueza (por trabajo propio, ajeno o buena ventura) se dedica uno a la contemplación o a la guerra, al juego o a la caza, a dormir tranquilo o al goce sensual de la vida, pero no se le pasa por la cabeza reinvertirla para seguir acumulando.

La cultura burguesa nace por tanto de la potencia de un imaginario religioso que abandona luego, laicizando sus valores: el sentido de la responsabilidad individual, el self made man, la meritocracia, el crédito, el progreso, la sensibilidad puritana y severa, etc. La modernidad ha sido predominantemente una “cultura del Norte”: anglosajona, masculina, blanca y protestante. Pero el dominio de este imaginario (vivir para trabajar, invertir los beneficios en obtener más beneficios, someter todos los aspectos de la vida a un control reglamentado y sistemático, etc.) nunca ha sido completo.

La socialidad del sur

Según el sociólogo (de la vida cotidiana) Michel Maffesoli, siempre ha existido, insistido y resistido una “socialidad del sur”. Una socialidad difusa, sumergida y oculta, difícil de ver pero presente, capaz de rebelarse y activarse si resulta amenazada. Una dinámica informal (formas de vínculo, de pertenencia subjetiva, de hacer práctico) determinante en la vida diaria, como substrato o “manto freático” de la existencia colectiva.

¿En qué consiste esta socialidad del sur? En primer lugar, es un impulso vital, a-racional. Una voluntad de vivir, un querer vivir. Pero no vivir de cualquier modo, sino afirmando un tipo de vínculo, un tipo de existencia, una cierta idea de felicidad: un estar-juntos antropológico. Es también un conjunto de saberes y estrategias para reproducir esos vínculos, esas formas de vida.

Ese “sur” se refiere original e históricamente a los países mediterráneos y latinoamericanos, pero se convierte enseguida en la obra del autor en una noción más movediza que apunta a “valores” y “climas afectivos” más que a una localización geográfica. En ese sentido, hay “sur en el norte”, como también hay “norte en el sur”. Colonia (vividora, alegre, habladora, proletaria) sería el “sur” en Alemania y la financiera Frankfurt, el “Norte”.

Podemos entresacar ahora cinco “valores” (lo que vale) para esta socialidad del sur:

  1. —en primer lugar, el presente: la vida no se proyecta “hacia adelante” (un futuro de salvación, de perfección), sino que se afirma “ahora”. Esa cierta despreocupación hacia el mañana no excluye (¿paradójicamente?) una obstinación por reproducirse y durar. La temporalidad de la socialidad del sur es intensa y no extensa, pero ella se empeña en “perseverar en su ser”.
  2. —en segundo lugar, el vínculo: La vida se da en continuidad con otros, entramada con otros, enredada con otros. No solamente por necesidad, sino también por el placer de compartir. El vínculo más apreciado es el vínculo cercano, próximo, al alcance de la mano (lo táctil como valor). Este “aquí” no nos separa de lo que está “allí” (lo lejano), sino al revés: a partir de lo que vivimos “aquí” nos puede resonar algo “allí”.
  3. —en tercer lugar, lo trágico: la asunción de la anarquía de lo que hay, de lo que es. No se trata de “solucionar” o “superar” lo dado (incierto, oscuro, múltiple), sino más bien de saber “componérselas” con ello. Otra relación pues con el mal, el riesgo o la muerte, que no son algo a erradicar (según las lógicas imperantes del control, la securización y la previsibilidad total), sino un costado de la vida (y también pueden ser fuerza, palanca, si nos sabemos componer).
  4. —en cuarto lugar, lo dionisíaco: no la vida encerrada en uno mismo (trabajo, éxito, progreso), sino la vida “extática” que busca salir de sí a través del goce del cuerpo, el gusto por la máscara y el disfraz (las apariencias), la fusión con el otro en las celebraciones colectivas (musicales, deportivas, religiosas), etc. Exceso, derroche, vértigo, entrega, destrucción: lo “dionisíaco” son tanteos con la alteridad.
  5. —por último, el doble juego: no la pasión por lo recto, lo frontal y lo explícito, sino por el desvío, la astucia, el apaño, el rebusque, la brega, la duplicidad, el disimulo, el juego con la ley y la norma, las estrategias informales de conservación y supervivencia (mía y de los míos). No la pasión por corregir y enderezar, sino por sortear, regatear, driblar y burlar.

La crisis como ocasión

Los economistas neoliberales hacen su propia lectura “antropológica” del mundo y concluyen que la crisis económica de 2008 tiene que ver con la “insuficiente movilidad geográfica”, el “limitado espíritu emprendedor”, el “colchón familiar”, el “trabajo informal” o la “indiferencia (o incluso la repugnancia) hacia el enriquecimiento” aún demasiado presentes en los países del sur (los llamados PIGS: Portugal, Italia, Grecia, España, ninguno de ellos un país protestante, por cierto). Al trasluz de estos análisis, vemos a la socialidad del sur en acción.

¿Podemos leer la gestión neoliberal de la crisis como la tentativa de suprimir por fin todas esas “inadecuaciones culturales” y acelerar así “el devenir mundo del capital” (Laval y Dardot)? La crisis de la deuda sería de ese modo la ocasión perfecta para desatar la “destrucción creativa” de todo aquello que, dentro y fuera de nosotros mismos, nos indispone para pensarnos y actuar como simples átomos sociales, partículas egocéntricas desvinculadas, máquinas del cálculo egoísta.

Costumbres y vínculos, apegos y solidaridades.

Eliminando las protecciones sociales, fragilizando los derechos asociados al trabajo, favoreciendo el endeudamiento general de los estudiantes y las familias, precarizando, reduciendo los salarios y el gasto social, se trata de fomentar el “sálvese quien pueda” y destruir todo aquello que permita a la gente cualquier margen de libertad con respecto al mercado. Todo lo que hay “entre” los seres y hace de ellos algo más que “partículas elementales” en competencia: lazos de mil clases, derechos conquistados, lugares vivos, recursos públicos y comunes, redes de solidaridad y apoyo, circuitos no mercantiles de bienes y servicios, etc. La base material de cualquier autonomía. Gobernar hoy consiste precisamente en erosionar ese “entre”, esa trama densa de lazos, afectos, apoyo mutuo…

Pero justo cuando se quería “extirpar”, la socialidad del sur se tensa y activa. En la España de la crisis han proliferado por ejemplo los micro-grupos informales de solidaridad y apoyo mutuo (familiares, vecinales, amistosos) que han atemperado los efectos devastadores de la gestión neoliberal de la crisis: miedo, soledad y desamparo. Una proliferación que impugna en sí misma el paradigma liberal- individualista: “cada uno tiene su vida”.

Justo cuando se nos dijo que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades” y tocaba expiar y pagar, los valores del sur se toman su revancha, afirmando y difundiendo otras ideas de riqueza y felicidad: más basadas en el presente que en el futuro, en los vínculos que en la soledad, en el tiempo disponible y no en la vida para el trabajo, en la empatía y no en la competencia, en el disfrute de la gracia más que en la culpa por la deuda.

El nuevo espíritu del capitalismo

Más difícil todavía. Según algunos autores, estaríamos atravesando hoy el pasaje hacia la superación (¿intensificación, radicalización?) del antiguo “espíritu” del capitalismo cuyos orígenes estudió Weber.

Por ejemplo, según Franco Berardi (Bifo), la burguesía aún “vivía en los vínculos” (con una comunidad, unos lugares, unos bienes físicos, una clase trabajadora que no podía suprimir, la relación entre valor y tiempo de trabajo). Sin embargo, el capitalismo financiero es mucho más abstracto: no se identifica con ningún lugar, con ninguna población concreta, con ninguna clase del trabajo, con ninguna regla, aunque sus decisiones tengan consecuencias (devastadoras) sobre lugares, poblaciones, trabajadores, etc.

Por otro lado, según Christian Laval y Pierre Dardot, esta lógica de acumulación infinita del capital se ha vuelto hoy una “modalidad subjetiva”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que al “homo economicus” (definido por la prudencia, la ponderación, el equilibrio en los intercambios, la felicidad sin excesos, la balanza de los esfuerzos y los placeres) le sustituye el “empresario de sí mismo” (definido por la competencia y la autosuperación constante: vivir en el riesgo, ir más allá de uno mismo, asumir un desequilibrio permanente, no descansar o pararse jamás, poner todo el goce en la autosuperación). Una expresión resume según los autores franceses el tipo subjetivo del capitalismo actual: “siempre más”. El gozo de la ilimitación.

En esta transformación habría que reevaluar seguramente la resistencia que presenta la “socialidad del sur”, cuando por ejemplo la cultura capitalista hoy ya no exige la represión de lo afectivo/pasional, sino más bien su completa instrumentalización al servicio de la lógica del beneficio: la instrumentalización de lo íntimo  . Pero sin duda  la afirmación de una “vida que se basta a sí misma” sigue siendo absolutamente subversiva (¿más que nunca?). Una vida que no persigue extraer y acumular “siempre más”, sino que se vive en el gozo de cuidar y compartir, lo más cercanamente posible, aquello que nos ha sido dado, aquí y ahora.

La insurrección de la socialidad del sur consistiría en afirmar políticamente esta otra idea de felicidad, esta potencia subterránea, este mar de fondo.

Referencias:

-Cartas luteranas (Trotta) y Escritos corsarios (Ediciones del Oriente y el Meditarráneo), de Pier Paolo Pasolini.

-A nuestros amigos y Ahora (ambos en Pepitas de Calabaza), del Comité Invisible.

-La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo (Alianza), de Max Weber.

-La sublevación (ediciones castellanas en Hekht y Artefakt), de Franco Berardi, Bifo.

 -La pesadilla que nunca acaba (Gedisa), de Christian Laval y Pierre Dardot.

El tiempo de las tribus (Icaria), La tajada del diablo (Siglo XXI) y La transfiguración de lo político (Herder), de Michel Maffesoli.

 

 

 

12 comentarios

  • M.Luisa

    Pero si no pasa nada, Isidoro, por hacer alguna que otra objecion! No sería nada recomendable  que no salieran de vez en cuando en nuestros innumerables comentarios. Cuando hablo de objeciones  no pienso en nada que sea negativo, al contrario, me parece algo tremendamente positivo, siempre, claro, que se lleve a cabo  con respeto y consideración como  tú siempre  haces.

    Bien, sobre la causalidad, mira por donde otra pequeña objección!! y es que , no es que aquella, la causalidad,  haya desaparecido del mapa lo que ocurre es que  en cuestiones políticas no se es exigente con ellas. Por ejemplo, quedémonos con los efectos de esta economía perversa que aquí tantas veces se analiza. ¿Se enfrentan realmente los políticos con  las causas que produce tal perversidad?

    Por eso decía el otro día que al tener una visión del  mundo como totalidad tendemos a pensar que esta totalidad  se obtiene añadiendo cosas y relacionándolas entre ellas mediante relaciones de tipo causal. Pues bien, no se trata de esto. Se trata de que estas cosas, previamente, se dejan contemplar a modo de conexión entre ellas. De ahí que luego cobre sentido hablar de complejidad (desde fuera de ellas). La complejidad no es producto de la multicausalidad sino que la produce la propia funcionalidad interna de las cosas.

    Este cambio de paradigma lo trajo precisamente el indeterminismo de la física de Heisenberg y los teoremas  de incompletitud de Gödel.

  • Isidoro García

    No he hecho ninguna objeción a Gonzalo Haya. Solo que he aprovechado su confesada alergia inicial hacia los planteamientos globales, a las “grandes síntesis”, debido a que inevitablemente, deben ser reduccionistas, pues en nuestra pobre cabeza no caben todos los detalles.

    Y he aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid, para repensar el tema. Y he hecho una defensa de esas grandes síntesis, (a pesar de sus problemas), porque es la única manera de seguir hacia adelante.

    Respecto a lo de la causalidad, no sé que es lo que tiene de malo, si se hace bien. En un mundo tan complejo, y con tantos elementos interrelacionados, hay que estudiar la multicasualidad. Pero resolver los problemas, (y no otra cosa es la Política), exige tener consciencia de las causas de dichos problemas. Si no, no sé como se van a tratar de resolver.

     

    Yo he hecho una lectura distinta del artículo de A. Savater, del de M.Luisa. Yo no creo que Amador haya hecho un análisis a ras de tierra, sino todo lo contrario.

    Lo que dice, (según mi lectura), es que es la mentalidad, la filosofía personal de las personas, las ideas de felicidad, los valores que buscan, los que definen una sociedad. Y en ese sentido, la batalla política, se convierte en una batalla antropológica, de filosofías de vida. “La disputa política (la que no es simple juego de tronos) expresa un “desacuerdo ético” entre diferentes ideas de la vida o, mejor, de la buena vida”.

    Y viene a señalar, que ante esta “batalla”, los políticos caen en la tentación de filosofar a martillazos: “Los “hombres políticos” (dirigentes de partido, militantes de vanguardia, teóricos críticos) miran hacia el poder estatal como el lugar privilegiado para la transformación social (se toma el poder y desde arriba se cambia la sociedad)”.

    Es verdad que las leyes, generan nuevas costumbres, y ciertos cambios sociales, pero lo que realmente produce cambios, son los valores por los que se rigen las personales, (las cosas que desean).

    Pero el capitalismo consumista, contagia a la sociedad, el virus de “los valores y modelos del consumo “horizontalmente”: a través de la moda, la publicidad, la información, la televisión, la cultura de masas, etc. El nuevo poder no emana, irradia o desciende desde un lugar central, sino que se propaga “indirectamente, en la vivencia, lo existencial, lo concreto”, decía Pasolini”.

    Y lo malo es que la izquierda política, aunque proclame lo contrario, sigue en esa misma dirección. La sindicalización de la vida laboral, no ha fomentado una sociedad mejor, más rica y más sabia, sino mayores salarios, para gastar más, y menos trabajo para tener más tiempo de gastar.

    Al final, el asunto ha sido tratar de que todo el mundo coma langostinos, en vez de repensar si hay que seguir consumiendo langostinos, y en su lugar hacer otras cosas más creativas, que le hacen a uno más feliz.

    La sociedad capitalista nos ha hecho a todos capitalistas: unos pocos en verdad lo son, otros juegan a serlo a pequeña escala, (pisos, cartera de valores, etc.), y los demás lo desean ser, y si no pueden ellos, que lo sean sus hijos.

    Como alternativa a esta sociedad dominante actual, Amador, siguiendo a Michel Maffesoli, la contrapone una cierta “sociedad del sur”, con unas características clave: un cierto “carpe diem” dionisíaco, una socialización bastante intensa, un cierto estoicismo ante la vida, y una cierta flexibilidad y relativismo moral, rondando con el cinismo y la picaresca.

    Y entonces, aprovechando la crisis actual, que además parece ser solo el prefacio de un futuro problemático, algunos sueñan con replantearse esa filosofía de vida “del sur”, como alternativa a una filosofía materialista-consumista, que además de que nos lleva al desastre ecológico, encima nos niega las delicias del consumo, como efecto de la crisis actual y lo que se avecina. (Cada vez se necesitará menos mano de obra, y encima, debido al constante crecimiento demográfico y las migraciones, cada vez habrá más mano de obra disponible).

    Y a mí me parece una alternativa posible, (algo habrá que hacer), pero creo que es ampliamente mejorable. No olvidemos que esa filosofía “del sur”, tiene bastante de antigua y de regresiva, y quizás lo que se necesita es una filosofía “del sur”, pero modernizada y actual. Las vueltas atrás, y las añoranzas del pasado, nunca son buenas, y además no suelen ser posibles.

    ¿Y cuál sería esa solución?. Desde luego no es fácil. Yo creo que sería conseguir llevar adelante el desarrollo de nuestra conciencia personal, y fomentar la maduración psicológica y la autorrealización personal. O sea, avanzar en el difícil camino de la sabiduría.

    El padre de Amador, Fernando, escribía: “Una persona está bien educada, y tiene cierta cultura, cuando sabe divertirse con poco dispendio: y es sabia cuando lo pasa bien gratis”.

    La solución siempre está en reconocer la realidad de las cosas, en este caso de la naturaleza humana. El capitalismo no nos dominaría con la publicidad, ni la TV, si realmente no tuviéramos dentro de nosotros esa predisposición al consumo hedonista, debido a nuestra inmadurez personal.

    Los psicólogos modernos, nos dicen que el ser humano no es unitario, siempre igual. Sufrimos un proceso contínuo desde el momento cero, hasta el día de nuestra muerte, en el que nuestra conciencia, (nuestra mente), va evolucionando, siguiendo un patrón y un calendario de maduración, universal de toda la especie.

    Y el comportamiento natural, (nuestra ética) cuando vamos madurando en su momento oportuno, (el del hombre autorrealizado), facilita el optimismo, aún en estos tiempos tan obscuros.

    Según este proceso psicológico evolutivo, el humano no es un ser fallido, sino que necesita seguir ese proceso razonablemente bien. Parecería como que estamos muy bien diseñados, (o autodiseñados emergentemente, o cualquiera que sea la causa de ello), y “solo” tenemos que eliminar los factores que nos frenan o impiden nuestro desarrollo natural.

    Esa sería la labor de la Política. Como decía un ministro de Cultura, (creo que inglés), la política debería intentar facilitar a los humanos el hacer de su vida, una obra de arte. Nada menos que del arte de ser felices.

  • M.Luisa

    Me pregunto si es correcta la  objeción que Isidoro hace a Gonzalo. Que la visión de las cosas puede hacerse desde estas dos perspectivas que señala, desde una cierta altura, o a ras de tierra  es justo lo que aquí nos tiene entretenidos desde  tiempo inmemorial. Por tanto es algo obvio. La de la altura corre el riesgo de caer en una visión  idealista  y la de ras de tierra en una visión  positivista.

    Perder la perspectiva global del todo no es perder demasiado si este todo se entiende como que el análisis  de esta interrelación de las cosas en él  lo realizamos  con las categorías de la causalidad  tradicional (como así lo hace Isidoro). Yo diría que no solamente no es perder mucho sino que es una idea a desterrar. Ha sido  la vía directa al racionalismo.

    El otro extremo es la vía de a ras de tierra  que es la que elige Amador , la vía del positivismo la abierta por el cientificismo radical. Claro, entonces la síntesis de estos dos extremos no es de fiar.  Lo que procede a mi modo de ver no es síntesis sino alteridad. Esta alteridad surge cuando  el tema de la causalidad  filosófica deja el paso a la funcionalidad de las cosas. Esta funcionalidad propia de las cosas es lo que  nos da la visión interna de ellas. Esto es de lo que carece la síntesis de Amador.

  • oscar varela

    Una semana del cine del sur del mundo

    Cerca de 8 mil asistentes circularon por las cinco sedes en las que se proyectaron películas de Sudamérica, África y Oceanía y se realizaron talleres, seminarios y clases magistrales.

    https://www.pagina12.com.ar/49294-una-semana-del-cine-del-sur-del-mundo

  • Antonio Toston De la Calle

    La toma del poder no sirve de nada,,,,,¡¡¡¡Dejémoslo por tanto en manos de los mismos……de siempre!!!!

  • Isidoro García

    Se me ha quedado en el tintero la aclaración, de la razón por la que no es adecuado el mensaje de Podemos y similares a las clases medias.

    Y es porque cuando no sabemos las verdaderas causas del comportamiento humano, caemos inevitablemente en el moralismo, (antiguamente religioso y hoy progresista laico).

    La cosa no funciona solo a base de “Hay que ser solidario”, “hay que ayudar al que lo necesita”, y todas esas frases, que son el paralelo moderno, al antiguo “hay que ser bueno, y cumplir los mandamientos de Dios y de la Iglesia”.

    Los que hemos sido padres sabemos que cuando no sabemos cómo enseñar a nuestros hijos a comportarse adecuadamente, acabamos diciendo “porque yo te lo mando”. (En la amenaza directa, o al menos en el chantaje moral). Y los hijos pasan como de comer mierda.

    No digo que no haya que marcar claro el ideal ético. Pero si solo se queda en eso, no sirve. Hay que promover la maduración personal de todos. Y dejar salir así el “ángel” que todos llevamos dentro.

  • Isidoro García

    Amigo Gonzalo: La visión de las cosas, se puede hacer desde una cierta altura o a ras de tierra. Es claro que a ras de tierra, se ve todo mucho más cerca y se cometen menos errores de discernimiento sobre las cosas.

    Pero a cambio pierdes la perspectiva del global de todo y de sus muchas interconexiones, que influyen en nuestros análisis, sobre la causalidad de las cosas, fundamental para resolver los problemas que nos atenazan, (lo de poner los bueyes delante o detrás del carro).

    Hacer una visión sintética de todo, es muy difícil, y arriesgado, pero es la única manera de no estar dando vueltas una y otra vez a las cosas, en una noria eterna, sin aclararse nunca, (lo que se llama perplejidad, que no es una virtud, sino un defecto a corregir).

    La perplejidad no tiene que ver con el sano escepticismo, que diríamos que es hacer una síntesis tras otra, siempre dispuestos a cambiar la última, cuando surgen elementos nuevos.  Escepticismo es hacer muchas síntesis y no casarse con ninguna. Perplejidad amarga es no atreverse a hacer ninguna.

    Y es que el riesgo en las síntesis es alto. El reduccionismo, (dar importancia a lo verdaderamente importante, y olvidarse de lo secundario), es muy propicio al error, que es algo consustancial con el pensar. Pero no debe paralizarnos.

    Decía hoy Jesús Garrido, en un artículo deportivo: “Toda persona que se sube a un vehículo de dos ruedas, como dicen los que saben, se dividen en dos grupos: los que se han caído y los que se van a caer”.

    Pues lo mismo con los que lanzan hipótesis sintéticas: O se han equivocado, o se equivocarán próximamente. Y además los “perplejos” que no se atreven a hacerlo, como castigo por su “soberbia y atrevimiento”, les llamarán prepotentes, y que hablan mayestáticamente y ex catedra, lo sean o no lo sean. Paciencia y barajar.

     

    Entrando en el artículo, que da para muchísimo, un intento de visión del comportamiento humano y político desde una visión de altura, de la naturaleza humana, es evidente que se contrapone con el activismo ciego a ras de tierra. Supone una especie de petición de paréntesis, de tiempo muerto, de tiempo para pensar.

    Y eso a algunos que lo tienen ya todo pensado y muy bien escrito en el catecismo (o el cristiano o el marxista), les parece una pérdida de tiempo. ¿Pensar para qué?. Es algo similar a lo que le dijo Lenin a Giner de los Ríos, (creo): “¿Democracia, para qué?”.

    Hay una frase de Honorio que me ha hecho pensar. Dice: “¿Que Salvador Allende solo pensaba en conquistar el poder?”. 

    Y he pensado, que aunque yo no conozco directamente las sociedades de América latina, me da la impresión que podría decirse que son las mismas que las de Europa del Sur, pero retrasadas 20-25 años.

    La España del 70 y la Chile y Argentina del 70, estábamos más o menos a la misma altura en casi todo, economía, cultura y mentalidad. Luego España y la Europa del Sur, tras cuarenta años de prosperidad de Europa, nos hemos homologados europeos, de una Europa materialista, que casi unánimemente elige gobiernos conservadores.

    Si Allende hubiera podido seguir el mismo camino que la España de Felipe González, hubiese creado una Chile de chilenos, similares a los españoles de hoy, materializados, gastándose todo lo que puedan y ganan, en vacaciones, teléfonos nuevos, y en bares y restaurantes variados.

    O sea lo que viene a decir el hijo de Savater, es la eterna cuestión de si es la mentalidad de las personas la que forma las estructuras sociales, o son las estructuras sociales las que cambian la mentalidad de la mente humana.

    Cambiar la conciencia del humano, es una labor lenta y costosa, fundamentalmente cultural. No consiste en “suscitar tendencias positivas” como dice Eloy. Esas ya las tenemos dentro en nuestros programas comportamentales humanos.

    Lo que hay que hacer es evitar los factores que nos frenan y hasta paralizan el proceso de maduración de las conciencias, (mentes conscientes), para llegar a la autorrealización personal.  Una vez autorrealizados, dejamos de pensar solo en comer y f…, y empezamos a pensar en valores, (lo que realmente vale, los llama Amador), y todo se ve con otra perspectiva.

    Pero como esa labor es muy difícil, los políticos, que están siempre apremiados por la prisa electoral, prefieren fomentar lo material, lo primario, el consumo.

    (Yo comprendo que si hay una franja de población que no tiene lo mínimo imprescindible, eso es lo primario y primero. Por eso el discurso de Podemos y similares, es válido para esa franja de población, pero no lo es válida para la clase media baja, (digamos para entendernos los que ganan de 1.200 euros mes), y menos para clases medias y medias-altas).

    A estos hay que intentar reconducirlos hacia la autorrealización personal, que no es asunto de consumo, sino de sabiduría interior. Y este no es asunto de boletines oficiales ni de sindicatos, sino de cultura, psicólogos y de foros como este. (Por eso decía yo, tiempo atrás, que los partidos del futuro, más que un fuerte equipo de estudios económico, deberían tener un fuerte equipo psicológico).

    (Y por eso decía Zizek en su conferencia, medio en broma, que Podemos necesita que vengan muchos inmigrantes, cuanto más en la miseria mejor, pues es su caldo vitalizador: su clientela base).

    El discurso alternativo anticonsumista de verdad, es impopular en un principio, y por eso los políticos y activistas, no se atreven a promoverlo, a pesar de que todos ya sabemos que a este ritmo el desastre ecológico es imparable e inminente: mucho hablar del calentamiento global, que es algo como genérico, e impersonal, pero muy poco de concienciar de que es nuestro consumo despilfarrador, (el de cada uno de nosotros), el que lleva la Tierra a la ruina.

  • ELOY

    Interesantes todos los comentarios.

    Destaco el siguiente párrafo del comentario de Gonzalo Haya:

    (…) lo de la infiltración del capitalismo a través de algo tan simple como el estilo de vida, la exaltación de los famosos, la publicidad, el consumo; pero estos procedimientos son eficaces porque alientan tendencias que todos -Norte y Sur- llevamos dentro. En el fondo toda esta maquinaria está movida por los grandes poseedores del capital; ahí está el problema, en la acumulación del capital en pocas manos. A nivel cotidiano de la gente común podemos hacer algo suscitando otra tendencia que también llevamos dentro, el amor, la generosidad, la cooperación. (…)”

    Es importante esa idea… ¡suscitar tendencias “positivas”!

  • M.Luisa

    No nos metamos a las brasas huyendo del fuego!

    Mi tiempo sólo me permitirá hacer una breve reflexión sobre el primer punto de estos que Amador  enumera como valores.

    Pienso que el autor obra en falso al  definir  el presente.  Recurre al “ ahora” para definir el presente,  identificación que a mi modo de ver no es tal. Y es que se confunde los términos porque no es  la vida lo que  se proyecta hacia delante, como dice él, sino  al revés: es la vida la que te empuja a proyectar necesariamente.  Tengo la impresión que la confusa  interpretación que  Sartre  hizo de la lectura de Ser y Tiempo de Heidegger es la que ha prevalecido. Sin embargo en una lectura correcta no se extrae de ella que  se trata de la necesidad de inventar o crear la propia vida sino en realizarla desde y con vistas al Ser.

  • Gonzalo Haya

    Desconfío de las grandes síntesis porque escogen los rasgos que le sirven para componer su dibujo y dejan de lado los rasgos que lo descomponen. Siempre es útil lo que ponen de manifiesto, pero conviene estar atentos a su carácter reduccionista. Creo que es un acierto lo de la infiltración del capitalismo a través de algo tan simple como el estilo de vida, la exaltación de los famosos, la publicidad, el consumo; pero estos procedimientos son eficaces porque alientan tendencias que todos -Norte y Sur- llevamos dentro. En el fondo toda esta maquinaria está movida por los grandes poseedores del capital; ahí está el problema, en la acumulación del capital en pocas manos. A nivel cotidiano de la gente común podemos hacer algo suscitando otra tendencia que también llevamos dentro, el amor, la generosidad, la cooperación. Es la conversión (metanoia, cambio de pensamiento) que propuso Jesús con el Reino de Dios -así como otras figuras a lo largo de la Historia- y poco a poco, tras veinte siglos, va logrando un mundo más humano. Otro camino, más doloroso, ha sido el de los estallidos revolucionarios, que han desbloqueado momentos estancados de la evolución. Y veo que he caído en la tentación de hacer una síntesis, que tendrá algo acertado pero muchos agujeros por los que se le escape el agua.

  • h.cadarso

    “La toma del poder no sirve de nada…”. Etc, etc, etc…

    Quieren decir los que dicen eso que los que intentan tomar el poder no tienen también el deseo de empujar hacia adelante esa nueva mentalidad de compartir, convivir, etc. etc.?

    ¿Que Salvador Allende solo pensaba en conquistar el poder? ¿Que ese ideal no es sentido por los gobiernos de los países que figuran en la izquierda sudamericana, y los ciudadanos que los apoyan en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala…?

    ¿Que los del otro bando respetan las reglas de juego y no recurren a la violencia para mantenerse en el poder y la rapiña?

    Por favor, no nos pasemos en el “mea culpa, meaculpa, mea maxima culpa”. Cándidos como palomas, astutos como serpientes, dijo alguien. Pero gilis no.